Hace unos días, fui a ver a unos amigos a Arroyo de la Encomienda, un pueblo de la provincia de Valladolid. Paseando por sus calles nos encontramos con una ermita cristiana de estilo románico, de mediados del siglo XII, llamada San Juan ad Portam Latinam, a la que nos acercamos para tomar unas fotos. Lo primero que llamó mi atención, fueron dos figuras, que hacían las veces de capiteles (en una de las ventanas de la capilla), más propias de una cultura como la Asiria o Babilónica, que de la mitología cristiana. Se trataba de dos criaturas con alas, cuerpo y patas de ave, y rostro humano. Estas figuras me recordaron a las que también se usaban en los templos de la antigua Mesopotamia, con las que se representaban a seres fantásticos, mitad humano mitad animal.
Pero si esto me pareció una poco habitual decoración para una iglesia cristiana, aún más extraño me pareció lo que vi en los capiteles de la otra ventana. En uno de ellos, un león coronado al estilo mesopotámico devoraba a un ser humano, y en el otro una criatura, mitad humana mitad serpiente de dos colas, parecía contemplar la escena. Debemos recordar que el león, entre otras cosas, es el animal totémico y representación de la diosa babilónica Ishtar o Ashtar, hija de Sin, dios de la Luna, y Nannar, la Luna. Hermana menor de Ereshkigal y hermana gemela de Shamash, en sumerio Utu, dios del Sol. Compañera de Tammuz, en sumerio Dumuzi. Se la suele representar también con una estrella de ocho puntas, curiosamente, una estrella que también se puede apreciar en esta ventana, entre las dos figuras.
Desgraciadamente los capiteles del pórtico estaban muy deteriorados por el paso del tiempo y era imposible adivinar las formas de las figuras talladas en ellos. Unas figuras que probablemente hayan servido para transmitir más mensajes ocultos, sólo comprensibles para “iniciados”.
Me resulta cuanto menos curioso el hecho de que el escultor (o los escultores) encargado de hacer aquellos capiteles eligiera una alegoría de un sacrificio humano (una bestia devorando a un hombre), para decorar un lugar dedicado, precisamente, a “producir” sujetos dóciles, sumisos y dispuestas a entregar su vida al “sacrificio”.
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