TERCER PARTIDO
Catorce años después, el vetusto Amway Arena de Orlando era el escenario perfecto para que los Magic tomaran aire en esta final de la NBA: pabellón estrecho, público animoso, muy encima de los jugadores...
Un 3-0 para los Lakers hubiera sido casi definitivo, pero lo cierto es que esta madrugada, el juego en equipo de Orlando fue superior al de los Lakers. Por esta vez, no hubo supermanes, ni mambas negras. El primer cuarto fue para los Lakers (31-27). El equipo de Stan Van Gundy empezó muy flojo en la línea de tres, con cero de tres en los primeros minutos de encuentro, haciendo bueno por momentos el sambenito de Orlando: 18 de 53 desde el exterior en los dos primeros partidos de la final.
Gasol empezó fuerte, marcando su terreno con dos mates casi consecutivos. El partido estaba cómodo para los de Phil Jackson, el ataque en tromba que se espera por parte de Orlando no llegaba... y Howard seguía desaparecido, hasta que a falta de 07:44, Superman forzó la primera personal de Gasol. Primera inyección de moral para Howard.
Sin embargo, Stan Van Gundy seguía sin dar con la tecla correcta, su equipo seguía dependiendo del juego interior de su pívot y seguía empecinado en no abrir la cancha.
Kobe Bryant, que a falta de seis minutos para terminar el primer cuarto aúno había anotado, comenzó su empacho de puntos, al tiempo que Alston se enchufaba al partido con cuatro puntos consectivos. Kobe buscaba incesantemente a Courtney Lee, el novato no podía frenarle y la estrella de los Lakers se iba a ir con 17 puntos en el primer cuarto. Todavía no sabía la que se le iba a venir encima...
En el segundo cuarto (23-32), Orlando recuperó su mejor versión. El punto de inflexión llegó a falta de 08:44. Ally up entre Türkoglu y Howard, melodía de Superman en el Amway Arena y golpe de efecto en la cancha.
El chico de barrioDesde el pasado mes de febrero, el flamante allstar Jameer Nelson estuvo lesionado, y su lugar fue ocupado en la cancha por Rafer Alston, ese chico de infancia paupérrima en Queens, que se vio relegado injustamente en los dos primeros partidos de la final (10 puntos entre ambos). Sin embargo, en este tercer partido volvió a demostrar que también él sabe jugar en equipo, y recuperó su faceta ya casi extinta de gran penetrador. En total, unos números para respetar: 20 puntos, dos rebotes y cuatro asistencias.
Kobe y Gasol seguían a lo suyo, a falta de 03:30 para el descanso, Bryant llevaba 20 puntos y Pau 10, pero los signos de agotamiento anímico empezaron a hacerse patentes cuando Howard puso un tapón tremendo a Kobe e instantes después, el marcador ya reflejaba un 54 - 57 para Orlando. Poco antes, Rashad Lewis se presentaba en el partido con un triple que ponía por delante a su equipo por primera vez en el partido.
Los Lakers se fueron al descanso con muchas dudas en su juego, con Bryant fallando sus últimos tres tiros. Orlando estableció un nuevo récord histórico en una final de NBA al llegar al 75% de acierto en tiros de campo.
El pique de Kobe
Kobe Bryant se autodestruyó a sí mismo en la segunda parte. Para que los Lakers hubieran ganado esta madrugada este trascendental tercer partido, ni siquiera hubiera sido necesaria la mejor versión de Kobe; tan sólo, que no hubiera cometido dos pecados: ser individualista hasta la exasperación y picarse con un novato como Courtney Lee.
Mientras, Orlando iba a más, con un juego en equipo excelente, que vemos reflejado en los números de sus jugadores: 18 puntos para Türkoglu, 21 para Lewis -decisivo en los triples en los momentos trascendentales-, 21 para Howard y 18 para el francés Pietrus, otra de las sorpresas agradables de la noche.
Pau Gasol cuajó un encuentro notable, con 23 puntos, 3 rebotes y 2 tapones, pero estuvo muy desaprovechado, ya que Kobe malgastó tiempo y energías en esa guerra personal consigo mismo que hizo perder gas a su equipo.
En la recta final del encuentro, con Kobe anulado (cinco de diez en tiros libres), los Lakers siguieron imprecisos, y aunque estuvieron cerca, purgaron los pecados de su estrella con esta derrota, que reafirma a los Magic en la convicción de que es posible ganar tres partidos en el Amway Arena.