Faro de Ar-Men cerca de la isla de Sein. Mar de Iroise, Francia. Jean Guichard
El faro Ar-men lleva el nombre de la roca sobre la que se erigió. Por las considerables dificultades para su construcción, el peligro que representó para los obreros y el trabajo estresante que tenían que soportar los guardianes del faro, se convirtió en un faro legendario y fue apodado por los fareros como “el infierno de los infiernos”. Su construcción comienza en 1867 y tardaron 14 años en levantar el faro sobre una roca que en marea baja solo emerge 1.5 metros sobre el agua. Los obreros tuvieron que trabajar en condiciones durísimas, tumbados al principio sobre la roca para evitar ser barridos por las olas y poder realizar los primeros agujeros donde se integraría la base del faro. Tardaron 2 años para terminar 55 hoyos y una ranura circular excavados en la roca para sustentar la base de mampostería, y las primeras piedras no se pusieron hasta mediados del año 1869, teniendo que repetir trabajos con frecuencia ya que las tormentas destruían o dañaban lo realizado el día anterior. Un barco estaba siempre vigilante para rescatar a los obreros que eran arrojados al mar por el oleaje. Sorprendentemente hubo pocos accidentes graves pero los incidentes fueron continuos. Todas estas peripecias se prolongaron hasta el año 1881, cuando terminó la construcción y el faro Ar-Men se iluminó por primera vez.
La azarosa regularidad de los relevos de los fareros, que dependían del estado de la mar, prolongaba indefinidamente algunas estancias. Así, en 1923, el farero Fouquet permaneció encerrado 101 días en medio del temporal, aislado y sin provisiones. Cuando un farero no estaba de guardia gozaba de plena libertad, aunque disponían de pocas distracciones, y uno de las mayores aficiones era la de la cocina (son famosas algunas recetas de los fareros de Ar-men), también la pesca, la lectura y la radio. La monotonía de la vida cotidiana se rompía con frecuencia por todo tipo de eventos inesperados. Los dias de tormenta no se podía abrir ninguna ventana y era imposible permanecer en la galería superior, debido a la violencia de las olas y la fuerza del viento. Los golpes de las grandes olas sacudían todo el edificio y solían derribar todo lo que colgaba de las paredes, haciendo estos periodos realmente insoportables para los fareros. Los últimos guardianes del faro fueron Daniel Treanton y Michel Le Ru que terminaron su servicio en abril de 1990, fecha a partir de la que el faro fue automatizado. Una vez al año buzos especializados inspeccionan la base del faro.