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Conducimos el BMW i8, un deportivo revolucionario
El i8 es un deportivo con conciencia ecológica que sorprenderá por sus prestaciones fuera de serie, aunque sin el carácter de súper deportivo puro de un BMW M3.
En Marca motor hemos tenido la fortuna de poder seguir desde hace bastante tiempo el desarrollo de uno de los deportivos más innovadores de los últimos años: el BMW i8. Ya en agosto del pasado año pudimos conducir el prototipo en su fase final de gestación (un proceso que ha llevado apenas 38 meses) y ahora, además de ponernos a los mandos de la versión de producción y contaros nuestras sensaciones, podremos daros una referencia de cuál ha sido la evolución del deportivo del año.
Teníamos especial curiosidad por ver cómo habían resuelto en BMW algunos de los detalles que nos parecieron mejorables en el prototipo, entre ellos el poco refinado sonido del motor tres cilindros de 231 CV (hibridado con una unidad eléctrica de 131 para un total de 362 CV), la brusquedad en las transiciones entre los modos eléctricos e híbrido y la intrusión del control de estabilidad, que robaba parte del placer de conducir tan característico de BMW.
Pues bien, después de ponernos al volante de la versión definitiva tenemos que decir que el rugido del motor nos convenció por completo. Está siempre muy presente, pero suena de forma “creíble” para un coche que se va a posicionar entre la élite de los deportivos. Es, a la vez, amenazador y sofisticado. BMW amplifica el sonido a través del sistema de audio de Harman Kardon, pero lo hizo sin haber creado frecuencias artificiales.
Cuando cambiamos entre los modos eléctrico e híbrido todavía se notan transiciones en distintas situaciones, sea en las reducciones sea al pasar a una relación más alta, lo que provoca a veces que el sistema de propulsión se "confunda" un poco y que el conductor quede "colgado" a la espera que las “negociaciones” entre el motor eléctrico y el de combustión lleguen a buen puerto. Carsten Breitfeld, el padre del i8, lo justifica aduciendo que al incorporar una 2ª marcha en el cambio del motor eléctrico (sin la cual el coche no llegaría a los 250 km/h de velocidad máxima, autolimitada) se genera ese retraso en la respuesta de las transmisiones.
El ESP sigue estando más presente de lo que nos hubiese gustado, y es el resultado de tanto par motor (especialmente teniendo en cuenta que en caso del motor eléctrico se entrega de golpe) que hace que se disparen las alarmas electrónicas cada dos por tres, lo que merma la agilidad del i8. Si apagamos el control de estabilidad ganamos mucho, sin que (al menos en piso seco) quedemos en manos de un coche demasiado delicado de conducir, todo lo contrario.
Mantiene la compostura en curva incluso a ritmos elevados gracias a una distribución de pesos muy equilibrada, a la eficacia del chasis, al bajo centro de gravedad y, por supuesto, también a la tracción híbrida a las cuatro ruedas: en la entrada de una curva en ritmos rápidos se envía más par motor a las ruedas traseras con el fin de mejorar la precisión del comportamiento, volviendo a una distribución más equitativa en la salida de la curva, lo que favorece la aceleración una vez que las ruedas ya están en paralelo a la carretera.
El i8 muestra una gran capacidad de aceleración, su chasis es muy equilibrado, la calidad de pisada que consigue la amortiguación electrónica es reseñable para ser un deportivo y la respuesta de la dirección es buena, como es tradición en BMW. Además, prácticamente no aparecen movimientos transversales de la carrocería gracias a la generosa anchura de vías y al bajo centro de gravedad.
Conducción a la carta
El i8 cuenta con cuatro modos de conducción que permiten explorar el potencial ambivalente de la conducción del i8. El primero es el eMode, que permite que la conducción eléctrica se extienda hasta los 120 km/h y cuya autonomía es de 37 kilómetros, generando cero emisiones.
En el Confort es la electrónica la que decide qué es lo mejor en cada momento. Arrancamos en eléctrico y, si tenemos tacto con el gas, podemos desplazamos de forma limpia hasta alcanzar los 65 km/h. A partir de ahí entra en acción el nuevo motor de tres cilindros de gasolina que se deja notar con una entrega de par muy temprana, desde muy bajas revoluciones y si aceleramos con fuerza recibiremos un "empujón" del motor eléctrico.
Cuando queramos priorizar la eficiencia, nuestro programa es el Eco Pro, en el que todos los ajustes están optimizados para reducir el consumo. El pedal del acelerador parece perder sensibilidad, el aire acondicionado funciona a medio gas y la velocidad máxima puede estar limitada (si se hizo ese ajuste en un menú personalizable).
Pero, como buen BMW, también contará con un programa deportivo en el que los dos motores funcionan juntos para explorar al máximo la esencia dinámica del i8. Ahora, el gas se dispara nada más sentir el roce de la suela del zapato del conductor, los cambios de marcha se hacen más rápidos, la dirección responde más directamente y el motor de gasolina también se dedica a recuperar más energía, para que las baterías nunca se queden vacías, incluso bajo estas condiciones exigentes.
Como balance, faltaríamos a la verdad si dijésemos que el i8 tiene una conducción deportiva tan pura como la de un Porsche 911, pero es difícil pensar en un coche que logre proporcionar este grado de emoción y que, a la vez, sea tan ecológicamente correcto. Su diseño tan rompedor es la manifestación exterior de la unión de una construcción integral en fibra de carbono, aluminio, un motor de 3 cilindros de 1.5 litros y una unidad eléctrico, además de la tracción a las cuatro ruedas. Aunque que algún margen de progreso a nivel dinámico, este i8 es un coche verdaderamente único.
Un interior moderno, pero muy BMW
Terminamos nuestro repaso con algún apunte de su interior, al que se accede a través de dos puertas de tijera muy fáciles de levantar (cortesía de la fibra de carbono de peso pluma y un cristal muy fino). Dentro nos esperan los bacquet deportivos (detrás hay dos plazas sólo aptas para niños) y un salpicadero de buen acabado con estructura de magnesio orientado hacia el conductor y en el que reconocemos los todos los elementos de los BMW actuales: el mando iDrive de infotenimiento y la pantalla en color y los botones del sistema Driving Experience para seleccionar los modos de conducción.
El interior es tan futurista como el exterior
La instrumentación es totalmente digital con efecto tridimensional con el velocímetro a la izquierda y el medidor eléctrico a la derecha (que puede estar gastando o acumulando). Este último indicador se reemplaza por un cuentarrevoluciones al elegir el modo Sport a la vez que cambia a rojo el color dominante de la instrumentación, antes azul. Si elegimos el modo Eco Pro aparece otro indicador de eficiencia, que anima a los conductores a ahorrar más (la información sobre la autonomía eléctrica y total se muestra de forma permanente).
El i8 es, sin duda, el coche más revolucionario de la historia de BMW: es el primero construido completamente en fibra de carbono y aluminio, con un novedoso motor de 3 cilindros, pionero en el empleo de luces láser y una con unas cifras sorprendentes, con 2,1 l/100 km de consumo medio y, a la vez, una capacidad para realizar el sprint de 0 a 100 km/h en apenas 4,4 segundos.