19-2-13
El desastre nuclear de Fukushima no deja de dar malas noticias, ahora en forma de goteo, pero no por ello son mejores que aquellas primeras que tanto preocuparon. La radiactividad sigue presente, casi dos años después, por tiempo que pase y por distancia que haya de por medio, como demuestran los altos niveles de radiactividad detectada en los peces de las aguas que bañan una ciudad situada a 200 kilómetros del lugar del accidente.
Según una información dada a conocer por las autoridades japonesas, hay unos altos índices de radiactividad en los peces de las aguas de la ciudad de Choshi, perteneciente a la prefectura de Chiba, ubicada en la costa oriental del país, al sur de la central nuclear de Fukuhisma-1.
El Gobierno de Chiba ha dado la voz de alarma tras asegurar este lunes que peces capturados a unos diez kilómetros de las costas de Choshi alcanzan los 130 becquerelios por kilogramo de cesio radiactivo, 30 por encima del límite tolerado, es decir, aceptado como saludable.
Siguen las restricciones al consumo
Recordemos que las autoridades japonesas declararon una zona de exclusión terrestre a 30 kilómetros de la central nuclear siniestrada, que todavía sigue vigente, y a restringir el consumo de los productos naturales de la zona por evidentes cuestiones de seguridad. Pero el peligro parece rebasar ampliamente el área tratada, en función de la radiactividad pesquera hallada.
Aunque el problema se detectó hace ya unos meses, pues el pasado mes de diciembre, sin ir más lejos, los pescadores de Chiba suspendieron sus expediciones tras detectar hasta 60 becquerelios por kilogramo de ceso radiactivo en los peces capturados en Choshi, una decisión lógica que obedece a una situación trágica tanto en lo económico como en lo ambiental.
Recordemos que Fukushima sufrió uno de los peores accidentes nucleares de la historia, similar al ocurrido el 26 de abril de 1986 en Chernóbil. Esta vez fue a causa del terremoto y del posterior tsunami generado, que el 11 de marzo de 2011 dañó los reactores de la central nuclear, no pudiéndose impedir la liberación de gran radiactividad.
A unas semanas del segundo aniversario, Greenpeace recuerda que las consecuencias de aquel accidente nuclear siguen pasando factura a cientos de miles de japoneses que todavía no han sido indemnizados y además han de soportar la peligrosísima polución radiactiva. La organización ecologista pide que las centrales asuman sus responsabilidades, y no acaben pagando siempre los pobres ciudadanos.