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Chincheta Autor Tema: " Las Perseidas "  (Leído 2965 veces)

25/08/2008, 19:58 -

" Las Perseidas "

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«Las Perseidas 2008»
por Miguel Gilarte
Director del Observatorio Astronómico de Almadén de la Plata (Sevilla)
Presidente de la Asociación Astronómica de España

Un Sistema Solar aún activo
Nuestro Sistema Solar, es un lugar aún activo. Un pequeño rincón dentro de nuestra Galaxia, la Vía Láctea, que contiene unos 100.000 millones de estrellas. Sabemos que no es el único Sistema Solar que existe en el Universo, tras el descubrimiento de más 300 planetas en otras estrellas, cuyo número debe aumentar con el paso de los meses y alcanzar cifras inimaginables que nos hubieran sorprendido hace unos años; tal vez encontremos miles de planetas, decenas de miles o millones de ellos. Claro que algunos serán similares a la Tierra, pero otros muchos, lugares inóspitos, sin atmósferas como Mercurio o la Luna o con temperaturas extremas como Venus, gigantes gaseosos como Júpiter, sin agua o sin las mínimas posibilidades de habitabilidad. No obstante, existen más estrellas en el Universo que todos los granos de arenas de todas las playas de la Tierra.

Pero en el Sistema Solar ocurren ciertos acontecimientos, que nos llaman poderosamente la atención. Algunos de una magnitud y potencia que difícilmente se podría precisar, como el caso del impacto del cometa shoemaker-Levy 9 contra Júpiter en 1994, una roca rodeada de hielo de más de 5 km de diámetro, que giraba entorno a Júpiter, se acercó demasiado al gigante planeta y terminó fragmentándose en al menos 20 trozos de entre 2,5 km y algunos cientos de metros, poco tiempo después, se precipitaron contra Júpiter y la potencia de las explosiones de los impactos, pudieron ser vistas desde la Tierra con pequeños telescopios de aficionados.

Debido a la gran fuerza de gravedad de Júpiter (un planeta cuyo volumen es más de mil veces la Tierra, podríamos echar más de 1.000 planetas como la Tierra dentro de Júpiter para llenar su volumen), el planeta absorbe una gran cantidad de cometas y asteroides (rocas de pocos cm a cientos de km de diámetro), esto hace que el peligro de impacto de estos cuerpos celestes con la Tierra, sea menor gracias al efecto “aspiradora” del gran planeta.

Imagen de Júpiter hecha por el Telescopio Espacial Hubble, en la que se muestra el resultado de uno de los impactos de los fragmentos del cometa.

El acontecimiento de las Perseidas
Todos los años, la noche del 12 de agosto, ocurre un acontecimiento astronómico que todos los ciudadanos podemos contemplar a simple vista sin necesidad de emplear ningún medio óptico como prismáticos o telescopios. Es de las pocas cosas de las que podemos disfrutar de forma gratuita.


¿Por qué se produce una lluvia de estrellas fugaces?
Las Perseidas o también llamadas las Lágrimas de San Lorenzo, no es la única lluvia de estrellas fugaces que se produce al cabo del año. Hay contabilizadas más de 140 de estas lluvias, muchas de ellas apenas perceptibles por el bajo número de meteoros (o estrella fugaces) que pueden ser observados, así como el bajo brillo individual de cada una de esas estrellas fugaces.

Las lluvias más importantes son las siguientes:

1.- Las Cuadrántidas, con máximo de actividad el 3 de enero, se pueden ver más de 120 meteoros cada hora.
2.- Las Eta Acuáridas, con máximo de actividad el 5 de mayo, llegándose a ver hasta 60 meteoros cada hora.
3.- Las Perseidas, con máximo de actividad el 12 de agosto, observándose más de 100 meteoros cada hora.
4.- Las Leónidas, con máximo el 17 de noviembre. La lluvia de las Leónidas es un fenómeno curioso y ha habido años en los que se ha observado una lluvia tan intensa y brillante, que algunos observadores hablaban de un espectáculo parecido a fuegos artificiales.
5.- Las Gemínidas, con máximo de actividad el 7 de diciembre, pudiéndose contemplar más de 120 meteoros cada hora.

El número de meteoros que se puede contemplar en cada una de las lluvias, puede variar mucho cada año, ello depende en gran medida de si el cometa ha pasado recientemente por las proximidades de la Tierra, dejando en el espacio parte del material del que está constituido, ello hace que el número de meteoros sea mayor al paso de la Tierra por estos restos de reciente depósito en el espacio. A medida que pasa el tiempo, estos restos se irán diseminando por el espacio y cayendo hacia la Tierra, cada vez en menor número, hasta que el cometa vuelva a pasar cerca de la Tierra y vuelva a dejar nuevos restos.

Los cometas provocan las lluvias de meteoros
¿Qué es un cometa?
Un cometa es una roca rodeada de hielo o bien una mezcla de hielo mezclado con polvo y pequeñas rocas, de ahí que en ocasiones se les denomine como bolas de hielo sucio. El tamaño de un cometa puede variar sustancialmente y ser un objeto de menos de 1 km hasta más de 50 km.

Los cometas son famosos por sus extensas colas, que pueden llegar a medir millones de km. No es fácil vislumbrar a simple vista una de esas maravillosas colas, aunque en los últimos años hemos tenido oportunidad de contemplar algunas de ellas, como la del cometa McNaught visible en 2007 y el más brillante de los últimos 40 años incluso pudo verse durante el día, desplegando una larguísima cola que abarcaba una enorme extensión en el cielo. El núcleo del cometa se estimó en 10 km de diámetro (aunque algunos mediciones llegaron hasta los 40 km), recordemos que un objeto similar destruyó hace 65 millones de años a la mayor parte de los dinosaurios y a casi toda la vida de la Tierra tras impactar con nuestro planeta.

El Gran Cometa de 1843 batió todos los récords; tenía una cola de más de 300 millones de km, o lo que es lo mismo, si pusiéramos el núcleo del cometa en el Sol, la cola hubiera cruzado la órbita de Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. Llegó a brillar 60 veces más que la Luna llena


Un cometa no es más que una gran roca irregular cubierta de hielo y sin cola cuando está lejos del Sol, así que no tiene actividad alguna. Pero cuando comienza a aproximarse al Sol, y se acerca a la órbita de Júpiter, ocurre una interesante reacción sobre su superficie.

El calor que ahora le llega del Sol, hace que el hielo se sublime, es decir, pase del estado sólido al gaseoso directamente, sin pasar por el líquido. Ello es debido a la falta de atmósfera y por lo tanto de presión atmosférica en la superficie de un cometa. Algo similar le ocurre a Marte. Su atmósfera es tan sutil, que la presión atmosférica es insuficiente para que en la superficie del planeta corra el agua, por ello buscamos ahora agua bajo la misma.

Una vez que el hielo del cometa comienza a sublimarse, conlleva ciertas reacciones sobre la superficie del mismo haciendo que se desprenda parte del material del cometa, como por ejemplo pequeñas rocas y trozos de hielo, pero sobre todo polvo y gas. Tenemos que imaginar como géiseres que parten de la superficie del cometa, estos pequeños géiseres en forma de gas arrastran consigo hacia el espacio pequeños restos de material sólido.

Pero hay algo más. El hecho de que las colas de los cometas midan en ocasiones cientos de millones de km, se debe a otro tipo de actividad, y a un responsable; el Sol. Material del Sol esencialmente hidrógeno y helio que escapa de nuestra estrella entre 200 y 889 km/s, denominado viento solar es lo suficientemente potente como para barrer el polvo y el gas que ahora sale del núcleo del cometa, para extenderlo millones de km en el espacio en dirección contraria al Sol, ello hace que cuando un cometa se acerca al Sol, el núcleo vaya por delante de su cola, pero cuando comienza a alejarse del astro rey, sea al contrario.

La cola del cometa irá siempre en dirección contraria al Sol, debido a la fuerza con la que “sopla” el viento solar.

El cometa entonces, va dejando su huella por el especio. Millones de pequeños fragmentos quedan diseminados por el firmamentro tras el paso del cometa. De esta forma un cometa se va desgastando tras pasar por las proximidades del Sol. Se desgastarán mucho antes aquellos que tengan períodos de traslación alrededor del Sol, muy cortos, como el cometa Encke que emplea algo más de tres años, pero hay otros que emplean miles o millones de años en cada una de sus órbitas entorno al Sol. Con el tiempo los cometas al perder material se hacen cada vez más pequeños hasta desaparecer, algunos explotan y se convierten en un enjambre de pequeños restos. El cometa West se rompió en 4 trozos, en 1994 el cometa Shoemaker-Levy se rompió en 17 pedazos.

Pero para que ocurra una lluvia de meteoros o estrellas fugaces, se tiene que dar una casualidad y para ello debe estar implicada la Tierra. Los restos que van dejando los cometas por el espacio son como la estela de un avión. Si la Tierra en su órbita alrededor del Sol, se topa con estos restos, se producirá una lluvia de estrellas fugaces.

¿Qué son las estrellas fugaces?
Realmente esta denominación, aunque es la más utilizada, no es muy correcta pues no se trata de estrellas que caigan a la Tierra, sería el fin y se debe emplear mejor “lluvia de meteoros”. Llamamos meteoroides a los cuerpos de pequeños tamaños que viajan por el espacio, meteoro (o estrella fugaz) a la aparición repentina como un destello brillante cuando el meteoroide entra en la atmósfera y si llega a tocar el suelo y podemos recoger una muestra, entonces lo llamaremos meteorito.

En realidad, los restos del cometa que caen a la Tierra son de unas dimensiones extremadamente pequeñas. La mayoría son como un grano de arena, algunas podrían ser como lentejas o garbanzos y sólo un puñado, mayores.

¿Pero por qué se hacen tan brillantes si son tan pequeñas? La respuesta está en la velocidad. Los pequeños fragmentos del cometa, se internan en la atmósfera terrestre a unos 60 km/h, es una velocidad extraordinaria que hace que cualquier partícula esté sometida a una altísima temperatura por la fricción con la atmósfera (más de 2.000 grados), liberando tal cantidad de energía que se hacen extremadamente brillantes a 100 km de altura donde comienzan a fundirse.

Algunas de estos trozos cometarios, son tan brillantes que pueden dejar una estela en el cielo, denominada “estela persistente” que puede durar algunos segundos o incluso minutos flotando entre las estrellas de fondo. En otros casos podremos distinguir claramente el color del destello; amarillo, azul, rojo verde, etc. Aquellos meteoros que pueden llegar más próximos al suelo, emiten incluso un silbido y son denominados “bólidos”, además son los más brillantes, otros incluso pueden llegar a romperse y los más osados podrían chocar contra la Tierra. Las denominadas corrientemente bolas de fuego, (meteoros mayores) pueden iluminar el suelo durante la noche y realizar recorridos por el cielo extraordinarios, incluso algunas de estas bolas de fuego han entrado por un extremo de nuestra atmósfera y han salido por el otro, mientras, hemos gozado de su brillante recorrido por el mismo.

Hay que tener en cuenta que todos los años entran en la atmósfera terrestre miles de toneladas de material extraterrestre, casi todo procedente de cometas, asteroides y de las lluvias de meteoros que conocemos. Este material es muy variado en cuanto a tamaño, forma y composición. Aquellos que suelen tocar tierra, están compuesto de hierro, o de hierro y roca y tener unas dimensiones muy superiores a las de las estrellas fugaces típicas.


El cometa que da origen a las Perseidas
Este cometa se denomina 109P/Swift-Tuttle fue descubierto de forma independiente por Lewis Swift el 16 de julio de 1862 y por Horace Parnell Tuttle el 19 de julio de 1862.

El cometa es periódico, es decir, que tiene una órbita cerrada alrededor del Sol, mientras que otros cometas no periódicos solo pasan una vez alrededor del Sol para no volver más en una órbita hiperbólica. El cometa 109P/Swift-Tuttle volvió a pasar tras su descubrimiento en 1992, aunque se esperaba que lo hubiera hecho 10 años antes. Así que dicho cometa tiene una órbita que tarda en recorrerla 130 años, aunque los cometas están sometidos, por ser cuerpos pequeños (este tiene 10 km de diámetro) a la acción gravitatoria de planetas y el Sol, que la modifican y hacen que el tiempo de paso en las proximidades del Sol se acorte o se alargue, por ello en ocasiones es difícil establecer con exactitud los parámetros de las órbitas de cometas y asteroides.

Una de las lluvias más abundantes en meteoros que se ha podido contemplar dentro de las Perseidas, es la de 1992 cuando el cometa había pasado recientemente y había dejado gran cantidad de restos por el espacio. Se habían contabilizado hasta 400 meteoros visibles por hora. A partir de este año, aunque ha habido un número importante de meteoros de las Perseidas cada año, el índice general ha ido decreciendo.
A pesar de que su descubrimiento data de 1882, la lluvia de las Perseidas se conoce según textos chinos, desde el siglo II.

Pronóstico para el día 12 de agosto de 2008
La Tierra no emplea una sola noche en recorrer los restos del cometa 109P/Swift-Tuttle, sino que normalmente lo suele hacer desde el día 17 de julio al 24 de agosto, aunque alcanza su máxima actividad el día 12 de agosto.

Los mejores momentos para ver esta lluvia, es antes del amanecer del día 12, la noche del 12 al 13 o el anochecer del día 13.

El único inconveniente con el que nos encontraremos este año, será la presencia de la Luna, que se encontrará entre el cuarto creciente y la Luna llena, de modo que deslumbrará en cierta medida la noche. Para evitar la Luna, es mejor esperar hasta altas horas de la madrugada.

Para ver estrellas fugaces es conveniente tener un cielo muy oscuro, sin la presencia de la Luna y lejos de las luces de las grandes ciudades. Mientras más oscuro encontremos el cielo, más meteoros podremos ver y aquellos débiles se harán visibles.

Las Perseidas se denominan así porque la mayor parte de los meteoros que vemos parecen preceder de la constelación de Perseo, y a este lugar se le llama radiante.

Perseo es una constelación que se localiza cerca de la estrella Polar, es decir cerca del norte celeste, por ello desde el hemisferio sur no se puede contemplar con todo en todo su esplendor esta lluvia. Es hacia el norte principalmente donde hay que mirar y esperar a la aparición de estos meteoros, aunque pueden aparecer en cualquier lugar del cielo. La mayor parte de los meteoros parecerán partir de la constelación de Perseo.


Consejos para la observación:
- Hay aún mucha gente que cree que las observaciones de las estrellas fugaces deben hacerse con telescopios y prismáticos. En realidad, hay que realizarla a simple vista, ya que los instrumentos ópticos cierran mucho el campo de visión y sólo abarcaremos una pequeña región del cielo. Nuestros ojos abarcan mucho más.
- La mejor forma y más cómoda es tumbado sobre el suelo, mejor que sentado.
- Debemos escoger un lugar apartado de las luces de la ciudad, ello nos hará ver un cielo más oscuro y por lo tanto podremos ver estrellas fugaces más débiles.
- Muy importante es tener el horizonte lo más despejado posible, sin montañas ni árboles próximos.
- Aquellas personas que dispongan de mapas del cielo y algún conocimiento de las constelaciones, podrán dibujar la trayectoria sobre dicho mapa del meteoro, así como su color, tiempo en el que se ha visto, si deja estela o no, magnitud o brillo, etc.
- Comida y ropa de abrigo.
- Si somos varios los observadores, lo mejor es tumbarnos y cada uno de ellos mirando a una zona del cielo.
- Podemos realizar fotografías, dejando la cámara en posición B, es decir, empleando una exposición de varios minutos sobre una determinada zona del cielo, mejor, hacia la constelación de Perseo. Debemos emplear en las cámaras analógicas carretes de alta sensibilidad; de 400 ASA en adelante. Necesitaremos también un trípode.

fuente:ikerjimenez.com
26/08/2008, 22:16 -

Re: " Las Perseidas "

#1
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Aquella noche algo muy extraño sucedió en ese lugar.

La noche no era una noche cualquiera, era el once de agosto del año dos mil ocho, es decir, cuando las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo alcanzaban su máximo esplendor y podría verse en el cielo un espectáculo fulgurante de luces: La lluvia de estrellas.

El lugar tampoco era un sitio cualquiera, era el recinto que delimita el castillo de Almonacid.

Lo sucedido... eso, señores, no es nada fácil de explicar, porque lo sucedido aquella noche en ese lugar sencillamente fue escalofriante. Pero vayamos al principio.

Quien camine por La Mancha Toledana lo conoce, quien circule desde Madrid a Toledo lo otea en el horizonte, quien vive cerca de él lo ignora, quien lo visite por las noches puede salir aterrado. Es el Castillo de Almonacid.

Almonacid, es un lugar cuyo nombre figura nada menos que en el Arco del Triunfo de Paris, y si su nombre figura en tal insigne lugar, comprenderán ustedes que necesariamente algo excepcional debió suceder allí.

Y cuenta la historia que lo que allí sucedió el once de agosto del año mil ochocientos nueve fue nada menos que la Batalla de Almonacid, donde murieron seis mil combatientes, cuatro mil españoles y dos mil franceses. La mayoría de los combatientes murieron pasados a bayoneta y es en honor a esa batalla por la que el nombre de Almonacid figura grabado en El Arco del Triunfo de Paris.

Quiso el destino que por esos días éste Caminante frecuentara esos lugares y pensó, erróneamente por lo que a continuación podrán deducir, que desde la loma donde se ubica el Castillo de Almonacid sería un buen lugar para contemplar la lluvia de estrellas, además coincidía que ese día, hacia tan sólo ciento noventa y nueve años, se librase en ese lugar la Batalla de Almonacid.

No es éste Caminante hombre dado a correr riesgos o involucrarse en aventuras de incierto desenlace, pero nada hacía presagiar que asunto tan lúdico e inocente, cual era contemplar de madrugada la lluvia de Las Perseidas desde tan privilegiada atalaya, fuese motivo de tomar precauciones extraordinarias, pero por precaución, sólo por precaución, este Caminante no se olvidó de meter en su mochila una 40 Smith&Wesson

El Castillo, para quién no conozca tal lugar, esta situado en un cerro de unos novecientos metros de altitud y dista del pueblo que da nombre al Castillo unos trescientos metros. Se comunica a través de un camino que serpentea el cerro y allá, en lo alto, yergue su figura, medio desvencijados sus muros, medio derruidas sus almenas, francas sus entradas, salpicado de escombros su patio de armas y excepcionalmente conservada su torre del homenaje.

Del Castillo de Almonacid se polemiza acerca de sus orígenes, si romano o árabe, y son varias las leyendas que le acompañan, siendo de las más conocidas la de un pasadizo secreto entre los Castillos de Almonacid, Mascaraque y Mora, distantes tan sólo una legua entre cada uno.

En el interior del recinto se encuentran los huecos de tres aljibes, uno de planta circular y pequeño y otros dos alargados y profundos, con bóvedas y tallados en roca viva, y que no hacen sino alimentar la leyenda del pasadizo subterráneo entre los tres Castillos.

Aunque para leyenda curiosa y sugerente la que hace referencia a una ventana en el muro de la torre, con una ingeniosa construcción con derrame hacia el interior, permitiendo la entrada de la luz, pero haciendo imposible el ataque. La leyenda asevera que fue mandada construir por una princesa mora que se marchitaba si le faltaba la luz solar, y que consiguió aunar la seguridad ante un ataque y la luminosidad de aquel, su recinto.

Como saben quienes antes hayan disfrutado del fulgurante espectáculo de Las Perseidas, éste se produce sobre la madrugada, de modo que coloqué la colchoneta y estera y tendí mi saco contra la Torre del Homenaje. Eran más o menos las doce de la noche y me dispuse a descabezar un placentero sueño antes que mi despertador me avisase que la lluvia de estrellas estaba lista para salir a su encuentro.

Nada más traspasar las puertas del Castillo, noté una rara sensación, algo así como si alguien escondido en algún lugar me estuviese observando. El recinto no es tan grande de modo que antes de tumbarme sobre mi saco para dormir, escudriñé minuciosamente el espacio interior del castillo y fue entonces, cuando tuve la certeza de que estaba en soledad, cuando me decidí a echarme a dormir.

Claro, que tardé más en echarme sobre mi camastro que en dar un salto y ponerme de pie. Alguien, justo detrás de la Torre del Homenaje, me advertía:

–Cristiano, cristiano, no te duermas, cristiano.

La voz era inconfundiblemente de mujer, de mujer joven, de mujer angustiada, y el mensaje era esclarecedor: no te duermas.

Con la Smith&Wesson aferrada a mi mano derecha y una potente linterna en mi mano izquierda corrí tras la torre para localizar a quién de esa manera me advertía, pero tras la torre no había nadie, absolutamente nadie, además era imposible que hubiese salido corriendo en busca de otro refugio, pues el patio de armas es suficientemente ancho y despejado para no dar tiempo a nadie a buscar cobijo en otro lugar, ni tras los muros de la torre había lugar alguno donde esconderse. Ese lugar carece de recovecos.

Por más vueltas que le di, por más conjeturas que hice, no pude descifrar el misterio de aquella enigmática voz que de tal manera me advertía. Estuve valorando por unos momentos marcharme del lugar, pero deseché la idea porque quizás no sea un valiente, pero desde luego lo que no soy es un asustadizo que se acobarda a la primera de cambio.

Volví hacia mi lugar de acampada y esta vez, en lugar de acostarme me senté, aunque eso si, con las orejas bien abiertas y la Smith&Wesson bien aferrada a mi mano. No volví a escuchar la voz de la mujer, pero nuevamente tuve la sensación de que alguien estaba vigilándome desde muy cerca.

No podría decirles exactamente qué me hacía sospechar que alguien más estaba en ese sitio, pero créanme si les afirmo, sin lugar a dudas, que en ese momento alguien más estaba compartiendo mi tiempo y mi espacio.

Por momentos tuve la sensación que alguien estaba delante de mi respirando y mirándome fijamente a los ojos, pero todo era inútil, la linterna no reflejaba nada y además la luna estaba en cuarto creciente y la estancia estaba lo suficiente iluminada para que nadie pudiese pasar inadvertido por falta de luz... pero alguien, inequívocamente, estaba delante de mi.

Por primera vez en la noche noté que las fuerzas me abandonaban, se me puso la carne de gallina y el corazón se me desbocaba. Traté de recuperarme, me puse en pie y comencé a dar vueltas por el entorno, aunque todo inútil: no había nadie.

Me llamó la atención uno de los aljibes tallado sobre la roca, enfoqué la luz de la linterna hacía el foso y esta vez, sin el menor atisbo de duda alguna, escuché unas voces que salían del interior del aljibe:

–Sarracenos, sarracenos, sarracenos

Era la voz de un hombre que, sobresaltado, alertaba desde el interior la presencia de sarracenos en el lugar, pero allí no había nadie excepto yo mismo y a la vista estaba que no era precisamente un sarraceno.

Esta vez no me temblaron ni las piernas ni las manos, apunté mi pistola y disparé sin contemplaciones hacía el interior del aljibe. Me detuve después de vaciar el cargador y me quedé en silencio observando la grieta del aljibe por donde salían las voces, pero nada, el silencio era total, los gruesos muros del recinto del castillo habían ahogado el ruido de los disparos y el silencio seguía siendo absoluto.

Volví a recargar con cartuchos la pistola y esta vez hice algo diferente: agarré la pistola, alargué el brazo al frente y giré sobre mí mismo una vuelta de 360 grados, apuntando pero sin disparar. Me volví a quedar en silencio y la sensación de que alguien más estaba a muy escasa distancia me hizo tomar la decisión: comencé nuevamente a girar sobre mí mismo, aunque esta vez descargando la pistola y disparando al frente.

Cuando hube completado la vuelta y la pistola estaba descargada nuevamente volví a escuchar la voz de una mujer joven, aunque me pareció a mí que no era la misma voz de la primera vez. Esta vez la voz era dulce y melodiosa y no, no me advertía de nada, sencillamente estaba cantando una canción que hacía mención a una princesa, la Princesa Aixa, que como algunos recordarán fue la madre de Boabdil.

Había vaciado dos veces el cargador de mi pistola, la noche era calma, la luna iluminaba el recinto, el olor a salitre, carbón y azufre lo inundaba todo, la pólvora se masticaba. Encaminé mis pasos hacía la mochila y recargué la pistola a la vez que metía en el bolsillo un nuevo cargador de repuesto.

Decidido, absolutamente decidido me dirigí tras el muro de la Torre del Homenaje desde donde alguien estaba cantando una canción a la Princesa Aixa. Nada más doblar el muro que ocultaba la estancia apreté el gatillo de mi Smith&Wesson calibre 40 y vacié el cargador disparando hacia un lado y otro. Volví a recargar la pistola con el cargador de repuesto y lo volví a vaciar disparando a mí alrededor.

Conseguí acallar a la mujer que cantaba, conseguí que el olor a pólvora se mantuviese, conseguí quedarme sin munición, había venido a ver la lluvia de estrellas, no a una guerra de sombras, pero lo que no conseguí fue que desapareciera la sensación de estar con más gente en el recinto del castillo.

Me había quedado sin munición y estaba como al principio: alguien me acechaba.

Miré hacía la puerta del Castillo y tuve que hacer esfuerzos para evitarla. Miré hacía mi mochila y mi saco de dormir y tuve que hacer esfuerzos para superar el miedo y regresar al campamento. Me acosté y en una especie de duermevela conseguí por fin conciliar el sueño.

No puedo asegurarles el tiempo que permanecí dormido, pero nuevamente una voz me despertó súbitamente, aunque esta vez no me advertía, esta vez era un grito desgarrador:

–Cristiano, cristiano...

Alarmado por los gritos abrí los ojos y me quedé aterrado, una cimitarra empuñada por una mano enguantada se desplomaba sobre mi garganta. Apenas tuve tiempo de echarme a rodar y por milésimas pude evitar que me rebanara la cabeza. Sentí una especie de zumbido cortando el aire, sentí el olor del frío acero cerca, muy cerca de mi gaznate, sentí correr sobre mi pescuezo un hilillo viscoso que goteaba sobre mi pecho. Eché mano a la garganta y la saqué ensangrentada, habían conseguido hacerme un corte, pero no parecía excesivamente grave.

No podría asegurarles cómo conseguí llegar a la puerta de salida de aquel castillo, porque las piernas apenas me sujetaban. No podría decirles a ciencia cierta cómo conseguí llegar a mi coche, que lo tenía aparcado a más de cien metros del castillo, pero lo que si les puedo decir es que arranqué el motor y no paré hasta que varias horas después el coche se quedó en medio de la carretera, seco de combustible.

¡Ah! las Perseidas, hablábamos de las Perseidas. No, no puedo decirles qué ocurrió esa madrugada con Las Perseidas.

 
fuente:pasarmiedo.com


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