Lo vio dos veces. O cuatro. En una enorme pantalla de su casa suiza de Gland, junto al lago Leman. Incluso en ese trocito del Paraíso, Michael Schumacher saltó de su sofá preferido. 'Pues sí, la verdad es que me he pasado un pelín', debió pensar el alemán en su mansión.
Y con el reposo que dan las horas, el mejor piloto de la historia en palmarés ha pedido perdón: "Después de la carrera estaba aún acalorado por lo ocurrido, pero después de ver de nuevo la escena contra Rubens me doy cuenta de que los jueces tenían razón en su evaluación: la maniobra fue demasiado dura".
Y por supuesto matizó que "lógicamente mi intención no era poner en peligro a Barrichello. Pero si el tiene la sensación de que fue así, lo siento, no fue mi intención". No es fácil pedir perdón. Ni siquiera para los dioses del deporte. Como tampoco es sencillo regresar para bajar a la tierra. Con tres años más y un coche que no se parece a aquel rojo que volaba, Schumacher es noveno en la clasificación con 38 puntos y dos cuartos puestos, Turquía y España, como mejores resultados.
Ahora la acción contra su compañero de tantas órdenes le ha costado diez puestos en parrilla en Spa. Aunque conserva la agresividad. "Aquí no se viene a tomar el café", dijo tras la carrera. El Schumacher de siempre al menos ahora pide perdón.
AS.com