El cadáver de Hitler
Un muerto odiado cuyo cadáver se busca en vano
2. El cadáver de Hitler
Un muerto odiado cuyo cadáver se busca en vano
A fines del mes de abril de 1945, Berlin, la capital del Tercer Reich, está rodeada por el ejército soviético y un diluvio de bombas cae sobre la ciudad. El amo del siniestro régimen nazi, Adolfo Hitler, sabe que la situación es desesperada.
Encerrado en el refugio antiaéreo situado debajo del edificio de la Cancillería, sede del gobierno, sintiéndose perdido, el Führer decide poner fin a sus días.
Los últimos días de Hitler
El refugio, construido a dieciséis metros bajo el suelo, está formado por dos pisos recubiertos por una defensa de hormigón armado. El piso inferior conforma el Führer bunker, donde Hitler y su estado mayor tienen sus cuarteles y en el que se refugian un cierto número de fieles al régimen. Hitler sabe ahora que el noveno ejército de Wenck, con quien contaba para liberar Berlin, ha sido derrotado.
La última voluntad de Hitler
Antes de quilatase la vida en su bunker, Adolfo Hitler redactó última voluntad en dos documentos, El primer extracto está sacado de su testamento político, en el que establece las modalidades de su sucesión: el segundo, de su testamento personal "Después de seis años de guerra (...), no puedo abandonar la ciudad que es la capital del Reich... Por lo tanto he decidido permanecer en Berlín y quitarme aquí la vida en el momento en que ya no pueda cumplir mis funciones como Führer y como Canciller..." "Ahora he decidido, antes de morir, tomar por esposa a la mujer que, después de tantos años de fiel amistad, ha entrado (...) en esta ciudad (...) para compartir mi suerte, según su propio deseo, ella va a morir conmigo como mi esposa (...) Yo y mi mujer hemos escogido la muerte para escapar a la vergüenza de ser depuestos o de la capitulación. Nuestro deseo es que seamos quemados en seguida en el lugar donde he realizado la mayor parte de mi trabajo cotidiano durante los doce años en que he estado al servicio de mi pueblo".
A partir del 23 de abril, Hitler informa a Keitel, comandante en jefe de las fuerzas armados, y a Speer, ministro de armamento, su decisión de suicidaste y de hacer desaparecer su cuerpo. Sobre todo, no quiere que sus restos sirvan de espectáculo, y sabe muy bien de lo que habla quien hizo colgar de un gancho de carnicero el cadáver del Feldmarschall von Witzleben, acusado de haber participado en un complot para asesinarlo. En la noche del 26, los rusos comienzan a bombardear la ciudad y están a sólo dos kilómetros de la Cancillería.
Dos hechos apoyan, sin ninguna duda a Hitler, en su voluntad de suicidarse. Primero está el anuncio, hecho el 28 de abril de la noticia que el sucesor que él mismo ha designado, Himler, su ministro del interior, negocia en secreto un tratado de paz con los aliados. Esta noticia lo pone fuera de sí. Poco después, redacta dos testamentos, uno personal y otro político, en el cual nombra al almirante Dönitz como su sucesor, Al día siguiente, recibe la noticia de la muerte de Mussolini, quien fuera su aliado desde el inicio. Quizás supo también el tratamiento que recibió el cuerpo de Mussolini, colgado por los pies en la plaza del mercado de Milán y abandonado a la venganza popular. Desde ese momento, Hitler prepara minuciosamente su suicidio.
Pero este relato no ha sido confirmado por ninguna otra fuente. Para Trevor-roper, autor de un relato detallado sobre los últimos días de Hitler, reconstituidos esencialmente a partir de los interrogatorios efectuados por el ejército norteamericano a las personas más cercanas a él durante el proceso de Nuremberg, este último acontecimiento no es seguro. Por lo demás, como las excavaciones efectuadas fueron superficiales y muy rápidas, las cenizas podrían perfectamente haber escapado a la búsqueda.
Rumores sospechosos
En la confusión que siguió a la caída de la Cancillería el 2 de mayo, ni el cuerpo ni las cenizas de Hitler fueron encontrados, Algunos han tomado como pretexto la desaparición del cuerpo del Führer para poner en duda su muerte. Según ellos, habría podido escapar del bunker. De acuerdo a una de las hipótesis, habría sido llevado a bordo de un submarino alemán, el U-977, que recaló en el puerto de Mar del Plata, en Argentina, a fines de la guerra. Sin embargo, el comandante de este barco, H. Schaeffer, que se rindió junto con su tripulación, escribió un libro en el cual refuta formalmente esta teoría.
Los historiadores de Hitler sostienen que el Führer escogió deliberadamente permanecer en Berlin y morir allí, entregando como prueba sus testamentos. Los testimonios concordantes de los que asistieron al fin de Hitler así como la minuciosa encuesta efectuada por Trevor-Roper atestiguan que el jefe del Tercer Reich murió realmente en su bunker y que su cuerpo fue quemado allí.
Solamente algunos perversos y probablemente nostálgicos del régimen nazi han podido querer creer, y hacer creer, que quizás no estaba muerto. En las ruinas de la Cancillería del Reich, el lugar donde presuntamente fueron quemados los cuerpos de Adolfo Hitler y el de su mujer, Eva Braun. A (a izquierda, los bidones de gasolina que habrían servido para la combustión.