El Tour : 3ª Etapa y clasificación

Permitan una digresión. Hace años el reglamento ciclista de las buenas costumbres imponía los culottes negros, las zapatillas del mismo color y los calcetines escrupulosamente blancos. Cuando Ángel Arroyo sorprendió en el 83 con unas zapatillas blancas provocó un escándalo digno de un desfile de David Delfín. Hoy reina la extravagancia. Las carreras han puesto de moda que los líderes extiendan el color que los distingue por el culotte, los calcetines, las zapatillas, el casco, el reloj y el pinganillo. De manera que pasamos del maillot al disfraz y del jersey al skijama.

La ventaja es que no hace falta un GPS para seguir a Valverde, basta con unas gafas de sol. El peligro es la falta de respeto hacia los símbolos. Demasiadas veces, los diseñadores de las marcas deportivas confunden las banderas del deporte con los patrones de moda, y gustan de incluir ribetes, virar el rojo en fresón y el amarillo en pollito. Se aburren, y se entretienen en la creencia de que la novedad estimula a los compradores, cuando los verdaderos aficionados lo que desean es vestirse como Fausto Coppi y no como un Toni Manero de las galaxias.

Lanzado este desafío a los diseñadores vanguardistas, paso a comentar la etapa. Lo más relevante es que Valverde mantuvo el buzo amarillo, y lo hizo con cierta superioridad. Hasta hubo quien le recriminó su arrancada en el repecho final, temiendo que el muy insensato fuera a disputar la etapa. Está claro que nos puede el miedo: a las caídas, a la ambición, a la felicidad. Tememos ganar y nos aterra perder. Y en este caso invoco a los psicólogos del mundo para que nos ribeteen las neuronas.

El vencedor en Saint Brieuc fue el noruego Thor Hushovd, 30 años, seis victorias de etapa en el Tour. Se trata, pues, de un viejo conocido con una sincera sonrisa de ogro. Se impuso a Kirchen, que volvió a luchar sin éxito por la etapa. Al menos le sirvió para proclamar el renacer del ciclismo de Luxemburgo, un país de apenas 480.000 habitantes que ha dado tres campeones del Tour: Faber (1909), Frantz (1927 y 28) y Gaul (1958). Y que nadie dude de que el Ducado volverá a ser protagonista en los próximos días con los hermanos Schleck.
Francia.

Como se puede observar, fue una buena jornada para la melancolía. Se fugaron cuatro franceses y resultó enternecedor, porque no eran jornaleros, sino algunas de las estrellas que ha dado el ciclismo francés de los últimos años. Allí estaban Moreau, eterno aspirante, Chavanel, eterno delfín, Voeckler, la eterna promesa, y el modesto Lelay. Allí estaban, como cuatro huesitos en busca de la gloria imposible.

Fue un acto de dignidad condenado al fracaso, pero hermoso, por valiente. Nos hizo pensar que el ciclismo necesita tanto a los corredores franceses como nosotros, los españoles. Porque hasta los enemigos pueden ser exquisitos.

El pelotón jugó cruelmente con los cuatro soñadores. El equipo de Valverde los mantuvo a raya y la Francaise des Jeux los dejó a tiro de prismático. Columbia completó el trabajo a menos de dos kilómetros para la meta. Entonces se desencadenó el torbellino habitual, la jauría, los lobos.

Lo intentó Cancellara con su fuerza de percherón, pero los velocistas se habían rifado ya el triunfo con un punto amarillo infiltrado en sus reuniones. Venció Hushovd y Freire, nostálgico, fue séptimo; hoy ganará. Seguimos líderes. En otra época, cuando los culottes eran negros, nos hubiéramos conformado con estar vivos.

El crack

Hushovd El noruego ya tiene seis victorias de etapa en su hoja de servicios en el Tour.

Pundonor

Voeckler El ciclista francés anduvo escapado por segundo día consecutivo.

Desgracia

Soler Con una muñeca rota y la otra casi, el colombiano perdió 7:18. Hoy podría no salir.


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