La presente competición implacable entre mercados energéticos y mercados alimentarios, amplificada por la especulación internacional en mercancías y tierras agrícolas, no es sino una modesta muestra del caos que, a no tardar, prosperaría exponencialmente si llegaran a converger el agotamiento de los recursos, una desatentada desigualdad y el cambio climático.
Adiós al Holoceno Aunque ningún periódico norteamericano o europeo haya publicado todavía su obituario científico, lo cierto es que nuestro mundo, el viejo mundo en el que hemos habitado los últimos 12.000 años, se acabó.
El pasado febrero, mientras las grúas subían la cubierta del piso 141 de la Torre Burj de Dubai (que pronto alcanzará una altura el doble que la del Empire State Building), la Comisión de Estratigrafía de la Sociedad Geológica de Londres registraba la última y más alta capa histórica de la columna geológica.
La Sociedad Geológica londinense es la más veterana asociación de científicos de la Tierra –se fundó en 1807— y su Comisión actúa como un colegio de cardenales en el registro de la escala temporal geológica. Los estratígrafos rebanan la historia de la tierra tal como está conservada en estratos sedimentarios, jerarquizándola en eones, eras, períodos y épocas marcados por "picos áureos" de extinciones masivas, procesos súbitos de especiación y bruscas alteraciones de la química atmosférica.
En geología, lo mismo que en la biología o en la historia, la periodización es un arte complejo y controvertido, y fue el feudo de la batalla más amarga librada en la ciencia británica del siglo XIX, la llamada "Gran Disputa del Devónico" entre interpretaciones encontradas de los guijarros grises galeses y la vieja arenisca colorada inglesa. Más recientemente, los geólogos han disputado enconadamente sobre el modo de perfilar las oscilaciones de los períodos glaciales en los últimos 2,8 millones de años. Algunos nunca han aceptado que el último intervalo templado interglacial –el Holoceno— pudiera distinguirse como una "época" genuina sólo porque coincide con la historia de la civilización.
De aquí que los estratígrafos contemporáneos hayan fijado unos criterios extraordinariamente rigurosos a la hora de beatificar cualesquiera divisiones geológicas nuevas. Aunque la idea del "Antropoceno" –una época de la Tierra definida por la aparición de la sociedad urbana industrial como fuerza geológica— ha sido debatida durante mucho tiempo, los estratígrafos se han negado a reconocer el carácter concluyente de las pruebas aportadas.
Ello es que, al menos en lo que a la London Society hace, esa posición acaba de ser revisada.
A la cuestión "¿Estamos viviendo ahora en el Antropoceno?", los 21 miembros de la Comisión contestan unánimemente: "Sí". Aportan pruebas muy robustas de que la época del Holoceno –el trecho interglacial de clima inusualmente estable que ha permitido la rápida evolución de la agricultura y la civilización urbana— terminó, y de que la Tierra ha entrado en "un intervalo estratigráfico sin precedentes parecidos en los últimos millones de años". Además del impacto de los gases de efecto invernadero, los estratígrafos mencionan la transformación antropogénica del paisaje –que "ahora rebasa en un orden de magnitud a la producción natural [anual] de sedimentos"—, la ominosa acidificación de los océanos y la inexorable destrucción de biota.
Esta nueva era, explican, viene definida tanto por la tendencia al calentamiento (cuyo análogo más próximo podría ser la catástrofe conocida como el Máximo Térmico del Paleoceno-Eoceno, hace 56 millones de años) como por la radical inestabilidad esperada en las condiciones medioambientales futuras. Con prosa sombría, alertan de que "la combinación de extinciones, migraciones globales de especies y una substitución masiva de la vegetación natural por monocultivos agrícolas están produciendo una señal bioestratigráfica distintivamente contemporánea. Esos efectos son permanentes, porque la evolución futura se dará a partir de las reservas sobrevivientes (frecuentemente redistribuidas antropogénicamente)". La misma evolución, dicho en otras o palabras, ha sido forzada a discurrir por una nueva trayectoria.
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