La curva de tu espalda
es como la cresta de una ola,
hermosa, suave, tensa.
Me quedo fascinada,
al mirar como se detiene esa ola,
y se desploma sobre la playa
que es mi cuerpo.
Los dos, protegidos:
mi orilla no deja escapar la espuma
de tu alma.
Tu fuerza no me deja huir,
correr a refugiarme
entre mis miedos.
Suavemente, te vas llevando todos mis temores,
Tomas mis manos como estrellas marinas titilantes
y las frotas contra tu pecho.
Nos vamos fundiendo en un sòlo cuerpo.
Tus cabellos se esparcen sobre mis senos,
tu boca, sugerente, pasa cerca de la aureola de mi seno izquierdo.
Te sonries, al escuchar el tropel del corazòn.
Y yo me sonrojo, al verte mirar.
Rendida, sobre las sabanas de rojo terciopelo,
me miras, incitante, y recitas con tus dedos:
¿Te harás a la mar querida?
¿Dejaràs que entre por todas tus ondadas?
¿Yacerás en mis brazos?
¿Descansaràs allì?
¿Estarás siempre conmigo, para remontar sobre las olas?
Mi boca dijo:
!NO!, tengo miedo.
Pero mi cuerpo dijo:
SI, te deseo.