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Chincheta Autor Tema: El despertar de la conciencia superior  (Leído 2878 veces)

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LA CONCIENCIA SUPERIOR



Por encima del "estado sonambúlico" existe una condición de vigilia superior cuya antesala es la autoconciencia, en la cual el sujeto tiene conciencia de sí mismo, puede autoobservarse, y se produce un ininterrumpido flujo de la conciencia psicológica en torno a un punto referencial céntrico constituido por el yo. Si recomendamos la definición de conciencia dada por Wiliam James, donde la muestra como "un rio que fluye constantemente", podemos imaginarnos al sujeto mismo como un individuo que está de pie junto a una corriente. El contenido de ella se aleja continuamente sin darle tiempo a un análisis reflexivo superior. De esta manera, no puede apoderarse del significado trascendente de las experiencias cotidianas ni efectuar un aprendizaje superior; por el contrario el edificio de su vida psíquica e intelectual sobre la base de un condicionamiento memorista no reflexivo. Con esa conducta, la hipnosis se refuerza constantemente, disminuyendo, consecuentemente, las posibilidades de liberarse de ella.

Para aprovechar el ejemplo, explicaremos en ese mismo lenguaje qué es lo que debe hacer el sujeto para cambiar su propia situación.

Supongámoslo nuevamente, de pie junto al rio de su conciencia, poseyendo ahora el poder de modificarla para establecer un curso circular en torno a sí mismo. De este modo, el individuo estaría en el medio de una especie de isla circular, rodeada en su totalidad por una corriente fluvial que giraría incesantemente en torno a ella.

Sigamos imaginando que esta agua no es una cantidad limitada encerrada en un curso sin salida, sino que existe un sistema de control de admisión y expulsión. De este modo se deja entrar solamente en proporción de lo que sale. ¿Y qué es lo que sale? El material de desecho de todo aquello que ha penetrado en nosotros (estímulos y captaciones), que es lo que resta después de haber efectuado el más cuidadoso procedimiento de extracción de la quintaesencia de las experiencias cotidianas.

Este esquema que estamos explicando se refiere al mapa de la conciencia del hermetista, que funciona en base a un proceso que tarda mucho más que el convencional, en lo que se refiere a completar un ciclo de conocimiento. Sin embargo, el resultado del mecanismo tradicional es la mediocridad onírica, mientras que los efectos del que proponemos conforman la real sabiduría.

El ejemplo simbólico que hemos expuesto presenta al yo convertido en un punto obligado de refencia de nuestra captación consciente. Nos referimos, por cierto, al "yo superior" identidad estable y madura nacida por obra de nuestra propia voluntad, y no a los múltiples y variables yoes de existencia efímera, que conforman la psiquis del hombre común.

Con el método que proponemos conseguir evitar involucrarnos en experiencias en las que no participamos conscientemente, ya que por lo común somos meros instrumentos de acontecimientos que no nos aportan más que variables estados emocionales e información memorista. Autoconciencia significa ser uno mismo, en su yo real, el punto focal de las propias vivencias. Quiere decir que, sentiremos, actuaremos y pensaremos en virtud del yo, por el yo y para el yo. De otra manera, la vida no es real, ya que es experimentada por un sujeto ajeno a nuestra propia condición esencial, parásito que se alimenta de nuestras oportunidades perdidas, y que es el "yo onírico".

Esta es la situación "normal" del hombre "sonambúlico" (que es el común), quien pierde su yo esencial conservando solamente el yo de la identidad corporal y psicológica, que es el "yo onírico".

Me parece que ha llegado el instante de realizar algunas precisiones semánticas para facilitar la comprensión de lo que estamos explicando. Me refiero a la definición de los yoes básicos de carácter permanente que poseen todos los seres humanos, aunque en diversos grados de desarrollo. Normalmente las personas tienen tres yoes básicos:

1. El "Yo Espiritual" o "Yo Superior", que es la máxima posibilidad de expresión de la individualidad; más que esto es la individualidad misma; es el sujeto en cuanto a un ser espiritual encarnado en una forma física.

2. El "Yo Vigilico", que es la suma dl aprendizaje reflexivo consciente del individuo, que por lo general permanece más en calidad del ser latente que de ente desarrollado, ya que esto último solo se consigue por la disciplina hermética.

3. El "Yo Onírico", que es la suma del aprendizaje onírico y es también la personalidad, e identidad civil y corporal. También podemos denominarlo "Yo Inferior", en virtud de la baja calidad de su condición, pese a lo cual es el más desarrollado y el que controla por completo la vida del individuo.

El ordenamiento asumido en esta definición corresponde a cómo debiera funcionar jerárquicamente el hombre para sobreponerse al sueño hipnótico. El "Yo Espiritual" debiera ocupar el lugar de un director supremo, para actuar, por intermedio de un auxiliar "ejecutivo", sobre el conjunto de sistemas asociados que componen el "Yo Inferior".

En la práctica, sin embargo, el sujeto es dirigido por el "Yo Inferior, que se apodera del puesto de mas jerarquía, manteniendo prisionero e imposibilitado al "Yo Superior.

Mediante esta trastocación se invierte también la relación de causa y efecto. Es así como el Yo Espiritual o "esencia", que debiera ser el centro causal donde se automotiva y gobierna el ser humano, se convierte en pasivo, limitándose en la practica a recibir los efectos generados en el "Yo Inferior".

Por medio de las practicas herméticas es posible establecer al "Yo Superior", de una manera inamovible, como el verdadero centro de integración y dirección magistral del individuo.

Cuando esto no llega a realizarse, la persona permanece marginada de la existencia objetiva, ya que no logra el acceso a la realidad del momento presente, fenómeno literal y no simbólico, ya que cuando el "Yo Espiritual" está ausente de la realidad presente en la que vive en forma corporal, no existe verdaderamente como entidad que pueda manifestarse en la existencia material cotidiana.

En ese caso actúa solamente el "Yo Onírico", perfecto autómata preparado para hacerse cargo de las funciones habituales del sujeto. Debemos comprender que, el individuo en sí mismo, no es el autómata que actúa en lo material, sino que permanece en el limbo de lo desconocido.

Aún así, el espíritu `puede abandonar de manera definitiva el contacto que mantiene el cuerpo físico, y seguir éste viviendo "normalmente" por muchos años, lo que equivale a morirse realmente, aunque nadie está capacitado para advertir el fallecimiento y tampoco para aquilatar la calidad de "zombi" del ente restante.

Romper el estado sonambúlico y despertar, equivale a nacer verídicamente como individuo humanos en la realidad concreta de la vida terrestre. Ante esto, el "Yo Espiritual" está impedido a manifestarse, permaneciendo en "algún lugar del tiempo". Esta es, salvo rarísimas excepciones, la calidad de los hombres que habitan este planeta; cuerpos "sin cabeza"; entes bestiales, desvinculados del principio inteligente espiritual. ¿Acaso no es patético que, sin superar primero esa condición se presenta a la ligera "despertar el tercer ojo"; "desdoblarse", o alcanzar "poderes mentales"? He aquí porque se ha viciado el campo del ocultismo; ha sido invadido por los "descabezados", que procuran animar de alguna manera su aburrimiento existencial, o lograr la elevación de la autoestima.

Es preciso encarar el hecho de que ningún progreso espiritual genuino es posible sin recuperar primeramente "la cabeza", esto es, restablecer al "Yo Espiritual" en su trono de rey del cuerpo humano y de los poderes que a través de él se manifiestan. Esta realización, empero, involucra, como sacrificio previo, la renuncia a las pasiones más queridas, obstáculo insalvable para los que carecen de un auténtico impulso de superación espiritual.

EL YO VOLITIVO

El punto de partida básico para lograr un estado de conciencia superior reside en la posesión de u n Yo crecido, adulto y maduro, con cualidades y calidad constante, el que debe ser convertido en el centro de referencia del flujo de nuestras percepciones. Este yo debería ser el "espiritual" o "superior". No obstante es preciso percatarse de que, por constituir este yo nuestra propia estructura esencial, es muy dificultoso conectar nuestra conciencia con él de manera directa, motivo por el que debemos crear, con nuestro propio potencial psicológico, un yo hijo de nuestra mente, para convertirlo en el directo auxiliar del "Yo espiritual", ente que será denominado "YO VOLITIVO".

El proceso de formación comienza usando el significante material del "Yo Vigílico", que servirá de base para formar este ser, que no existe en el común de los mortales, y que tal como un dios, será creado en base del misterio de la teúrgia. El resto de su estructura debe nacer del trabajo mental del practicante. El "Yo Volitivo" debe constituirse paulatinamente en el intermediario entre el "Yo Espiritual" y nuestra conciencia intelectual, siendo el poder que nos permitirá coordinar y dirigir todos los actos conscientes y voluntarios, y alcanzar también el dominio de nuestras pasiones.

Este "YO VOLUTIVO" no es una abstracción imaginativa, sino un ente real dentro de nuestra estructura psíquica; un ser interno y externo, es decir, que en primer lugar existe como punto céntrico de nuestra estructura psíquica, y que desde allí efectúa una acción centrípeta, mediante la cual va absorbiendo en su campo gravitatorio la estructura compleja del material psíquico. También posee vida independiente del sujeto, ya que por medio de la teúrgia se le ha formado un cuerpo energético, el que existe como un ente con cierto grado de autonomía; en su infancia (la infancia del "YO VOLITIVO", se alimenta del individuo, pero en su mayoría de edad se plasma como una especie de proyección o desdoblamiento mental, que coexiste en una asociación de mutuo provecho. Sin embargo, es más certero pensar en el "YO VOLITIVO" como "el ser en el cual llega a convertirse el sujeto" esto significa, que asimila con el tiempo todo lo que el sujeto es en su manifestación inferior.

Recordemos que nuestro objetivo consiste en tener un yo crecido, adulto y maduro, de cualidades e identidad constante, es decir, un centro de gravedad o anclaje psíquico, que se mantenga invariablemente fijo en las mismas coordenadas de nuestro mundo interior. Este punto de referencia y amarre es la puerta a través de la cual logramos penetrar a nuestro universo interno para comenzar allí el vuelo hacia la divinidad suprema; nuestra propia chispa divina o espíritu.

¿Qué podemos encontrar allí? Una especie de "hoyo negro" a través del cual es posible escapar para siempre con nuestra conciencia del mundo de la ilusión, alcanzando aquellas realidades que "siempre han sido, son y serán", las que no están sujetas a la influencia onírica. Sostenemos, tal como lo afirman los principios herméticos, que "el universo es una creación de la mente de Dios", y que por lo tanto, "todo es mente", y vivimos en un mundo mental. La realidad absoluta, por lo tanto, se encuentra fuera de éste, en el pensamiento del que emana su creación.

Encontrarnos a nosotros mismos, de una manera verídicamente superior, sólo es posible conociendo las coordenadas que puedan llevarnos al lugar del universo donde está el creador. Hablamos, naturalmente, de nuestro universo interior; ya que según el aforismo hermético que dice "como es arriba es abajo; como es abajo es arriba", aquello que logremos dentro de nosotros podremos también realizarlo en el exterior.

El "YO VOLITIVO" es el navegante cósmico que puede conducirnos de manera segura a la meta culminante que todos los seres humanos anhelan inconscientemente, que consiste en reunirse son la fuente de sus orígenes.

El "YO VOLITIVO" tiene que constituirse en el amo de las cuatro inteligencias, para subordinar estos grandes sistemas a una dirección superior y consciente. Como ya hemos dicho se pretende, a su debido tiempo, coronarlo como el rey supremo del microcosmos, esto es, como la mano derecha de nuestro propio espíritu. Es la fuerza que nos va a permitir manejar toda nuestra estructura psíquica de la manera más eficiente posible. Esto significa liberarla de lo hipnótico, alcanzar un grado superior de conciencia, obtener la posesión de la inteligencia integral, y alcanzar un desarrollo ilimitado a través del tiempo.

Se forma a partir de nuestro escuálido y subdesarrollado "Yo Vigílico", agregando a este una suma de pequeños esfuerzos efectuados con el deliberado propósito de liberarse de lo onírico.

Cualquier sacrificio que se haga voluntariamente, "dedicándolo" a formar y nutrir lo volitivo, tendrá precisamente ese efecto. Nuestros actos tienen el impulso direccional que les dan nuestros deseos, y si hacemos muchas cosas con una motivación deliberada, crearemos una energía que perseguirá invariablemente la realización de aquello que queremos. Esto es lo que ocurre en el caso del "Yo Volitivo"; debemos hacer esfuerzos y sacrificios de autodominio y disciplina, ya sea consistan en privarnos de cosas determinadas o en ejecutar otras que nos exijan esforzarnos mucho más allá de lo normal.

Cada vez que realicemos esto es menester repetirnos mentalmente que lo practicamos para formar el "YO VOLITIVO". Con el tiempo iremos concentrando allí todo trabajo penoso, de manera que formaremos un sistema de retroalimentación entre lo volitivo y nuestros esfuerzos; una cosa fortalecerá a la otra. Para esto es menester, empero, que nuestros sacrificios o privaciones no nos sean impuestos por el deber o la necesidad material, ya que en este caso obraríamos sin tener otra alternativa, lo que no constituiría un acto de voluntad sino un deber imperioso. Precisamos hacer cosas difíciles, con el exclusivo designio de formar y nutrir nuestro "YO VOLITIVO".

Después de cierto tiempo, cada vez que nos empeñemos en algo penoso, debemos imponernos sobre el cuerpo con nuestro poder volitivo, entrenamiento que creará la fluidez necesaria para manejarnos del modo más eficiente y adecuado.

Nuestra meta será un correcto autodominio, ya que esto involucra un manejo consciente de nuestras capacidades y una adecuada actuación del ser. Aprenderemos gradualmente a dirigir la conciencia, de modo que su trabajo sea de una calidad y eficiencia incomparablemente superior a lo común, pudiendo de esta manera, vencer al poder onírico que mantiene sojuzgado al "Yo Espiritual", constituyéndose el ser volitivo en el libertador o "salvador".

*Ejercicio Formación del "YO VOLITIVO"*


Delante de un espejo es preciso repetir diariamente, del modo más vehemente posible, y de viva voz, la siguiente fórmula, mirando fijamente la propia imagen:

Yo soy voluntad; todo cuanto Yo quiera he de realizarlo.

Yo soy el poder, la fuerza y la vida.

Yo soy voluntad; Yo soy voluntad; Yo soy voluntad.

Concentro en mí la fuerza y poder de todas mis energías para convertirme en un ser fuerte y poderoso.

Yo soy fuerte y poderoso: Yo soy fuerte y poderoso.

Mi voluntad tiene el poder de vencer todos los obstáculos; mi voluntad es el poder de mi Yo y Yo soy el poder de mi voluntad en acción.

Esto debe repetirse siete veces seguidas todos los días de la manera más concentrada y enérgica, pronunciando muy correctamente, y dándole a cada frase el énfasis adecuado.

Es menester señalar que éste no es un ejercicio de autosugestión, como algunos podrían creer, sino un sistema de creación mental, mediante el que se le da vida a un ser nacido de nuestro pensamiento, el que se constituirá, a medida que toma cuerpo, en nuestro ser volitivo. Después de cierto tiempo podremos empezar a operar en experiencias simples, que nos permitirán ir fortaleciendo lo volitivo y la obtención de un adecuado manejo del sistema.

Los ensayos que efectuaremos constituyen un adiestramiento en el despertar, y su mecanismo operativo es el de sobreponernos a la influencia de lo onírico para actuar en el plano de la vigilia.

Debemos prevenir que estas experiencias no son ejercicios que sea posible ejecutar en la mañana para mantenerse despierto durante todo el día, lo cual no es factible porque la condición vigílica consume energía adicional, que debe ser proveída continuamente durante el proceso.

Nuestra disciplina consiste en el manejo voluntario de la atención, conducta que debemos observar durante la actividad diaria, ya que el objetivo que se persigue es el de estar despierto en el trascurso de la labor habitual y no en lapsos ideales de descanso. No tiene relevancia el conseguir momentos de despertar en la paz o tranquilidad de un monasterio, sino hacerlo en la vorágine de la actividad acostumbrada, o en toda ocasión en que lo deseemos.

Se hace preciso explicar que el estado de vigilia superior no puede mantenerse constantemente, ya que si no fuera sucedido por el sueño, terminaríamos por perder la noción de lo que significa estar despierto. Es el contraste el que nos permite apreciar los cambios y la condición polar de cada cosa. Es por esta razón que, solamente, debemos pretender despertar a estados de conciencia superior por periodos limitados después de los cuales debemos retornar a nuestro nivel inferior.

Con esta conducta es obligatorio adquirir también la facultad de ser conscientes de estar dormidos, es decir, saber cuándo estamos durmiendo. No es dañino el dormir cuando se trata de algo deliberadamente permitido, con el objeto de descansar, y se mantiene la capacidad de despertar a voluntad. Se persigue, en el fondo, conseguir el manejo voluntario de todo el sistema de la conciencia, para elevarla, cuando sea menester, a una vigilia superior, o dejarla caer hasta el sueño profundo para restaurar las energías perdidas.


Hay que comprender que el objetivo de la vigilia voluntaria no consiste en "vigilia por la vigilia", sino que existe un propósito superior cuyo mecanismo explicaremos más adelante, y que es el formar "La Conciencia Trascendental", desarrollada después de un largo tiempo de aprendizaje en condiciones de vigilia superior.

 *Ejercicio "Elevación del Nivel de Vigilia":*

Consiste en anular temporalmente el automatismo motriz para inducir una elevación vigílica.

Todos los automatismos provocan y refuerzan la condición onírica; más aún, constituyen los mecanismos en los que ésta se asienta. La motricidad involuntaria es uno de los frenos más poderosos que impide el despertar, ya que se constituye en un proceso de retroalimentación, en que sueño y movimiento automático se refuerzan mutuamente.

Para este efecto consideramos como movimientos automáticos aquellos que, siendo voluntarios se convierten en actos inconscientes por su constante repetición. Sostenemos que, al efectuar movimientos voluntarios en un estado de vigilia intensificada, podemos provocar una modificación aferente, que nos permite "expulsar" en forma temporal una gran cantidad de energía sueño, lo que obviamente nos hará estar más despiertos.

La repetición paciente de estos ejercicios termina por desarrollar estados vigílicos de duración progresivamente mayor hasta llegar al instante en que se conviertan en algo estable, que puede ser manejado voluntariamente. Fundamentaremos esto de manera más amplia en páginas posteriores, ya que por el momento nuestro principal interés reside en modificar el instrumento mental del experimentador, para que, llegado el caso, esté en las mejores condiciones de comprensión.

Comenzaremos entonces por mover calmada y deliberadamente nuestras manos y brazos, con plena conciencia de lo que estamos haciendo, tratando de crear un sentido especial de su desplazamiento, sintiendo intensamente la sensación motriz.

Procuraremos que los movimientos sean precisos, certeros y efectivos, tal como si lo que estuviéramos haciendo requiera de toda nuestra atención para llevarlo a cabo exitosamente. Es indispensable moderar la velocidad del desplazamiento para aumentar los efectos que pretendemos lograr.

El tiempo mínimo de duración debe ser de cinco minutos, lapso que puede repetirse varias veces en el transcurso del día. Resulta de extremado interés el practicar esto en los momentos de fatiga o somnolencia, para comprobar la rapidez con que se modifican estas condiciones.

Si el ejercicio se ejecuta correctamente, el sujeto debe sentir una gran claridad mental, calma, relajación y una intensificación de sus percepciones generales.

Tiene que ver nítidamente un cambio positivo en todas sus facultades, en orden a percibir un mayor poder, sensación que será experimentada inicialmente como un sentimiento de irrealidad generalizada. Esto se debe a que el sujeto empieza, por primera vez en su vida, a conocer la existencia real, la que percibe, lógicamente, como algo opuesto a aquella realidad que le era familiar, pero que constituía solamente una deformación de la auténtica. Téngase por seguro que cuando una persona siente como si estuviera viviendo un sueño, con una fuerte sensación de irrealidad, es porque ha conseguido despertar en cierta medida, aunque sea temporalmente. Los estados de conciencia más elevados que lo común provocan en quien los experimentan un sentimiento de incomodidad, como si de improviso se percatara de estar actuando de manera artificial o fingida, como suele ocurrir al ver que se siente observado por un auditorio. Es probable que se tenga la súbita vivencia de estar hablando tonterías, de moverse torpemente, o de haberse "materializado" segundos antes en el lugar donde se está desde hace ya un buen tiempo. Es posible, inclusive, que el sujeto se pregunte ¿qué estoy haciendo aquí?

En relación a sus ideas comprobará que su manera de pensar o evaluar ciertas situaciones clásicas cambiará notablemente, apreciando una mayor capacidad de juicio y análisis superior, a la vez que una mayor facilidad para resolver problemas exitosamente.


 *Ejercicio "Reversión del Flujo de la Conciencia"*

Es una ampliación de la anterior, y consiste en caminar conscientemente y deliberadamente, "sintiendo" el movimiento de los brazos y piernas, y teniendo también una percepción general de toda la masa corporal, desplazándose a través de un espacio físico. Al hacerlo es preciso repetirse mentalmente la siguiente consigna: "Yo estoy caminando" o "Yo estoy moviéndome", de acuerdo a lo que esté haciendo.

Esta práctica, al igual que la anterior, son las herramientas mediante las cuales el sujeto puede revertir el flujo de su conciencia para tornarla circular, y convertir así el Yo en el punto central de toda referencia.

Es preciso observar que, a medida que estos ejercicios se van repitiendo, se irá creando la sensación de la existencia de un "Yo Superior", captación que se irá fortaleciendo hasta transformarse en una vivencia familiar. Del mismo modo que una persona identifica una sensación de angustia, euforia, alegría, tristeza o plenitud energética, pudiendo rememorarlas con toda claridad, el individuo llegará a conocer perfectamente cuál es la sensación de presencia del "Yo Superior" en la realidad del instante, sabiendo que en ese momento tiene un punto de referencia superior.

El conseguir la toma de conciencia de esta situación para poder identificarla a voluntad es un logro muy importante, ya que la medida de su ausencia determina también la magnitud del sueño hipnótico que nos aqueja.

No se piense que estamos hablando de cosas puramente abstractas o muy imaginativas, ya que simplemente nos estamos refiriendo de manera objetiva a los puntos de referencia más elementales que debe conocer el sujeto para poder adentrarse en el mundo de su universo interior.

De la misma forma que un ciego precisa de algunos hitos que le sirvan para establecer su posición al desplazarse, el practicante necesita ubicar algunos puntos conocidos, que se constituirán en las señales que lo orientarán en su viaje interior. Hay muchos que, habiendo carecido de estos datos se han extraviado en la inmensidad ignota de su propio microcosmos, y hoy vagan por la vida como fantasmas alucinados, repitiendo mecánicamente consignas desprovistas de real significado.

fuente:esquinamagica.com
« Última modificación: 22/12/2008, 19:48 por ganimedes »

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