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Chincheta Autor Tema: Los mensajes del Espiritu.  (Leído 2114 veces)

20/08/2012, 07:18 -

Los mensajes del Espiritu.

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Entre mis apuntes que tengo sobre libros de metafísica practica, dice sobre los mensajes del Espíritu.  Lo puse en el facebook, para una amiga que pide colaboraciones, y como gusto bastante, me anime a ponerlo en este sector de libros. Por supuesto que puedo poner mas apuntes del mismo tema, a pedido.  También puedo pensar en poner el libro o los libros que se requieran.

El único requisito para pedir que es que hayan cumplido la norma del foro de haber realizado su presentación.

Entonces los mensajes del Espíritu dicen así:

Los mensajes del espíritu

En nuestra mente conviven dos maestros: el ego y el espíritu. Ellos tienen mensajes totalmente contrapuestos y es nuestra función elegir a cuál vamos a escuchar.

Una de las diferencias fundamentales entre el ego y el espíritu es que el primero vive en el pasado o hace su salto al futuro, mientras que el otro siempre vive en el eterno presente.

Cuanto más disfrutes de lo que tienes en el presente, más en paz estarás contigo mismo. Por otra parte, el ego genera culpa por el pasado, te recuerda los errores que has cometido o que han cometido los demás; o se proyecta hacia el futuro despertándote ansiedad por aquello que quizá no logres obtener. El ego te recuerda constantemente tus fracasos del pasado y te advierte que el éxito que anhelas no es fácil de obtener.

En cambio, el espíritu te dice que el único momento que existe es el presente y que allí se encuentra todo tu poder. Solamente en el presente tienes la posibilidad de elegir. En síntesis, para evolucionar tienes que eliminar la culpa por el pasado, la preocupación por el futuro, y aprender a vivir en el presente, disfrutando de todo lo que tienes y eres hoy.

Cuando te concentras, en el presente puedes descubrir tus propias limitaciones y tomar una decisión. Una vez hecha una elección, debes aplicar el principio del mentalismo estudiado anteriormente. Comenzarás por pronunciar en palabras tu elección; continuarás visualizando lo que deseas y, finalmente, terminarás sintiendo lo que se siente, al haber logrado el objetivo. Todo eso te conduce a la manifestación de aquello que has elegido en el presente.

A menudo encontramos personas difíciles de tratar o para convivir. Existen quienes tienen grandes problemas y eso nos resulta abrumador o muy preocupante. Esta sensación de peligro proviene de la percepción de nuestro ego que nos hace sentir vulnerables a las influencias externas.

Por el contrario, cuando nos identificamos con la fuerza del espíritu, reconocemos en primer lugar que aquella persona atormentada forma parte de nosotros mismos; su problema de alguna manera está reflejando también el nuestro, si no ella no estaría en nuestra vida. Siguiendo las indicaciones del espíritu podremos llegar a hacer algo por esa persona, sin complicamos ni sacrificarnos.

Existen personas que se encuentran muy dominadas por su ego y necesitan de sus mecanismos para entender un determinado mensaje. Con estas personas no sirve que seamos demasiado permisivos o buenos. Ellos entienden que perdonar es un gesto de debilidad. En estos casos hay que mantenerse en una posición firme y, por lo general, la palabra más adecuada es «no»; a veces, debemos tomar distancia y no podemos mostrar nuestros mejores sentimientos hacia ellos.

Sólo si nos mantenemos en una posición firme podremos ayudar al otro a salir de su posición. El ser demasiado bueno nunca conduce a un resultado positivo. Todo debe darse en su justa medida y en el momento adecuado: por tal motivo, necesitamos de la guía de nuestro espíritu. En mi caso personal, he aprendido que a veces se ayuda más diciendo «no» que haciendo algo que no deseamos hacer. Desde entonces digo: «Metafísico, sí; tonto, no».

Si alguna persona tiene la facultad de quitarte la energía o de cargarte con sus problemas, es una señal de que aún estás débil y tienes trabajo por hacer. Cuando logres vibrar en sintonía con tu espíritu, descubrirás que tu poder es más fuerte que cualquier problema tuyo o ajeno: que no existe nada que no puedas resolver.

El ego crea todo tipo de miedos: al abandono, a las enfermedades, a la falta de dinero, a la soledad, a las crisis, a las catástrofes naturales, y a cualquier otro tipo de fantasma que pueda aterrorizarte. Si escuchas a tus miedos, es probable que vivas encerrado en tu casa, aferrado a las mismas personas de siempre, con temor a perder tu trabajo o a no ganar lo suficiente.

El miedo siempre produce alguna forma de paralización, de límites, y te lleva a vivir encerrado en lo que se llama «zona de confort» o de lo ya conocido. Si te encierras a vivir en esta zona, no creces porque tus experiencias son siempre las mismas: hablas con la misma gente, frecuentas los mismos lugares, comes el mismo tipo de comida, y demás.

Por el contrario, el espíritu te conduce a tener fe. Cuando uno tiene fe y confianza en la vida, actúa con seguridad, se atreve a emprender nuevas empresas, a tratar con gente desconocida, a vivir ciertas aventuras y. principalmente, se anima a hacer todo lo necesario para crecer.

Muchos de mis alumnos y clientes manifiestan tener una gran fe en Dios pero a la vez viven preocupados; entonces, yo les pregunto por qué tienen miedo. El miedo y la fe no son compatibles. Si realmente crees en Dios, no puedes sentir miedo. Si quieres ser un verdadero metafísico, tienes que aprender a ser más atrevido, a abandonar tu zona de confort y comenzar a transitar nuevos caminos de exploración.

Quizás algunas de las cosas que intentes o pruebes finalmente no te sirvan; sin embargo, el hecho de haberlas experimentado tiene un gran valor. La experiencia no es transmisible. Yo podría contarte con todos los detalles la experiencia de comer una manzana; podría hablarte de su textura arenosa, de su sabor particular, de la manera en que se disuelve en la boca; pero hasta que tú mismo no muerdas una manzana no sabrás exactamente de qué estoy hablando. Por eso, éste es un curso de Metafísica Práctica. En  este  momento,  yo sólo  estoy  brindándote  los conocimientos teóricos. Cuando los utilices en tu vida cotidiana y veas que tus problemas se resuelven y todo mejora a tu alrededor, entonces tendrás la experiencia de reconocer tu poder personal y te darás cuenta de que mis palabras fueron pocas para describirlo. Por el momento, ten paciencia y sigue estudiando.

Según el principio de correspondencia, cada uno de nosotros tiene lo que le «corresponde». Cuando veas a alguien que posea una fortuna, tienes que saber que esa fortuna le corresponde, lo entiendas o no. También es cierto lo contrario: cuando veas a alguien que vive en la pobreza, esa pobreza le «corresponde». Esto no significa que exista una selectividad en la mente de Dios. Él no ha seleccionado quién va a ser neo y quién va a ser pobre. La selectividad existe solamente en las mentes de los humanos; cada uno ha elegido ser rico o ser pobre.

La pobreza no es un problema de dinero sino de conciencia. Si tienes problemas de dinero, debes saber que hasta que no cambies tu mentalidad de «pobre» la riqueza no podrá manifestarse en tu vida.

Siempre le sugiero a la gente que no preste dinero a aquellos que tienen problemas económicos. Si prestas dinero a alguien que tiene una deuda, lo más probable es que solamente lo ayudes a agrandar su deuda original.

La solución es ayudarlo a cambiar su pensamiento, enseñarle a pensar en términos de prosperidad y no de carencias Las deudas se generan por culpas y son una forma de auto castigo. Si quieres salirte de tus propias deudas o ayudar a otro a hacerlo, deberás aprender a perdonar.

La mayoría de las deudas se generan por querer acceder a cosas que todavía no están ganadas en conciencia. Esto significa que estás apurando el proceso e internamente aún no has aceptado aquello que estás adquiriendo en el plano físico. Las tarjetas de crédito te «ayudan» a endeudarte porque te permiten acceder con rapidez a tu deseo. Cuando el deseo y la conciencia están de acuerdo, puedes acceder a lo que quieres sin endeudarte.

Recuerda que la mente es como un terreno fértil donde siembras tus «semillas» o deseos. Cuando una planta nace, es muy débil y pequeña, pero si la riegas y la cuidas, entonces crecerá como un árbol y les dará flores y frutos. Es imposible que una planta te dé sus frutos apenas nace.

Lo mismo ocurre con tus pensamientos. Si los repites, cuidas, visualizas, y los mantienes en el tiempo, se materializan y le dan sus frutos. Si tu deseo es adquirir una casa con cinco cuartos y actualmente vives en una casa con una sola habitación, tendrás que "trabajar» esa idea, darle tiempo a que madure en tu conciencia hasta que la sientas posible y verdaderamente tuya. Entonces, aparecerá la posibilidad más cómoda de acceder a ella.

Cuando aceleras el proceso porque tu ego te dice que se te pasa el tiempo, contraes deudas.
Además, de acuerdo con este principio, el cuerpo físico nos envía señales muy concretas acerca de si lo que estamos viviendo será bueno o malo para nosotros. Estas señales son muy simples y fáciles de entender. Cuando estás frente a algo que será bueno para ti, el cuerpo te envía una señal de comodidad. Te sientes tranquilo, en armonía, en paz y con entusiasmo. Por el contrario, cuando estás frente a algo que te puede perjudicar, la señal es de incomodidad. En este caso el cuerpo se pone tenso, los músculos parecen estar listos para actuar y defenderte de algún peligro, no puedes descansar ni disfrutar. Si te guías por esas señales básicas de tu cuerpo jamás te equivocarás.

Además de tener un cuerpo físico, cuentas con lo que se llama «cuerpo emocional». Este cuerpo tiene la habilidad de reconocer en el primer instante en que entras en contacto con alguien si esa persona te hará bien o mal; la mezcla de energías produce una reacción química inmediata, muy clara y acertada. Por eso, siempre debes prestar atención a tus «primeras impresiones». Desde el primer momento, podrás saber si tu actual pareja, amigo, jefe, vecino, o una persona que frecuentes serán una influencia positiva o negativa para ti.

Esto también es cierto con la energía de ciertos lugares. Hay lugares en los cuales te sentirás muy cómodo; hay otros que querrás abandonar inmediatamente después de haber llegado. Hazle siempre caso a la sensación que recibas. Es probable que tu lógica te señale un montón de razones en contra de lo que estás sintiendo; sin embargo, tu ser interno va más allá de la lógica y puede ayudarte a evitar problemas futuros.

Quizás al leer esto último recuerdes alguna situación en la que sentiste de antemano que cierta persona o lugar no eran adecuados para ti; sin embargo no le hiciste caso a esa percepción y más tarde sufriste las consecuencias. Si ya has vivido la experiencia, tómala a tu favor y prométete a ti mismo escucharte más.

El fenómeno de la proyección

El mecanismo más eficaz que utiliza nuestro ego se llama proyección. A través de la proyección el ego perpetúa su existencia responsabilizando a otras personas por nuestra infelicidad.

Para entender mejor cómo funciona la proyección vamos a analizar un ejemplo. Imagínate una fiesta donde se da el encuentro entre un hombre y una mujer que no se conocían. Ella luce muy atractiva, al igual que él; ambos se sienten atraídos e inician una conversación. Durante esa conversación, la mujer no llega a tener la más mínima idea acerca del pasado del hombre. Aunque él había crecido en un hogar muy disfuncional, con padres abusivos y agresivos, nada de eso se puede percibir detrás de su imagen elegante y su actitud simpática. En un determinado momento de la conversación, ella dice algo que repentinamente le recuerda al hombre lo que su propia madre le decía. Se siente incómodo porque se le ha despertado un recuerdo muy doloroso de su infancia y eso lo lleva a cambiar completamente su actitud. De pronto, se siente molesto y piensa que esa mujer no es para él. Al alejarse, la mujer se queda llena de interrogantes, sin entender lo que pasó.

Imagínate ahora el mismo caso, la misma secuencia, pero con la diferencia de que el hombre ha tenido una infancia feliz. La mujer vuelve a hacer el mismo comentario, utilizando las mismas palabras y, sin embargo, el hombre no reacciona ni se molesta. La conversación continúa y el hombre se siente feliz de haberla conocido.
En el primer caso, lo más probable es que el hombre culpe a la mujer de su incomodidad cuando, en realidad, la única razón de haberse sentido incómodo son sus propias heridas infantiles. A este fenómeno lo llamamos «proyección». Él pensará que si ella no hubiera dicho tal cosa, la relación hubiera sido diferente. Esto es cierto en principio pero la verdad es que, tarde o temprano, algo iba a despertar sus heridas emocionales.

De lo anterior puede deducirse que nunca nos enojamos por lo que los demás hacen. La única razón por la cual reaccionamos así es porque frente a ciertas conductas o eventos se despiertan nuestras propias heridas emocionales. Dicho de otra forma, las personas que te hacen enojar te están dando la oportunidad de que seas consciente de la parte de ti mismo que tienes que sanar. Esto es también cierto cuando sientes angustia, depresión, miedo, o cualquier otra emoción negativa que te resta paz. Puesto que el ego siempre busca justificarse de mil maneras, siempre encontrarás muchas razones muy lógicas para culpar a los demás del dolor que te producen. Sin embargo, no hay nada más lejos de la verdad que culpar a otros por nuestro dolor.

El mecanismo de proyección puede llegar a ser muy absurdo. Hay personas que culpan de su mal humor al tiempo, al gobierno, a la televisión, a los vecinos, a los animales, a la iglesia, y a cualquier otra cosa que tu mente pueda imaginar. Ellos se convencen de que si la situación fuera diferente, serían felices. En esto radica la gran mentira que se produce por el fenómeno de la proyección. Si crees que tu vida va a ser más placentera si cambia el gobierno, lo más probable es que esto último ocurra y tú sigas quejándote. Hay otros que culpan de su infelicidad a la pareja que tienen en ese momento; si es tu caso, lo más probable es que pienses lo feliz que serías si tan sólo dieras con la persona adecuada.

Tu felicidad no depende de nada externo. Si sufres por algo, es porque tienes que sanar algo en tu interior; en cuanto lo hagas, la molestia desaparecerá.
La solución comienza a aparecer cuando, en vez de quejarte, comienzas a preguntarte por qué te duele o molesta lo que hace el otro; cuál es la parte de ti mismo que hace eco a las palabras o acciones de afuera.

Cuando empiezas a reconocer que el verdadero problema está dentro de ti, empiezas a activar los mecanismos de curación. De acuerdo con el principio de correspondencia, cada uno de nosotros atrae a personas o situaciones problemáticas con el fin de reconocer las propias heridas sin sanar.

En conclusión, cada vez que alguien o algo te saquen de quicio, el Universo te está dando la oportunidad de curar una herida interna. Llegado ese momento, es conveniente que hagas dos cosas: en primer lugar, debes preguntarte qué significa eso en tu vida, sin buscar culpables, interrumpiendo el fenómeno de la proyección; en segundo lugar, debes conectarte con tu espíritu, a través de tus propias palabras, pidiendo curación. Puedes decir algo como lo siguiente: Me siento muy molesto por lo que me ha hecho: sé que siento este dolor porque se ha despertado una herida en mí; necesito curación. Pido a todo el Universo que me ayude a sanar esto. Pido la sanación completa de mi ser.

Al pedir ayuda, todo tu ser se vuelve receptivo y permite que las fuerzas del Universo puedan ingresar en ti produciendo la curación.

A veces, podemos llegar a entender cuál es la herida y cuál fue su origen. Otras veces, jamás nos llegamos a enterar. En última instancia, lo más importante es la sensación de paz que nos llega una vez que nos hemos sanado.

El karma no es más que otra creación de nuestro ego. De acuerdo con eso, tenemos que «pagar» por los errores que cometimos. Por lo general, se asocia al karma una idea de castigo. Cuando empieces a escuchar a tu espíritu y comprendas que no tienes nada que pagar, dejarás de penalizarte. Tu espíritu te recordará que sólo has cometido errores y que éstos se pueden corregir.

La frase bíblica «Ojo por ojo, diente por diente» ha sido muy mal interpretada. Se la ha tomado como la ley de la venganza: si alguien te hace algo, tienes el derecho a hacerle lo mismo. Si ésta es tu interpretación, has caído en el error. La Biblia quiere enseñamos que si le quitas un ojo a alguien, luego te tocará perder un ojo a ti, porque de esa manera aprenderás las consecuencias de tus propios actos.

La Biblia enseña a perdonar y a amar, no a vengarse. Para ello existe lo que se denomina «Justicia Divina», Más adelante, estudiaremos en profundidad todo lo referido al karma al tratar el principio de causa y efecto.

Principio de Vibración - No. Ese ya es otro tema, de otro grupo de mensajes -   





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