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ecodiario.- Encarna Sánchez fue un personaje singular de la radio durante las tres últimas décadas del pasado siglo, probablemente la figura mediática de esta especialidad que más relevancia política consiguió. Su figura es coetánea y comparable en intensidad a las de Luis del Olmo y José María García.
Encarna, como la conoció todo el mundo, almeriense, vinculada a la radio desde niña, tuvo una personalidad potente, arrolladora, y una voz envolvente y carácterística que le permitió el dominio del medio. Durante el franquismo trabajó en diversas radios, marchó despues a América donde permaneció unos años y se consagró a su regreso en la COPE después de una breve estancia en Radio Miramar de Barcelona. Entre 1978 y 1981 dirigió un programa nocturno, 'Encarna de noche', y desde este año, por las tardes, 'Directamente Encarna', que mantuvo hasta su muerte de cáncer de pulmón en 1996 (hizo una breve incursión en Antena 3 tras la aparición de las televisiones privadas pero la experiencia no cuajó). Populista hasta la demagogia, mantuvo un discurso sumamente conservador, enfrentado al Gobierno socialista en especial en la etapa final, cuando el gabinete de González se vio implicado en numerosos episodios de corrupción y de guerra sucia. Personaje atrabiliario muy a menudo, fanático en sus creencias y radical en sus planteamientos, levantó pasiones entre sus adeptos y cosechó innumerables enemigos entre sus propios compañeros y en todos los ámbitos políticos y sociales.
Sus programas estaban imbuidos de paternalismo y de un cierto afán de servicio público, pero en realidad Encarna era muy hábil entreteniendo a la audiencia con un característico sentido teatral. Su enfrentamiento con el socialismo fue épico, pero es dudoso que aquella confrontación tuviera verdadera relevancia electoral. Desde luego, no la tuvo ideológica ni política.
Durante sus últimos años, Encarna, que no supo evolucionar lo suficiente en una España cambiante que cambiaba de hábitos y de valores, se convirtió ella misma en un personaje camaleónico del espectáculo mediático. Los humoristas se cebaron con ella hasta extremos sin duda legítimos pero verdaderametne despiadados ?las parodias de 'Martes y trece' son un clásico todavía cotizado y plenamente en vigor-, y ella misma terminó siendo una caricatura de sí misma, sobre todo cuando llegó a trascender su vida privada a las revistas del corazón y a los programas correspondientes de la incipiente televisión privada de la época.