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Chincheta Autor Tema: La necesidad de encontrar un Dios.  (Leído 1220 veces)

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LA NECESIDAD DE ENCONTRAR UN DIOS


    Entre los atributos que definen la esencia de un Dios ellos está la Eternidad. Para definirlo se dice que Dios no es pasado ni futuro, Dios vive un absoluto presente. Es decir, Dios sólo puede estar en el presente.

    Teniendo en cuenta esta afirmación, se presentan unas inquietantes reflexiones.

    Estoy convencido de que todas las demostraciones son relativas, y, pese a mi afirmación, trataré de demostrar que esto es así.

    Por supuesto, el argumento que expondré a continuación es sobradamente conocido en Filosofía, y pienso que indica una prueba más de lo frágil que es nuestra realidad.

    Es posible que no se deba utilizar la lógica para llegar determinadas conclusiones, porque nos podemos encontrar con que lo que parece evidente que es negro, al final, sea blanco.

    Ahora voy a demostrar que algo aparentemente tangible e incuestionable, y que no da lugar a discusión alguna, es absolutamente falso.

    ¿En este momento, se podría asegurar que existimos?.

    "¡Por supuesto que sí!".

    Efectivamente, ésta sería la lógica respuesta de todos; por supuesto que sí, claro que existimos; ¿o es que no estamos aquí?.

    Pues bien, espero demostrar que no es cierto. Nosotros no existimos.

    Suponiendo que actualmente existiéramos, ¿dónde nos hallaríamos?, ¿en el pasado, en el presente o en el futuro?.

    Con toda seguridad estaremos de acuerdo en que actualmente no vivimos en el futuro, ya que futuro es lo que no existe porque aún no ha llegado.

    También aceptaremos que ahora mismo no estamos en el pasado, ya que pasado es lo que se ha dejado atrás. Evidentemente, hemos estado en el pasado, pero ahora no lo estamos, por lo tanto tampoco estamos viviendo el momento actual en el pasado.

    Consiguientemente, ni vivimos en el pasado, ni vivimos en el futuro. Entonces, ¿dónde vivimos?.

    "¡En el presente!".

    Sin duda, esta respuesta parece la más lógica, pero el problema llega cuando tenemos que buscar el presente para saber su duración.

    ¿Cuánto tiempo dura el presente?. ¿Acaso un segundo?. Puede ser, pero, claro, nos encontramos con el problema de que un segundo también tiene pasado y futuro. Exactamente cinco décimas de segundo de pasado y otras cinco de futuro, ¿y qué queda entre esas décimas de pasado y las de futuro?. Pues muy fácil; NADA. Y si es posible que haya algo entre el pasado y el futuro (que lo dudo), esto sería una minúscula porción de tiempo que podríamos llamar centésima, milésima, millonésima, etc., etc., etc..., de segundo, y aun así, siempre nos encontraríamos con que esa pequeñísima porción en que, supuestamente, se quedaría el presente, indefectiblemente se podría dividir en dos mitades, el pasado y el futuro.

    Como los números son infinitos, nunca cesaríamos de dividir la fracción que quedase, es decir, jamás encontraríamos ese hipotético tiempo al que llamamos presente, ya que es imposible alcanzar el infinito.

    Llegados a este punto nos encontramos con que, si es imposible llegar al infinito, también es imposible que exista el presente, y si el presente no existe, nosotros tampoco, ya que de ningún modo podríamos vivir en los otros dos tiempos; ni en el pasado ni en el futuro.

    Y ahora me hago la siguiente pregunta: ¿Dónde está Dios, si Dios sólo puede vivir en el presente?.

    Independientemente de lo que digo en esta demostración, tengo que indicar que, en el fondo, estoy completamente convencido de que nosotros existimos, y si he escrito estas líneas ha sido para dejar patente lo fácil que puede resultar demostrar como cierto algo seguramente falso.

    Con esto no quiero poner de manifiesto posibles errores en las definiciones de los atributos de la esencia de Dios, ni ningún supuesto intento deliberado por parte de Santo Tomás para falsear la verdad. En absoluto. Estoy absolutamente convencido de que este magnífico e inteligente teólogo tenía una fe ciega en la existencia de Dios, y sólo pretendió que todos viésemos la luz del mismo modo que él creyó haberla visto.

    La mente humana tiene su forma particular de procesar las ideas, y debemos aceptar que ese sistema para entender la realidad no ha de ser obligatoriamente el auténtico. Evidentemente, basamos la lógica en nuestros conocimientos. ¿De qué otro modo podríamos utilizar el intelecto?. El problema estriba en que, lo que percibimos, puede no ser la auténtica realidad, y por ese motivo, ciertos argumentos que parecen lógicos, sin embargo, son falsos.

    Tanto la existencia como la no existencia de Dios, son materias imposibles de demostrar, al menos si se pretende un Dios como el que predican la mayor parte de las religiones, es decir, un ser inteligente que dicta normas y puede hacer y deshacer cuando lo considera conveniente.

    El concepto que se suele tener de Dios sólo es lo que desearíamos que fuese. Todas las personas nos sentiremos más protegidas en nuestra insignificancia si creemos en la existencia de un ser supremo, dueño y señor de nuestro incierto destino. Sin duda, necesitamos creer que la vida no se acaba con la muerte porque, de otro modo, no encontraríamos razón de ser a nuestra aparentemente divina existencia.

    De todas formas, creo que esta necesidad de no morir nunca, de ser eternos, se debe a que nuestro instinto de supervivencia se ha aliado con la inteligencia natural de los seres humanos para urdir un modo de evitar la evidente y lógica muerte que, gracias a nuestro entendimiento, somos capaces de vislumbrar sin lugar a ninguna duda.

    Desde tiempos inmemoriales, todas las comunidades humanas, por muy distanciadas que estuvieran entre sí, e incluso aunque se tratase de tribus aisladas y sin ningún tipo de comunicación con otros pueblos; sin excepción, han tenido sus propios y particulares dioses a los que han adorado y considerado únicos seres supremos, creadores de todo, y siempre dispuestos a castigar o premiar, según las diferentes costumbres de cada lugar.

    Posiblemente, la Biblia sea uno de los libros más prestigiosos de la literatura religiosa, y son muchas las iglesias que lo han adoptado, aceptándolo como Sagradas Escrituras.

    Se dice que la Biblia ha sido escrita por inspiración divina, es decir, se da por hecho que su autor es Dios en persona, y, según uno de sus versículos, cuando Dios tomó la decisión de crear el hombre dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra propia semejanza" (Génesis, capítulo 1, versículo 26).

    Esa frase parece dar a entender que Dios tiene cierto parecido con nosotros, y yo me pregunto: ¿Se refiere al parecido físico o a la similitud que pueda existir entre almas o pensamientos?.

    No parece muy lógico que se refiera a la semejanza física, ya que es evidente que no somos perfectos, y además, Dios, que -según los creyentes- sí es perfecto y puro, es imposible que tenga cuerpo físico, por consiguiente, tenemos que descartar este tipo de semejanza.

    Menos lógico es aún que se esté hablando del alma, del espíritu, de la inteligencia o de la esencia, ya que dos páginas después, también en la Biblia (Génesis, capítulo 3), el hombre muestra su imperfección cometiendo pecado, y es evidente que no puede haber semejanza entre lo perfecto y lo imperfecto, por lo tanto, no veo correcta la frase en la que Dios dice crear al hombre a su imagen y semejanza.

    Vamos a suponer por un momento que ese versículo de la Biblia lo haya imaginado y escrito un hombre, lo cual, por otro lado, es bastante probable.

    Si un hombre inteligente, deseoso de encontrar un sentido a su existencia, decide crear un dios omnipotente y perfecto, ¿qué imagen tendría de él?.

    Sin duda, el ser más perfecto que ese hombre conoce es, precisamente, el propio hombre, y por lo tanto, su dios debería ser similar a él, es decir, con toda probabilidad, y suponiendo que esa frase haya sido escrita por una persona, es el hombre quien a creado a Dios a su imagen y semejanza, y no al contrario.

    Son varias las culturas antiguas que en lugar de buscar al deseado Dios en un ser semejante a las personas, han creído encontrarlo en aquello sin lo cual la vida sería imposible, como por ejemplo el sol, un río o una montaña. También los volcanes han sido adorados, pero en este caso por su poder de destrucción más que por su capacidad de dar vida. Del mismo modo, a ciertos animales se les ha atribuido la divinidad, probablemente por la admiración que su astucia o su poder han provocado en las personas...

    Todos los pueblos han sentido la profunda necesidad de crear un dios al que adorar y en quien depositar sus miedos y frustraciones, y absolutamente todos lo han creado.

    En todas las civilizaciones hay Sagradas Escrituras o Libros similares que explican el modo en que Dios creó el mundo o la forma de entender la más pura divinidad, y cada una de ellas lo cuenta según la particular imaginación de quienes lo escribieron. Creo que es inútil pretender persuadir a nadie de que esas personas redactaron sus escritos por inspiración divina ya que todas ellas cuentan cosas diferentes entre sí, y siendo de este modo ¿Quién podríamos decir que está en posesión de la verdad?. ¿Quién de ellos escribió verdaderamente por inspiración divina?. Sospecho que las religiones basadas en la Biblia sostendrán que las únicas Sagradas Escrituras están comprendidas en la Biblia, en cambio, no me cabe duda de que los musulmanes no concebirán ni aceptarán otro libro más sagrado que el Corán, tampoco los seguidores del brahmanismo acatarán otros libros que no sean los Brahmana, los Sutras y los Vedas; y otro tanto ocurrirá con el resto de Libros del resto de doctrinas.

    La cuestión es que todas las culturas necesitan y crean sus propias religiones, y todas pretenden convencer a las demás de que ellas son las únicas que predican la verdad, aunque esto no es lo realmente importante, lo que verdaderamente interesa observar es esa necesidad tan humana de creer que alguien grandioso vela continuamente por nosotros, y si estamos tan empeñados en convencernos de la existencia de esa magnífica protección es porque tenemos miedo; un espantoso miedo a morir, un horrible miedo a desaparecer. Por eso no es de extrañar ese afán tan extendido entre las personas para creer en Dios, ya que ése sería el único modo de conseguir la eterna supervivencia, el gozo eterno del Paraíso.

    Es muy humano creer que las lógicas dificultades y penalidades que se viven durante los años de una larga existencia, acabarán con la transición a una vida mejor, y, sin duda, esa esperanza siempre ayudará a la gente a sobrellevar con más facilidad sus naturales miserias. ¿Cómo seríamos las personas si tuviésemos un convencimiento absoluto de que todo termina con la muerte?. Creo que, en ese caso, nuestra forma de vida sería totalmente distinta. Y tengo que reconocer que, probablemente, peor.

    Hay pueblos que combaten el miedo a desaparecer de otros modos diferentes aunque igualmente efectivos. Por ejemplo, en la religión budista, fundada en la India por Buda (560 a.C.-480 a.C.), no tienen el mismo concepto de Dios que en las culturas occidentales, y para evitar el sufrimiento de la vida y el terror a la muerte, están convencidos de que las personas, al morir, se reencarnan, y de este modo, vida tras vida, continúan existiendo durante el tiempo que sea necesario hasta conseguir el nirvana o la máxima perfección, que es lo que nosotros llamaríamos Paraíso. Algo parecido ocurre con el brahmanismo, una antiquísima religión y escalón anterior del budismo. En ambas doctrinas se pretende dominar el cuerpo para evitar el dolor, y en las dos se llega al estado perfecto por la reencarnación, es decir, de nuevo la inteligencia humana a creído encontrar un camino para compensar el sufrimiento y evitar la muerte.

    El hecho de que haya tantas religiones diferentes demuestra que necesitamos creer en algo sublime, y, por desgracia, también parece confirmar la existencia de distintos fallos en las distintas doctrinas.

    ¿Por qué no hay alguna religión de la que nadie pueda decir que tiene errores?. ¿Por qué no hay una única religión?.

    Creo que estas preguntas se pueden responder con sencillez. Todas las religiones tienen errores porque las personas no somos perfectas, y si hay tantas doctrinas diferentes es por simple ambición humana.

    Inevitablemente, quien quiera llegar a la hipotética divinidad creadora, precisa de una vía de comunicación, y desde el principio de los tiempos el hombre ha utilizado distintos métodos místicos para tratar de contactar con Dios. Esos métodos, poco a poco, se han ido convirtiendo en las actuales religiones, tan varias, variopintas y sofisticadas que una gran cantidad de personas ha llegado a sentirse confundida.

    En su imperioso deseo por alcanzar el conocimiento de Dios y la convicción de la existencia del Paraíso, las personas se han introducido en las diferentes doctrinas, y muchísimas las han abandonado desencantadas al sentirse víctimas de la manipulación de sus dirigentes.

    Estoy convencido de que no hay ninguna necesidad de seguir las normas de cualquier religión para alcanzar la felicidad. Simplemente debemos mirar a nuestro alrededor y comprender que todo lo que nos rodea es Dios. Así de sencillo... Y así de complicado.

    ¿Dios existe?.

    Sin duda es una gran pregunta...

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