Los altos niveles de ruido de fondo, provocados principalmente por el tránsito de barcos, ha reducido en dos tercios la capacidad de las ballenas francas del Atlántico Norte de comunicarse entre sí en la boca de la Bahía de Massachusetts, según un nuevo estudio. Estas ballenas, además, se hallan en riesgo de extinción.
Entre el 2007 y el 2010, unos científicos del Santuario Marino Nacional de Stellwagen Bank, el Laboratorio de Ornitología de la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York; la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), el Centro de Ciencia Pesquera del Nordeste, y la empresa Marine Acoustics Inc., todas estas entidades en Estados Unidos, usaron una serie de dispositivos de grabación acústica para vigilar los niveles de ruido marítimo, y en especial los asociados al tráfico de barcos. También se hicieron grabaciones de los sonidos de comunicación distintivos que varias especies de ballenas en peligro de extinción, incluyendo las ballenas francas, emiten para mantener el contacto entre ellas.
A fin de determinar los niveles de ruido causados por el tránsito de buques dentro y fuera del santuario marino, se usaron datos de seguimiento de embarcaciones reunidos por el servicio de identificación automatizado de los guardacostas estadounidenses.
Comparando también los niveles de ruido ocasionados por el tráfico marítimo de hoy en día con los que existían hace casi medio siglo, los autores estiman que las ballenas francas han perdido, por término medio, entre un 63 y un 67 por ciento de su espacio de comunicación en el santuario marino y las aguas circundantes.
Una buena analogía de lo que representa esta situación para las ballenas sería, tal como argumenta Leila Hatch, ecóloga marina del santuario y coautora del estudio, la de personas invidentes, o con dificultades visuales graves, que deben confiar en su oído para moverse con la debida seguridad por su barrio pero que tienen la mala suerte de que éste se halle cerca de un aeropuerto ruidoso.
Las ballenas grandes, como las ballenas francas, se apoyan mucho más en su percepción auditiva que en la visual. Hatch cree que el ruido crónico está probablemente reduciendo las oportunidades de esas ballenas para recopilar y compartir información vital que las ayuda a localizar comida, encontrar pareja, navegar adecuadamente, evitar a los depredadores y cuidar de sus crías.
El problema se agrava por el hecho de que las ballenas francas del Atlántico Norte, que viven a lo largo de la costa este de América del Norte, desde Nueva Escocia hasta Florida, están al borde de la extinción. Según algunas estimaciones recientes, la población de ballenas francas del Atlántico Norte es de entre 350 y 550 animales.
En el estudio también ha participado Christopher Clark, director del programa de investigaciones bioacústicas de la Universidad Cornell.
septiembre-2012/noticiasdelaciencia.com