Leyendas del viejo Madrid
Un recorrido por las historias más enigmáticas del pasado madrileño
El programa Descubre Madrid nos permite repasar las tradiciones que los madrileños han heredado de sus antepasados y conocer las principales leyendas que rodean la ciudad y que, con el paso de los años y la palabrería popular, han pasado a convertirse en mitos urbanos.
En muchas ocasiones, el punto de partida para crear una gran historia era dar con el personaje adecuado, conocido por todos, admirado y odiado a partes iguales. De este modo, una pequeña anécdota, lanzada en el lugar conveniente –cualquiera de los mentideros de la época- corría de boca en boca y se agrandaba como bola de nieve.
La Plaza Mayor fue testigo del comienzo de muchas de estas historias. Una de ellas tuvo como protagonista al conde de Villamediana, que en el siglo XVII disfrutó de una posición destacada, a pesar de ser un personaje polémico por sus críticas contra nobles y plebeyos.
Por esta razón se dio crédito al rumor que apuntaba a que el conde de Villamediana estaba enamorado de la mismísima reina Isabel de Borbón. Cuentan que el conde asistió a una de las frecuentes fiestas taurinas que se celebraban en la Plaza Mayor con un collar formado por reales y una inscripción que decía: “Son mis amores”. Unos apuntan a que con ello quería dejar de manifiesto su interés por el dinero, muchos otros, sin embargo, defienden que lo que el conde de Villamediana pretendía era dar a conocer su amor por la reina (“reales son mis amores”).
De cualquier modo, supuso un desafío, y cuando quiso brindarle un toro a la reina, un regidor provocando al rey afirmó: “Su Majestad, ¡qué bien pica el conde!”. Algo que Felipe IV zanjó con un “¡pero pica muy alto!”. Aunque el desagravio pareció quedar ahí, el conde de Villamediana apareció muerto días después cerca de San Ginés, iniciándose el rumor de que el asesinato fue por orden real, producto de los celos del monarca.
Plaza de Puerta Cerrada
Los madrileños encontraron en la Plaza de Puerta Cerrada el lugar perfecto para ambientar muchas de sus leyendas. Era la zona en donde se hacían las rondas de vigilancia cuando existía la muralla cristiana, y una de sus puertas -que debió ser clausurada porque en ella se refugiaban delincuentes para perpetrar sus asaltos- es la que dio nombre a la plaza.
Leyendas del viejo MadridSin dejar el lugar, el recorrido por las leyendas del viejo Madrid permitirá conocer el origen de refranes –como aquel que asegura que quien pasa por la calle de la Pasa se casa-, la razón de los nombres que recibieron las diferentes calles –como la Cava Baja y la Cava Alta, en referencia a los fosos que protegieron la muralla cristiana en los siglos XII y XIII-, y escuchar algunas de las anécdotas que protagonizaron Felipe IV y una de sus amantes, doña Laura, que habitaba en los alrededores.
Además, la ruta se detendrá en una de las fachadas de la Plaza de Puerta Cerrada que, aunque suele pasar desapercibida para muchos, rinde homenaje al nacimiento de Madrid. En ella, se ha pintado un gran mural en el que puede leerse “Fui sobre agua edificada / Mis muros de fuego son”, unos versos que recuerdan la riqueza en agua de las tierras sobre las que se levantó la ciudad y el material –piedra de fuego- con la que se construyó su muralla.
Plaza de la Paja
Al llegar a la Plaza de la Paja, se recuerda al visitante que en el pasado, la que hoy conocemos como Plaza Mayor era en realidad una plazuela en los arrabales de la ciudad, mientras que la primera era el verdadero núcleo de Madrid. En ella, los capellanes subastaban el grano obtenido de las cosechas para pagar su manutención, por esa razón, se conoce desde entonces como la Plaza de la Paja.
Desde la misma plaza se divisa la torre mudéjar de la iglesia de San Pedro ‘El Viejo’, datada en el siglo XIV. Además de su interés religioso y artístico, esta iglesia es conocida porque dicen que la primera campana que colgó de su torre se colocó sola. La leyenda asegura que cuando los hombres cargaban con ella para subirla a lo alto, la campana se quedó atascada entre las paredes de la torre. Sorprendidos e incapaces de moverla, los hombres decidieron abandonar el trabajo para descansar, pero cuando volvieron al día siguiente, su sorpresa fue mayor al comprobar que la campana ya se encontraba en su lugar.
El jardín del Príncipe Anglona, junto a la casa-palacio del mismo nombre, estuvo cerrado al público hasta hace pocos años. Ahora es un lugar tranquilo desde el que divisar los barrios que rodean la Plaza de la Paja, y que se convierte en el marco ideal para descubrir a través de la ruta quién fue Ruy González de Clavijo –al que recuerda una placa frente al jardín-, por qué los madrileños son ‘gatos’ o que el oso que aparece en el escudo de la ciudad es en realidad una osa, representación de la constelación de la Osa Menor.
Plaza de Alamillo
La ruta se adentra en el barrio de la Morería para detenerse en la Plaza del Alamillo, en donde se cree que tuvo su sede el Tribunal Árabe de la Morería, cuando Madrid era Mayrit, la ciudad árabe fundada en el siglo IX. A pesar de sus orígenes, no está claro si el nombre de esta plaza proviene del árabe alamud (tribunal), o bien responde simplemente a la especie de los árboles que en ella se plantaron.
Leyendas del viejo MadridEste barrio formó parte de la medina madrileña y por tanto acogió a un gran número de musulmanes que debieron refugiarse en él cuando comenzó la Reconquista. Una vez que el rey Alfonso VI consiguió entrar en la ciudad y controlarla, ordenó a jóvenes cristianos ocupar el barrio para ‘repoblarlo’.
Junto a la Plaza del Alamillo comienza la calle del Toro que no fue nombrada así por los encierros que en siglos pasados se celebraron en ese barrio, sino porque cuentan que uno de los vecinos de la calle colgaba de su ventana unas astas de toro con el fin de atemorizar a los transeúntes, imitando el bramido del animal.
Viaducto
El arquitecto Eugenio Barrón firmó el proyecto de remodelación de la calle Bailén que, entre 1872 y 1874, incluyó la edificación del primer viaducto que hubo sobre la calle Segovia. Esta construcción era de hierro y madera, y fue sustituida por otra de hormigón armado en 1934, que a su vez debió ser reconstruida tras la Guerra Civil.
El viaducto de Madrid es una de las estampas más conocidas de la ciudad, no sólo por las estupendas vistas que permite disfrutar de los tejados madrileños, sino también por ser un lugar elegido en demasiadas ocasiones por los suicidas. Se trata de una sórdida tradición –a la que se ha puesto solución con unas mamparas de seguridad- con tanta historia como el propio viaducto. Cuenta la leyenda que ya en el siglo XIX, una joven quiso morir porque su familia no consintió que se casara con su enamorado. Sin embargo, esta primera historia del viaducto terminó con final feliz, ya que la joven sólo sufrió algunas magulladuras, gracias a que sus faldas frenaron la caída. La joven moriría mucho después, al dar a luz a su decimocuarto hijo.
Sin perder de vista el viaducto, la ruta descubre a los pies de un edificio de reciente construcción el escudo más antiguo de Madrid. Este emblema es lo único que queda del que fuera primer Ayuntamiento de Madrid y Toledo, un edificio conocido como la Casa del Pastor. En él vivió don José, un sacerdote que al verse cerca de la muerte preparó su testamento y dejó escrito en un sobre cerrado quién sería el heredero de su casa. Al morir, abrieron la carta y pudieron leer: “Mi casa será para la primera persona que entre a Madrid por la Puerta de la Vega en la madrugada de mi muerte”.
Los testigos esperaron en dicha puerta hasta que un pastor con su rebaño la atravesó. Tras recibir la casa en herencia, se comprobó que el destino recompensó al pastor, ya que este hombre fue el que dio cobijo a don José cuando el sacerdote debió escapar una temporada de Madrid por problemas con la Santa Inquisición.
Plaza de la Villa
El recorrido por las viejas historias de la ciudad termina a las espaldas de la Plaza de la Villa, en la calle Madrid. Es el momento de escuchar algunas de las leyendas madrileñas más tenebrosas, sembradas de misterios y muertes, con los fantasmas como protagonistas. Por ejemplo, la del alma del marqués de Cañete a la que se le atribuyen los primeros fenómenos paranormales de la villa –siglo XVII-, en el antiguo Palacio de Cañete, ahora edificio que ocupa el Patronato de Turismo. Cuentan que el espíritu del marqués asesinado se paseó por los pasillos de su mansión, lamentándose, hasta que se descubrió al verdadero autor de su muerte.
Frente a la calle Madrid, la calle del Rollo y la calle Sacramento se encuentran en donde antes estuvo la Casa de la Cruz de Palo. Aunque el edificio desapareció hace años, la historia que la hizo popular persiste en la memoria de muchos. En esta casa vivió una joven árabe que fue casada con un noble de mayor edad, pero que se enamoró de un caballero español con el que mantuvo numerosos encuentros clandestinos hasta que éste desapareció. Cuando la joven enviudó y quiso marcharse de la casa, descubrió el cadáver de su amante escindido entre muebles viejos guardados en el desván. Entonces comprendió que su marido les debió descubrir y preparar la venganza. Tras enterrarlo, la mujer mandó colocar en lo alto de la casa una cruz de madera en recuerdo del joven cristiano asesinado.
Lo cierto es que cada rincón, cada calle del viejo Madrid, ha sido fuente de inspiración para misteriosas historias o divertidas anécdotas, de las que lo menos importante es la proporción de realidad y de fantasía que las aderezan.