Apenas 24 horas después de sufrir la primera derrota en cuatro años, a manos del alemán Paul Biedermann en los 200 metros libre, el mágico Michael Phelps volvió a ser el rey. Nadó los 200 mariposa más rápidos de la historia (1.51:51) y sumó un oro (el segundo del Mundial después del logrado con Estados Unidos en los 4x100 libres) en la que significó la victoria de la lycra contra el poliuretano, el duelo desigual de la loca cita romana. Con gesto de rabia, el nadador estadounidense demostró que el talento siempre triunfa en cualquier deporte, por mucho que su LZR Speedo -el mismo bañador con el que logró ocho oros en Pekín- no tenga las mismas ventajas que el Jaked 01 y sus semejantes. El hombre pudo a la máquina ayer, como el martes pudo la mujer, en este caso la británica Gemma Spofforth, que también ganó el oro y batió el récord del mundo en los 100 m espalda con un LZR Speedo.
El gran éxito de Phelps en la cuarta jornada de la natación no desactiva las amenazas de su entrenador, Bob Bowman. Hasta que la FINA no decida regular los bañadores y todos los nadadores los utilizen de textil, Phelps podría no competir. El máximo organismo de la natación prevé que la nueva reglamentación entre en vigor entre abril o mayo de 2010. Bowman sospecha que "va a ser en agosto".
Debates al margen, el emperador de Pekín parece invencible en los 100 mariposa, prueba en la que tendrá que competir con el español Rafa Muñoz y con el serbio Milorad Cavic. Esa será su última prueba individual, a expensas de perseguir el oro con Estados Unidos en el 4x100 estilos y el 4x200 libres.
Récords eternos.
Si Phelps puede ser el rey del Mundial (ya suma dos oros y una plata), Federica Pellegrini sería la reina (dos oros). La italiana puso nuevamente patas arriba el Foro Itálico de Roma con su victoria en la final de los 200 libre y la consecución de un récord del mundo de otro planeta (1:52.98). La nadadora se convirtió el martes en la primer mujer que bajaba de 1:54 en la prueba y ayer repitió hazaña, cubierta de poliuretano, claro, bajando de 1:53.
Pero el récord de la tarde fue el del ignoto Lin Zhang en los 800 libres. En los Juegos Olímpicos se clasificó quinto con una marca de 7:53. Ayer, no sólo se llevó el oro para el último país olímpico, sino un récord que, posiblemente, no sea superado en años tras la desaparición de los bañadores mágicos: 7.32:12.
Los récords explotan como una bomba y ayer cayeron dos más. Anastasia Zueva, con un tiempo de 27.38, rebajó en treinta centésimas el de 50 metros braza y en categoría masculina Cameron Van der Burgh hizo lo propio en la misma prueba (26.67).
Phelps demostró ayer que él, al igual que el poliuretano, revientan las marcas. Roma será eterna por sus récords.
AS.com
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