Científicos rusos y estadounidenses han descubierto que la temperatura creciente del lago más grande del mundo, localizado en la inhóspita Siberia, denota que esta región está respondiendo fuertemente al calentamiento global.
En 1996, la Organización de Educación, Ciencia y Cultura de las Naciones Unidas (UNESCO) declaró al Lago Baikal como Patrimonio de la Humanidad debido a su diversidad biológica. Este lago destaca con sus 2.500 especies de plantas y animales, la mayoría no existentes en ningún otro lugar del mundo, incluyendo a la foca de agua dulce.
El inmenso lago contiene nada menos que el 20 por ciento del agua dulce del mundo. Es el lago más profundo, así como el más antiguo; con sus 25 millones de años de existencia antecede al surgimiento del ser humano.
Los datos del Lago Baikal revelan un calentamiento significativo de las aguas superficiales y cambios a largo plazo en la red alimentaria del lago más grande y antiguo del mundo. Los incrementos en la temperatura del agua (1,21 grados Celsius desde 1946), en la clorofila (300 por ciento desde 1979), y en un grupo influyente de consumidores del zooplancton (335 por ciento desde 1946) tienen implicaciones importantes para el ciclo de nutrientes y la dinámica de la red alimentaria.
El equipo de investigación ha llegado a la conclusión de que el lago ya es otro de los grandes lagos que exhiben signos inequívocos de los efectos del calentamiento global.
Pero además, las alteraciones de temperatura en el Lago Baikal son particularmente importantes como una señal del calentamiento regional a largo plazo, debido a su tremendo volumen hídrico y a la peculiar circulación de sus aguas.