A veces del cielo llueven ranas. Pero no únicamente, sino que también llueven gusanos, sardinas y ratones. En 1997, Kim Ho, un pescador coreano, fue noqueado por un calamar congelado que cayó del cielo y le golpeó en la cabeza. El pobre hombre perdió el conocimiento durante dos días y sufrió incluso daños cerebrales. Sus compañeros de pesca aseguraron no haberle atacado y que tampoco guardaban reservas de pescado congelado a bordo.
Las lluvias de animales no son (solamente) leyendas urbanas y existen ya muchas evidencias documentadas de ello. Imagínense estar conduciendo el coche, cuando de repente miles de arañas os comienzan a caer en la cabeza. Eso es exactamente lo que le sucedió en 2013 a Erick Reis, un chico brasileño que registró el evento con su cámara.
Lo que para muchos es una especie de pesadilla freudiana, en realidad es un fenómeno natural que ocurre con más frecuencia de lo que se piensa. Se llama ‘ballooning’ y es la manera de migrar de algunas arañas que se mueven en enjambre, suben a los picos más altos y luego saltan, liberando un flujo de telas que utilizan como un planeador.
La prueba que episodios de este tipo no albergan únicamente en las fantasías literarias se halla en las crónicas del pasado, muy generosas en detalles. El retórico griego Ateneo habla en su antología histórica ‘El banquete’ de los eruditos (200 dC), de una lluvia de pescado de tres días de duración y de un espectacular diluvio de ranas en el Peloponeso. En 1578, la ciudad noruega de Bergen tuvo incluso menos suerte y fue golpeada por una misteriosa tempesta de ratas.
En Pennsylvania, en 1870, se produjo una caída masiva de caracoles sobre la ciudad de Chester. Los animales eran tan numerosos que la revista Scientific American escribió que aquello “parecía una tormenta dentro de la tormenta”.
En 1894 la ciudad de Bath, en Inglaterra, experimentó una lluvia de medusas, mientras que tormentas de gusanos y lombrices se han producido en Louisiana en 2007, en Escocia durante un partido de fútbol en 2011 y en Noruega en 2015.
Sin embargo, los ‘animales paracaidistas’ más habituales son las ranas. En 1915, una nube gigantesca de ranas se vertió sobre Gibraltar (según informó la revista científica Nature), un fenómeno que en 1981 se registró también en Nauplia, Grecia, y luego en Serbia, en 2005.
Existen incluso aquellos que cada año, entre mayo y julio, esperan que llegue la ‘cosecha’ del cielo. Sucede en Yoro, Honduras, donde la población local celebra el Festival de la Lluvia de Peces, que prevé el ritual de la gran nube oscura, recreada con relámpagos y truenos, la tempesta y, finalmente, la lluvia milagrosa y misteriosa de sardinas, recogidas y luego cocinadas para todos. El National Geographic en 1970 descubrió que los peces de Yoro son ciegos y vivirían en algunos ríos subterráneos de agua dulce, pero no está del todo claro cómo puedan llover desde el cielo.
De Lavanguardia