Rodríguez Zapatero, genial piloto keynesiano

cotizalia.Continuando con el artículo anterior, hoy nos dedicaremos a ver cómo se comportan los bólidos patrios en esta apasionante carrera. En Estados Unidos parece que ambos van a buena velocidad de crucero y ya empiezan a mirar la crisis por el retrovisor. En los grandes países europeos pasa lo mismo, o eso dicen. ¿Será un espejismo? Como consecuencia de ello, parece que el bólido monetarista europeo (BCE) comenzará dentro de un año a pisar el pedal del freno a contrapelo nuestro, a aumentar los tipos de interés cuando más necesitará nuestra maltrecha economía en deflación unos tipos mínimos. Nuestro bólido keynesiano, el Gobierno del conductor Rodríguez junto con las improductivas sanguijuelas que chupan del presupuesto, parece conducido por un borracho que lo mismo acelera: el Plan E, los 420 € y las dádivas de todo tipo al parroquiano amigo y a los insaciables taifas; que frena: las anunciadas subidas de impuestos; o va pegando tumbos: cada día anunciando una cosa diferente sin saber muy bien qué ruta tomará y sin afrontar las necesarias reformas estructurales. Algo genial para generar confianza, para fomentar el consumo y para conseguir que los agentes económicos reaccionen, con la por consiguiente (parafraseando a un inquilino de la Moncloa anterior parece que también algo inquieto, como cualquiera con algo de criterio, independientemente de su ideología) ineficacia de las medidas. Ya que, sin confianza, ninguna economía jamás podrá funcionar bien. ¿Para cuándo el control de alcoholemia a su conductor?

Las medidas monetaristas no están sirviendo para nada…

El efectivo que el bólido monetarista español lleva en el maletero se está dedicando a tapar los agujeros de los bancos y cajas. Aquí no hay créditos subprime, tan solo préstamos subestándar. Montañas de ellos debajo de la alfombra para que no se vean; tapados mediante prácticas muy cuestionables con el fin de no provisionar, como la masiva adquisición de inmuebles por parte de tan ilustres instituciones que están impidiendo un rápido ajuste del sector inmobiliario. O el soporte artificial de empresas hiperendeudadas y mal gestionadas, técnicamente quebradas, con tal de no ensuciar el balance. Para más escarnio, esa posición especial y única de bancos y cajas dentro del sistema financiero, como distribuidores de efectivo, está permitiendo que algunos puedan utilizarlo en hacer negocios que les están ayudando a ocultar pifias, a la vez que drenan el resto de la economía. La efectividad de las medidas monetaristas está siendo, por tanto, nula. El pedal del acelerador monetario está agarrotado porque el objetivo final de que el dinero llegue a los consumidores y a las empresas para que la economía reaccione no se está cumpliendo. Los criterios de concesión de créditos, que durante años fueron ridículamente laxos, son ahora inmoralmente restrictivos. Un frenazo en toda regla de la economía. No hay que extrañarse, pues, de tener las mejores instituciones financieras del mundo: unos zombis a la japonesa a los que papá Banco de España les está consintiendo todo. Son ellas mismas una hipoteca nacional que no está permitiendo que la economía pueda volver a arrancar.

Para empeorar las cosas, estamos con el ciclo cambiado respecto a las grandes economías del euro, Francia y Alemania, que son las que marcan el ritmo en el paso de la oca monetario europeo. Por eso, cuando el BCE comience a subir los tipos de interés, si el acelerador no se ha desagarrotado obligando antes a que el efectivo llegue a la sociedad para que vaya cogiendo reprís, acabará sumergiendo a la economía, todavía más, en las profundidades. Ojalá me equivoque.

… y las keynesianas tampoco…

Respecto a la política fiscal, mientras que aquí aceleramos, la piloto Merkel está comenzando a frenar en Alemania. ¿Cuál de los dos está equivocado? Esto empieza a parecer una carrera de autos locos en la que se supone debería ser la armoniosa Europa del Euro. Todo el dinero del bólido keynesiano se está utilizando en políticas incoherentes para lustre y sostén de unos cuantos, sociales las llaman, peronistas son. No será más que pan para hoy y hambre para mañana ya que antes o después habrá que pagar las gracias entre todos los que de verdad producen, que son cada vez menos. Nos enteraremos cuando la Comisión Europea nos llame a boxes para exigirnos aplicar los dilapidados criterios de Maastricht. Será una losa más en la recuperación.

Para que el dinero de Keynes sirva para algo debería utilizarse sabiamente en invertir -y no en gastar- mirando al futuro y soltando lastres; en medidas que engrasen la maquinaria productiva y la pongan a funcionar para que, con tiempo y paciencia, pueda generar empleo.

… con lo que podemos elegir: espabilamos o espabilamos

La época de los milagros económicos ha pasado. Toca trabajar, expiar culpas y empezar a recorrer una travesía en el desierto que será larga y dolorosa. Pero que, si la afrontamos con cordura y tenacidad, nos permitirá salir fortalecidos del túnel. Para ello debemos aplicar cirugía profunda. En vez de derrochar tantos millones, inútilmente, en cambiar las aceras de sitio, se podrían haber gastado en no permitir que tantas PYMES se hundieran por falta de pago de sus proveedores, sobre todo las Administraciones Públicas; pero esto ya no se puede arreglar, tan solo aprender de los errores para no repetirlos. En vez de asignar tanto dinero a los bancos y cajas para tapar sus agujeros y premiar las chapuzas de sus ejecutivos, hay que exigir que se destinen a financiar la economía real, a los verdaderos empresarios, a la innovación y la productividad. Y, sino, retirarlo de sus incompetentes manos poniendo en la calle a sus responsables. En vez de apuntalar el ladrillo y de mantener artificialmente la ilusión de que nuestros bancos y cajas son divinos, pasar cuanto antes el aspirador debajo de la alfombra, caiga quien caiga. En vez de subvencionar a amigos inviables y a la cautiva clientela peronista –que no descamisada-, dedicar el escaso dinero a incentivar sectores de futuro generadores de empleo, los hay a patadas. En vez de continuar sosteniendo una burocracia decimonónica, redundante e inmensa, obsoleta y paralizante, sobrante de canonjías, decidirnos a racionalizar y adelgazar las Administraciones Públicas. A todas. Reformar de una vez la educación y la justicia. El mercado laboral, ni lo menciono. Y, para poderlo realizar, abolir la mediocrecracia para restaurar la meritocracia, sobre todo en la política pero también en la empresa. Reinstaurar la cultura del esfuerzo y del trabajo bien hecho. En definitiva, tomar las medidas necesarias que permitan que España pueda, poco a poco y con sudor, volver a funcionar.

En fin, que todos nuestros bólidos están de momento a la cola en la carrera mundial por la recuperación económica. Convirtámoslo en una oportunidad. Pero no se olviden del muro.