Heinrich Haussler, alemán de 25 años, pasa por ser uno de los corredores más en forma de la presente temporada (dos etapas en el Algarve y una en la París-Niza), además de un sprinter con un brillante futuro por delante. Ayer lanzó un ataque seco, brutal, a 250 metros de la meta situada en Lungomare Italo Calvino, en San Remo: un golpe letal para cazar su primer gran trofeo, la Classicissima del Centenario. En cualquier otra carrera le hubiera servido para lograr una merecida y meritoria victoria; pero tras él saltó Mark Cavendish, el mejor velocista del mundo en la actualidad.
Y Cavendish le arrebató la gloria en la última pedalada, en el último golpe de riñón, en una remontada agónica que también supone la primera gran prueba de un día en el palmarés del británico, con sólo 23 años. Él y Haussler sacaron dos segundos al pelotón, encabezado por Thor Hushovd: imaginen cómo fue su volata.
Sin pelea.
E imaginen cómo fue el resto de la carrera para que ganara Mark Cavendish, un ciclista que procede de la pista, acostumbrado a quedarse en la menor tachuela que se presenta en el recorrido, con los 298 kilómetros de la Milán-San Remo entre pecho y espalda. El ritmo sólo se incrementó en la ascensión a la Cipressa, a 28 km (donde se descolgó Lance Armstrong), ya que la subida al Poggio fue una decepción. Quick Step controló y sólo aceleraron tímidamente Rebellin y Pozzato. Como Luis León, antes de que se produjera un sprint cantado que sólo disputaron Haussler y Cavendish.
Cavendish
Fue un triunfo increíble y muy disputado. Creí que no podría superar a Haussler, porque atacó con mucha fuerza. Sufrí en las subidas a la Cipressa y el Poggio, pero sabía que podía ganar si llegábamos al sprint".