Cierre de fábricas contaminantes, cancelación de todas las obras dentro del casco urbano, severas restricciones para la utilización del coche, grandes inversiones en transporte público,... No ha habido ni un día en los últimos meses en el que China no haya anunciado a bombo y platillo una nueva medida para paliar la contaminación atmosférica. La polución ha sido la gran obsesión de los organizadores de los Juegos. Pero, por lo visto el domingo, no ha servido para nada.
El día en que los primeros deportistas arribaron al que será su hogar durante las próximas semanas, Pekín amaneció cubierto por una espesísima nube gris que hacía casi imposible distinguir si era de día o de noche. Una de las grandes ventajas de esta Villa Olímpica es que está a menos de medio kilómetro de las principales instalaciones deportivas. Pero ni subiéndose al piso más alto se podía contemplar ayer el estadio nacional desde las viviendas de los deportistas. La espesa nube impedía ver más allá de unos cuantos metros. Pese a todo, y a falta de doce días para la ceremonia inaugural, la organización sigue diciendo que todo está bajo control. “Esto es normal a estas alturas del año porque hay poco viento”, dijo el director de la oficina medioambiental, “pero en agosto la calidad del aire será buena”. A los miembros del COI les resulta más difícil ser tan optimista. “La verdad es que no tiene buena pinta”, comentó la sueca Gunilla Lindberg, “pero el sábado no estaba tan mal. Esperemos tener suerte como ocurrió en Atlanta, Atenas y Barcelona”. La contaminación es uno de los motivos por los que muy pocos atletas han llegado ya a Pekín. La mayoría piensa demorar el viaje lo máximo posible.