As:
Atlético: Leo Franco, Perea, Heitinga, Ujfalusi (70'), Pernía (46'), R. García (37'), Assunçao, Maniche, Banega, Forlán, Agüero, Coupet, A. López (37'), Camacho, Miguel, Simao (46'), Luis Gª (70'), Sinama
Real Madrid: Casillas, Ramos, Pepe, Cannavaro, Marcelo, De la Red (77'), Gago, Sneijder (67'), Higuaín, V. Nistelrooy, Raúl (84'), Dudek, Salgado, Heinze, Javi García (77'), Drenthe (84'), V. der Vaart (67'), Saviola
Goles 0-1 (34''): Van Nistelrooy, con la derecha, desde 25 metros. 1-1 (89'): Simao, con la derecha, de falta directa. 1-2 (96'): Higuaín, de penalti.
Árbitro: Clos Gómez, Colegio Aragonés. Expulsó con roja directa a Perea (29') y Van Nistelrooy (38'). Amonestó a Perea (7'), Raúl Gª (36'), Assunçao (45'+), Heitinga (76'), Ramos (85'), Simao (89') y Javi Gª (92').
Incidencias: Calderón. Lleno. 55.000 espect.
El problema del Atlético es que el ruido termina por engullir sus partidos contra el Real Madrid. Son tantos los pleitos, la pasión y la angustia, tanta la presión y la ansiedad, que el fútbol acaba por ser un asunto secundario. El equipo sale agarrotado de estrategia y responsabilidad, atenazado por la deuda con la afición y por el peso de la historia. Para los futbolistas del Atlético no hay un balón en juego, es la honra de una estirpe. Por eso pierden de vista la pelota y se entregan a una fogosidad que los abrasa. Y es en ese momento, cuando dejan de ser futbolistas, cuando empiezan a perder los derbis.
El Madrid asiste entre impávido y divertido a esa autocombustión anual. Todo lo que consume al Atlético lo agiganta a él, porque igual que se transmite el fatalismo se hereda la confianza. De manera que mientras un equipo salta al campo aterrado en el otro perdura el sentido lúdico del juego, el fútbol como arma y como disfrute.
Sólo desde un planteamiento así se puede explicar que el Real Madrid volviera a marcar un gol antes del minuto de partido. Si Ronaldo lo consiguió a los 20 segundos y Raúl a los 32, Van Nistelrooy lo hizo ayer a los 34. La cruel repetición sugiere que el Atlético necesita, antes que cualquier otra cosa, un paso por el diván.
No parece normal que un equipo se dispare al pie en el primer instante y en el último, y aunque la culpa señala a ciertos futbolistas con nombres y apellidos, hay una responsabilidad general que alcanza al entrenador, incapaz de estimular al Atlético, de concentrarlo, de sostenerlo siquiera un minuto. Incapaz, en definitiva, de devolverlo al fútbol. Esa terapia era suya.
Aguirre apostó por cuatro centrocampistas para contener al Madrid pero como ha ocurrido otras veces nunca sabremos si el planteamiento era válido. Apenas había transcurrido medio minuto cuando Van Nistelrooy controló en la frontal, escorado, demasiado pronto y demasiado lejos para cualquier otro delantero. No para él. En el momento de girarse ya tenía el plan dibujado, sólo le faltaba ubicar portería y portero, metros y calibre de la munición. Heitinga acompañó el movimiento con una mansedumbre de cencerro y no estiró la pierna para taponar el disparo, como si no conociera al asesino, como si no compartieran ni el país ni el planeta. El balón entró fuerte y ajustado al palo, y dejó tanto mérito para Van Nistelrooy como rubor para Leo Franco, mal colocado.
Amenaza. El Atlético se hundió y el Madrid olió la sangre. A los dos minutos, Raúl pudo marcar el segundo tanto del mismo modo que lo hizo Messi hace quince días, mientras se colocaba una barrera que nadie había solicitado. Esta vez Leo Franco reaccionó a tiempo y evitó el bochorno. Acto seguido, Sneijder chutó con saña y el balón se estrelló en el larguero después de rozar los guantes del portero.
Tras ese aluvión, el partido se enredó en una desordenada batalla en el centro del campo. Sin extremos en ningún bando, la acumulación de jugadores propiciaba una pelea que convertía al balón en víctima. Sólo Gago y Banega sobrevivieron en ese tumulto.
Hasta que apareció Agüero. Visiblemente cansado y notablemente harto, el Kun tomó la actitud de los jugadores superiores y abandonó su puesto en la delantera para ordenar el juego, para concederle pausa, sentido y, sobre todo, peligro. Lástima que no pueda aprovechar sus propios pases. Forlán, otras veces socio, ayer era una sombra.
Pero mientras el Atlético amagaba, el Madrid hacía sonar su martillo. A los 20 minutos, Cannavaro remató un córner y Van Nistelrooy aprovechó el rechace de Leo Franco para marcar lo que creyó era el segundo gol. No lo fue: el árbitro lo anuló a instancias del juez de línea, señor Gallego Galindo, que se equivocó gravemente porque por allí no sucedió nada ilegal. Acertó cinco minutos después, cuando señaló fuera de juego de Raúl, que a la hora de recibir la multa ya había regateado al portero.
Por si el partido no estaba suficientemente inclinado en favor del Madrid, Perea le dio un empujón, o un manotazo más concretamente. En pugna con Sneijder, el colombiano se cobró una afrenta anterior y soltó el brazo sin disimulo. Clos Gómez le expulsó y el Calderón comenzó a gritar "así gana el Madrid" en lugar de cantar "así pierde el Atleti".
Aguirre sustituyó a Raúl García para dar entrada a Antonio López, que ocupó la banda derecha. Un minuto después, Van Nistelrooy, que había sido sacudido poco antes, cazó a Maniche y vio la roja. Pareció un deseo de compensar la expulsión anterior, ya que la entrada se ajustaba mejor al amarillo, aunque hay que admitir, en descargo del colegiado, que Maniche cayó como los indios del caballo.
Teóricamente, el partido se había igualado. El gol del Madrid se había equilibrado sobre la pizarra con un trueque de piezas que favorecía al Atlético, que había cambiado peón por reina. Agüero, además, se hacía cada vez más presente, dispuesto a fabricarse las flechas desde la tala del árbol.
Positivo. En la segunda mitad, Aguirre relevó a Pernía por Simao y corrió de banda a Antonio López, que ayer conoció todos los ángulos del derbi. Mejoró el Atlético, porque es obvio que los equipos crecen cuando salen sus mejores jugadores. Lo triste es recordarlo bajo las bombas.
Simao martirizó a Sergio Ramos y abrió una vía por la banda izquierda. En el resto del campo se igualó el combate y se repartieron las ocasiones. El Kun tuvo varias, pero le faltó la fuerza que se queda en los aviones.
El Madrid se retrasó cuando Schuster sustituyó a Sneijder por Van der Vaart y continuó haciéndolo con la entrada de Javi García por De la Red. Simao reclamó penalti por empujón de Sergio Ramos, pero aquello fue carga reglamentaria. Quizá esa furia le permitió marcar luego en lanzamiento de falta, minuto 89. Higuaín destapó un ladrillo y el balón se coló por la barrera. Estalló el Calderón.
Pero quedaba partido y quedaba Madrid, su historia. Drenthe pidió penalti en el 92', aunque no lo pareció. En el siguiente no hubo dudas. Heitinga, otra vez él, le derribó, torpe e inconsciente. Higuaín marcó en el 96' el penalti del triunfo. El final es conocido: el Madrid se fue tan contento y el Atlético igual de aterrado.
El Madrid: 9 años sin caer en el CalderónCon su victoria de anoche el Madrid prolonga la racha positiva que lleva en el Calderón y que dura ya nueve años. El Atlético logró su última victoria en casa frente al Madrid en junio del 99 (3-1). Desde entonces, los blancos han sumado dos empates y seis triunfos en el feudo colchonero.
El crackPepe Marcó bien a Agüero, estuvo perfecto por alto y subsanó con su velocidad algún fallo de Cannavaro.
¡Vaya día!Heitinga No tapó a Van Nistelrooy en el 0-1 y en el último minuto le hizo un penalti a Drenthe que supuso el 1-2.
El dandySimao Su entrada tras el descanso dio otro aire al Atlético. Marcó el empate con un buen lanzamiento de falta.
El duroManiche Le dio dos patadas a De la Red en la primera parte que eran de amarilla, pero Clos Gómez le perdonó.
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