En muchas ocasiones las cosas sencillas y económicas son las que mejor rendimiento pueden ofrecer. Yamaha lo sabía, y por ello disponía en su gama del Cygnus, un scooter sencillo y de precio contenido. Pero la llegada de algunas marcas con productos aún más asequibles, como chinos o coreanos, hizo cambiar el chip a la marca de los diapasones y ofrecer un nuevo valor ciudadano sin alardes, de carácter y valores humildes, pero muy resultón en definitiva. Y es que en estos momentos, en que los GT siguen acaparando cuota de mercado, a veces siempre hay alguien que quiere un scooter muy ágil entre los vehículos y que su modus vivendi sea de semáforo en semáforo y en recorridos más bien cortos.
Desde el primer momento, uno tiene la sensación de que este Yamaha es muy pequeño; y lo es. Sus cotas son de lo más racionales para poder adentrarse en cualquier zona de la ciudad sin problemas y con gran rapidez. La carrocería es estrecha, el piso es plano y bastante ancho, y el ángulo de giro es muy notable. Todo ello muy positivo para zigzaguear con una efectividad máxima entre los coches y realizar las múltiples gestiones del día a día en la ciudad. Eso sí, con una desventaja perceptible en el caso de medir más de 1,80 metros. Y es que el hueco para las piernas (sobre todo en la parte superior) es bastante reducido, pero salvable retrasando el cuerpo hacia la zona posterior, gracias al cómodo, ancho y estudiado asiento.
Esta gran facilidad de movimientos también se ha conseguido con la adopción de unas llantas de diez pulgadas, ideales para mover el Vity en parado y en las distancias cortas. Pese a ello, este compacto scooter se mantiene con una correcta firmeza encima del asfalto, ofreciendo seguridad al conductor en todo momento y sin fluctuaciones extrañas de la parte ciclo en el momento de la frenada. Quizá, en vías interurbanas se eche en falta alguna pulgada más, pero nada que ver con los movimientos extraños que se percibían en los scooters de hace unos años. Y es que Yamaha ha solucionado estas situaciones en el Vity con una buena distribución de pesos y unas suspensiones firmes pero cómodas, en las que sólo se echará en falta un poco más de recorrido en el caso de circular con acompañante. A nivel de frenada, el Vity se merece buena nota pese a contar con tambor en la rueda posterior. Pero toda la suavidad que puede mostrar detrás queda compensada por la fuerza del disco anterior, el que realmente detiene el peso del Vity en frenadas bruscas o situaciones inesperadas.
Suave y silencioso
El Yamaha Vity goza de una suavidad excepcional. Pero no sólo a nivel de mandos y conducción, ya que su propulsor de arquitectura de 4T es muy dosificable, económico y silencioso. Estos tres valores son vitales para mantener a rajatabla su carácter sedoso, ya que la inyección electrónica y el embrague automático realizan un trabajo muy loable. El último minimiza las fluctuaciones en las aceleraciones y la inyección, aparte de posibilitar una emisión de gases contaminantes muy reducida con un consumo controlado. Esto permite que la transmisión de potencia a la rueda sea muy lineal y sin vacíos.