Conducir conectado a Internet, un nuevo riesgo
RANDALL STROSS 20/09/2008
Cualquier cosa que mantenga entretenidos a los niños durante un viaje largo en coche, como los reproductores de vídeo en los asientos traseros, es una ayuda para la seguridad al volante. Ahora en Chrysler se preparan para ofrecer en sus modelos de 2009 una nueva posibilidad de diversión para los niños: conexión inalámbrica e Internet. El problema es que todo el coche se vuelve un receptor.
Tom Vanderbilt, autor de Traffic, un best-seller sobre nuestros hábitos al volante, afirma: "Ya hemos visto casos mortales de gente que estaba mirando el portátil a la vez que conducía. Es totalmente increíble que Chrysler quiera abrir las puertas a una distracción tan flagrante como el acceso a Internet".
En la página web de Chrysler, Keefe Leung, un director del grupo de tecnología de conectividad avanzada de la empresa, explica la lógica que hay detrás de este servicio: "La gente está conectada en su vida en todos los sitios en la actualidad. Está conectada en casa, en la oficina, en Starbucks cuando va a tomarse un café...". Pero, añade, "el único lugar en el que pasa mucho tiempo y no está conectada es en su vehículo y queremos ofrecerle eso".
Está claro que, por razones de seguridad, Leung no puede aprobar el uso de dicho servicio por los conductores. Cuando se le ve en los vídeos que presentan el servicio, llamado UConnect, siempre está en uno de los asientos traseros.
Cuando le pregunté sobre el mal uso que podrían hacer los conductores del servicio, me contestó que estaba "diseñado para los niños en los asientos traseros".
Aun así, Chrysler es la empresa a la que se le ocurrió el concepto del "salón sobre ruedas" para sus minivans. Pero no lo es. En mi casa, el salón es estacionario. Pero en carretera, mi "salón" podría chocar con el de otro.
En agosto, el Departamento de Transporte de EE UU publicó las cifras totales de accidentes de tráfico en el país el año pasado: 2,49 millones de heridos y 41.059 muertos. Y éste es sólo el recuento de un año. Como explica Vanderbilt en su libro, mucha gente ha estado dispuesta a aceptar una reducción de las libertades civiles como respuesta a las amenazas terroristas, pero muchas de esas mismas personas "se han resistido sistemáticamente a la implantación de medidas de tráfico diseñadas para reducir el número de muertos al año", como restringir el uso del teléfono móvil mientras se conduce o reducir el límite de velocidad.
Aunque se hayan conseguido grandes avances a la hora de reducir la conducción bajo los efectos del alcohol e inculcar el hábito de usar el cinturón de seguridad, hemos tirado por tierra la mayoría de esos logros usando el teléfono móvil mientras conducimos. Dos estudios, uno canadiense y publicado en The New England Journal of Medicine y el otro australiano y publicado por la British Medical Association, examinaron los registros de llamadas por el teléfono móvil de la gente que había resultado herida en accidentes de tráfico. Ambos estudios llegaron a la conclusión de que, cuando los conductores estaban hablando por el móvil, tenían el cuádruple de posibilidades de verse envueltos en un accidente grave.
Los estudios revelan que las leyes que regulan el uso de teléfonos con manos libres son de muy poca ayuda: el aumento del riesgo de tener un accidente es atribuible al impedimento mental que provoca la conversación por el móvil y era igual de elevado para los que utilizaban el manos libres que para los que usaban el móvil en sí.
J. R. Peter Kissinger, presidente de la AAA Foundation for Traffic Safety de Washington, asegura que el "conducir distraído" es una de las principales amenazas para "todos los que conducimos o paseamos en este país". ¿Harán los conductores uso del sentido común y no utilizarán el portátil mientras conducen? Kissinger no es optimista.
Señala: "Me imagino a dos adolescentes en la parte delantera y el copiloto pone un vídeo de YouTube. No me imagino al conductor diciendo: 'Voy a hacerme a un lado y a parar para poder ver de forma segura de qué te estás riendo".
Adrian Lund, presidente del Insurance Institute, comparte esa preocupación. "Añadir otra distracción electrónica", comenta, "es una receta para el desastre". Aunque los aparatos de diversión estén en manos de un pasajero, es perfectamente previsible lo que va a pasar: "El conductor va a querer verlo", remacha.
Randall Stross es escritor, con residencia en Silicon Valley, y catedrático de empresariales en la San José State University
fuente:elpais.com