MARCA
La precocidad en un deportista es un don que, bien gestionado por el implicado y su entorno, puede conducir al estrellato. Pero al mismo tiempo es una mercancía muy pesada, repleta de sueños de futuro que en ocasiones nunca llegan a concretarse. Ricky Rubio pertenece a esa estirpe de 'jóvenes promesas' del baloncesto que siempre es examinada con lupa por los aficionados, y que exigen de él el comportamiento de un adulto sobre la cancha cuando apenas tiene edad para conducir.
Muchos otros antes que Ricky tuvieron que lidiar con tamaña empresa. Algunos corroboraron lo que ya apuntaban desde niños, e incluso superaron con holgura las predicciones más halagüeñas. "Con 16 años era un chico muy delgadito. Para echarse a reír". Así resume Bozidar Maljkovic el primer contacto visual que entabló con un chico espigado y desgarbado que en 1984 ya asomaba el hocico por la puerta del estrellato, Toni Kukoc.
"Compré una licuadora que instalé en mi despacho y obligué a Toni a que viniera todos los días. Le preparaba batidos bien cargados para que cogiera peso aunque él los detestaba y a veces se las apañaba para no bebérselos enteros", dice. Aquel muchacho creció, y bajo la égida de Maljkovic comenzó a fraguar una carrera legendaria. "Era un artista" asegura con rotundidad su mentor. "En el baloncesto, el pase es el elemento más cercano al arte y Kukoc lo hacía como nadie. Incluso a veces pecó de excesivo altruismo", señala.
Futura estrella NBA
El técnico serbio asegura que "con 18 años ya sabíamos que sería una estrella en la NBA", del mismo modo que "Ricky Rubio está en el camino de serlo. Sólo tiene que mejorar su tiro. Si lo hace llegara muy lejos. Tiene las manos más rápidas que jamás he visto".