El paddock de Montreal es un hervidero de reuniones entre los principales jefes de equipo. Se decide el futuro normativo de la Fórmula 1 y hay un punto en el que todos están de acuerdo: en el regreso de los motores turbo de baja cilindrada a partir de 2013. Se trata de seguir los designios del mercado, donde el famoso down-sizing (propulsores pequeños sobrealimentados de menor consumo) es ya una tecnología extendida entre los vehículos de calle. Además, es sensiblemente más barata de fabricar y permite alcanzar una potencia superior a los 700 CV sobre una cilindrada de 1.400cc y con un consumo de combustible algo inferior al actual.
Lo que las escuderías pretenden con esta medida es permitir la entrada de otros fabricantes de propulsores y hay dos marcas que ya están muy interesadas en meterse en la Fórmula 1 bajo este reglamento, Volkswagen y Porsche. Lo que aún no está definido es si serán mecánicas de cuatro o seis cilindros.
En el aspecto de la seguridad (el motivo por el que se prohibieron los turbo en 1989), no se espera, ni de lejos, llegar a los 1.500 CV de potencia en condiciones de calificación (en carrera tenían 900 CV). Además, la electrónica permite que sean mucho más tratables que sus brutales ancestros y habrá unas bridas que limitarán claramente su rendimiento. En lo que sí perderá la F-1 es en el sonido. Diremos adiós a los aullidos desgarrados de los V8 atmosféricos actuales, y lo cambiaremos por un ruido mucho más bronco. En la línea de los actuales GP3, sobrealimentados y, curioso, con neumáticos Pirelli.
AS.com