2º PARTE
No nos cansaremos de insistir sobre una cuestión capital: la de la identidad de los Espíritus que se
comunican a lo largo de las experiencias. Esa identidad, establecida de la manera más precisa
posible, será la mejor respuesta a los críticos del espiritismo y a todos aquellos que buscan explicar
los fenómenos por otras causas ajenas a la de la intervención de los difuntos.
He aquí varios hechos que nos parecen característicos y apoyados en testimonios importantes.
El primero, aportado por Myers en su obra sobre la Conciencia subliminal, concierne una persona
bien conocida del autor, M. Brown, de cuya sinceridad es garante.
Un negro, de origen cafre, vino de visita a casa de M. Brown un día que realizaba experiencias
espíritas con su familia.
El visitante acomodado, preguntaron si habían compatriotas suyos difuntos queriendo entrar en
comunicación con el.
Enseguida, la joven hija de la casa, que no conocía una palabra de cafre, escribió varios nombres en
esa lengua. Leídos al negro, provocaron en el un vivo estupor. Luego vino un mensaje en lengua
cafre que entendió a la perfección, salvo una palabra desconocida de M. Brown. En vano este lo
pronunciaba de diversas maneras, el visitante no captaba el significado. De pronto, el médium
escribió: “Haz chascar tu lengua.” Entonces M. Brown se acordó de repente del chasquido
particular de la lengua que acompaña la articulación de la letra t en los Cafres, y se hizo
comprender inmediatamente.
Los Cafres ignorando el arte de la escritura, M. Brown se sorprendía de recibir un mensaje escrito.
Le fue respondido que ese mensaje había sido dictado, a la solicitud de los amigos del negro, por
uno de sus amigos europeos que, en vida, hablaba de corrido esa lengua.
El Africano estaba aterrado de pensar que los muertos estaban ahí, invisibles.
El segundo caso es relativo a la aparición de un Espíritu, llamado Nephentés, en una sesión
mantenida en Christiania, en casa del profesor E., con Mme d´Esperance como médium. El Espíritu
dio el molde de su mano en parafina. Ese modelo en vacío, llevado a un profesional para que hiciera
el realce, excitó su estupefacción y la de sus obreros: comprendían perfectamente que una mano
humana no podía haberlo producido, porque lo habría quebrado al retirarse, y declararon que era
una obra de brujería.
En otra ocasión, Nephentés escribió sobre el carnet del profesor E. caracteres griegos. Traducidos,
al día siguiente, del griego antiguo al lenguaje moderno, esas palabras significaban: “Soy
Nephentés, tu amigo. Cuando tu alma se vea oprimida por un exceso de dolor, invócame, y acudiré
con prontitud a aliviar tus penas.”
En fin, el tercer caso es certificado como auténtico por M. Chedo Mijatovitch, ministro
plenipotenciario de Serbia en Londres, que lo ha comunicado en 1908 al Light. Rogado por
espíritus húngaros de ponerse en contacto con un médium para elucidar un punto histórico relativo
a un antiguo soberano serbio, muerto en 1350, se dirigió a casa de M. Vango, del cual se hablaba
mucho en aquella época y que nunca había visto anteriormente. Dormido, el médium anunció la
presencia del espíritu de un joven, muy deseoso de hacerse entender, pero del cual no entendía el
lenguaje. Sin embargo, terminó por reproducir algunas palabras.
Era serbio, y he aquí la traducción:
“Te ruego escribas a mi madre Nathalie, diciéndole que imploro su perdón.” El Espíritu era el del
rey Alexandre. M. Chedo Mijatovitch tuvo aún menos duda en cuanto nuevas pruebas vinieron a
añadirse a la primera: el médium hizo la descripción del difunto, y este expresó sus remordimientos
de no haber seguido un consejo confidencial que le había dado, dos años antes de su asesinato, el
diplomático consultante10.
Los hechos siguientes, la mayoría inéditos, constituyen otras tantas pruebas de la sobrevivencia:
En el curso de las sesiones que manteníamos en Tours de 1893 a 1901, y de las cuales ya he
hablado en mi obra En lo Invisible (Espiritismo y Mediumnidad)11 a propósito de los fenómenos del
trance, M. Périnne, presidente de la Corte de apelación de Argel, que había tomado su retiro en
nuestra ciudad, se entretenía libremente con el Espíritu de su hijo, Edouard Périnne, fallecido a la
edad de 26 años, juez de paz en Cherchel, el 1º de noviembre de 1874. Cierta noche, nos llegó
cargado de un de fajo papeles cubiertos de croquis a la pluma, representando escenas humorísticas
esbozadas por el difunto y que conservaba como reliquias: “Edouard, - inquirió al Espíritu, cuando
este estuvo incorporado en Mme F..., nuestro principal médium, quien nunca había conocido el
fallecido ni puesto los pies en Algeria, - Edouard, ¿quien era ese grueso hombre del cual has
esbozado la caricatura en esta pagina? Ni yo ni tu madre nos podemos acordar del sentido de ese
croquis.” Se veía sobre el dibujo un hombre obeso, intentando trepar por un poste telegráfico.
“¿Como, padre, no te acuerdas de M. X..., tan ridículo, que, en Argel, nos fatigaba con su
conversación anodina y sus habladurías sobre su agilidad?” Y entró en detalles muy precisos sobre
la identidad de ese personaje, tanto que M. y Mme Périnne se rememoraron enseguida de la causa
inspiradora de esos dibujos burlescos.
Un día de verano, Mme F..., acompañada de su marido se ocupaba en su jardín en pequeñas labores,
se sintió empujada por una fuerza irresistible a cortar una espléndida rosa, el único ornamento de un
arbusto y del cual M. F... estaba muy orgulloso. Este intentó en vano disuadirla. Bajo la influencia
oculta, cortó la flor y corrió a ofrecérsela a Mme Périnne, que habitaba en el vecindario. Esta dama,
encantada, exclamo viéndola: “¡OH, que felicidad me causáis en este día, que es el día de mi
santo!” Mme F... ignoraba ese detalle.
En la siguiente sesión mantenida en Paris, en diciembre de 1911, en casa del capitán P., oficial del
estado mayor, en presencia de algunos amigos, entre los cuales se encontraba el doctor G. y M.
Robert Pelletier, secretario de la Revue, un Espíritu se manifestó como Geber, sabio árabe que vivió
en Persia desde el 760 al 820. Como prueba de su identidad, indicó que la traducción de sus obras
se encontraba en la Biblioteca Nacional y dio sus títulos: Summa collectionis, Compendium,
Testamentum, etc.
M. Pelletier fue a controlar dichas afirmaciones a la Biblioteca, y fueron totalmente confirmadas;
nadie de los asistentes había oído nunca hablar de ese personaje. En ese mismo grupo, el
compositor Francis Thomé se dio a conocer a sus primos recordando hechos ignorados de los
demás, e incluso algunos de ellos ya no se hallaban presentes en la memoria de sus parientes.
El general L. G. me escribía en 1904:
No me puedo resistir al deseo de comunicaros el hecho siguiente. En el mes de julio pasado,
mi mujer estaba en casa de su hermano B., y se entregaba a experiencias de tiptología.
Después de diversas comunicaciones por medio de la mesa, sobrevino el Espíritu del
almirante Lacombe, tío de mi mujer, muerto en enero de 1903. Mi cuñado, capitán en ...º de
línea, muy escéptico, interrogó: “Ya que estas aquí, podrías quizás decirnos donde está el
boleto de lotería turca que estaba entre los papeles de papa; no he podido encontrarlo. Tu
que has reglado esa sucesión, como tutor de Maria, debes de saberlo.”
La mesa respondió: “Está en casa de M. L..., notario. - No, se lo he pedido; no lo tiene. - Si,
esta en una carpeta a nombre de M. V... (banquero de mi suegro), con unos viejos papeles,
en el despacho del primer pasante.” Ahí quedó la cosa... Hoy, recibo de él una carta
anunciándome que el billete de lotería turco ha sido encontrado en el lugar indicado por la
mesa: ¡es asombroso, ese es el hecho!
El caso siguiente publicado por M. Aksakof muestra hasta que punto las personas fallecidas
pueden seguir al corriente de las cosas terrestres.
Una joven rusa, Schura (diminutivo de Alejandrina), se envenenó a la edad de 17 años,
después de perder a su novio Michel, quien, arrestado como revolucionario, perdió la vida
intentando evadirse. El hermano de Michel, Nicolás, estaba, en el momento que fue recogida
esta observación, estudiando en el Instituto Tecnológico. Cierto día, una dama de Wiessler y
su hija (de las cuales la primera se ocupaba mucho del espiritismo), que apenas conocían la
familia de Michel y de Nicolás, y cuyas relaciones, intermitentes, con Schura y su familia se
remontaban a una época lejana, reciben por intermedio de una mesa un mensaje de Shura
que les ordena prevenir sin tardanza a la familia de Nicolás de que su hijo corre el mismo
peligro del cual había perecido su hermano. En vista de los titubeos de las dos damas,
Schura se puso aún más insistente, pronunció palabras que tenía costumbre de utilizar en
vida y, para suministrarles una prueba de su identidad, una noche llega hasta a aparecerse a
Sophie, la cabeza y los hombros encuadrados en un círculo luminoso. Eso aún no fue
suficiente para que se decidiesen Mme von Wiessler y su hija. En fin, un día, Schura les
hace saber que todo se ha acabado, que Nicolás va a ser arrestado y que se arrepentirán de
no haberle obedecido. Las dos damas se deciden entonces a poner todos esos hechos en
conocimiento de la familia de Nicolás, quien, muy satisfecha de la conducta de ese último,
no prestó ninguna atención a lo que venían de contarles. Dos años pasaron sin incidentes,
cuando se supo un día que Nicolás había sido arrestado por haber tomado parte en reuniones
revolucionarias que tuvieron lugar en la misma época de las apariciones y de los mensajes
de Schura (Proceedings S. P. R., VI, págs. 349-359).
El vice-almirante inglés Usborne Moore era un amigo de William Stead. Desde la catástrofe del
Titánic, el almirante se ha puesto en comunicación con su amigo por intermedio de Mme Wriedt,
médium. El mismo lo cuenta así12:
“Dio (W. Stead) tres admirables pruebas de identidad – dos a Mlle Harper y una a mi. Hizo
alusión al último encuentro que tuvimos juntos en Bank Buildings. En esa ocasión la
conversación duró una media hora y versó sobre diferentes asuntos: desde la guerra entre
Italia y Turquía hasta la próxima visita de su excelente amiga Mme Wriedt. Fue sobre una
de esas condiciones que hizo hincapié en esa sesión del domingo por la noche.
“El lunes por la mañana, nuestro amigo se me apareció el mismo bajo una forma etérea,
mientras me encontraba solo con el médium. Era un buen simulacro, muy brillante hasta la
mitad del cuerpo, pero esta vez no habló. Esa misma noche se mostró de la misma manera a
varios amigos íntimos y habló durante varios minutos sobre asuntos que se sabía le
preocupaban cuando quitó Inglaterra.”
Otro amigo de M. Stead, M. Chedo Mijatovitch, ministro plenipotenciario de Serbia en Londres, ha
visto el Espíritu de Stead y le ha hablado durante algunos instantes. Ahí también, el Espíritu dio
pruebas formales de su identidad, rememorando recuerdos totalmente desconocidos del médium.
M. Chedo Mijatovitch ha dado testimonio formal de ello en una carta publicada el 8 de junio en el
Light.
El profesor Hyslop ha contado también13 como, en una sesión con Mme Chenoweth de médium,
W. James, el célebre filósofo americano, muerto hace algunos meses, se había presentado y había
dado numerosas pruebas de su identidad, notablemente recordando hechos que solo M. Hyslop
podía conocer.
El Light de Londres reporta un caso remarcable de identidad por escritura mediúmnica. Aquí está:
M. Shepard tenía como principal empleado cierto M. Purday, en quien tenía total confianza.
Habiendo caído enfermo Purday, M. Shepard fue a hacerle una visita. Fue recibido por su
mujer, que no lo dejó penetrar más que con mucha reticencia al lado de su marido, y no
abandonó ni un solo instante la habitación del enfermo, ni en esa visita, ni en las siguientes.
Esto chocó al visitante, tanto más que el enfermo le miraba de una manera muy particular
pareciendo querer comunicarle algo importante y sentirse impedido por la presencia de su
mujer.
Purday murió sin testamento; su mujer heredó su fortuna, que, al decir de los vecinos, era
considerable, lo que sorprendió muchísimo a M. Shepard.
Algunas semanas después, recibió la visita de un tal M. Stafford, médium escribiente, que le
dio una pagina de escritura mediúmnica firmada con el nombre de Purday. Este confesaba
que durante largos años había abusado de la confianza de su patrón y había realizado
desfalcos a diario, de los cuales el total constituía un capital importante. Añadía que,
sintiéndose profundamente desgraciado, se conformaba con esta confesión, que su mujer le
había impedido hacer antes de su muerte.
Los detalles que daba permitieron a M. Shepard contrastar esas afirmaciones. Además,
habiendo sometido al examen de un experto la comunicación y una muestra de escritura en
vida de Purday, este concluyó afirmativamente en la identidad común de las dos muestras14.
El 3 de abril de 1890, a las 10 de la mañana, Mme d´Espérance se encontraba en su despacho, en
Gothemborg (Suecia), ocupada en escribir varias cartas de negocio. Había datado una hoja de papel,
escrito el encabezamiento, y se había detenido para comprobar la ortografía de un nombre.
Cuando volvió la vista sobre la hoja, se apercibió que su pluma o su mano había escrito
espontáneamente y en grandes caracteres las palabras “Svens Stromberg”.
Dos meses después, M. Alexandre Aksakof, el profesor Boutlerof, otros amigos rusos y M. Fidler
vinieron a ver Mme d´Espérance para estudiar la mejor manera de fotografiar fantasmas
materializados.
En una sesión, su espíritu-guía, Walter, escribió: “Hay aquí un espíritu que dice llamarse
“Stromberg”. Desearía que sus parientes fuesen informados de su muerte. Me parece que ha dicho
haber muerto en el Wisconsin el 13 de marzo y haber nacido en Jemtland. Tenía mujer y seis hijos.”
“¡Si ha muerto en Jemtland, dijo M. Fidler, que nos dé la dirección de su mujer!”
Fue contestado: “No, ha muerto en América, y son sus parientes los que viven en Jemtland.”
Al día siguiente, en el curso de una sesión de fotografía, en una placa revelada apareció, detrás de
Mme d´Esperance, una cabeza de hombre de aspecto plácido.
M. Fidler pregunto a “Walter” quien era esa entidad fotografiada. “Si – respondió Walter – es el
Stromberg del cual te hablé. Debo decirte también que no murió en el Wisconsin, sino en New-
Stockolm, y que la fecha de su muerte es el 31 de marzo y no el 13. Sus parientes habitaban en
Strom Stocking, o un nombre parecido, en la provincia de Jemtland. Me ha dicho, me parece, que
emigró en 1886, que se casó y tuvo tres hijos y no seis. Murió amado y llorado por todos.”
“¿Está bien?, replicó M. Fidler. ¿Debo enviar esa fotografía a su viuda?”
“Todavía no has entendido bien, respondió Walter. He dicho que son los parientes en Jemtland
quienes ignoran su muerte, y no su mujer. Me ha dicho que todo el mundo lo conoce en el país;
imagino que si envías la fotografía a Jemtland, conseguirás un resultado positivo.”
Durante un año M. Fidler se ocupo de verificar las informaciones. He aquí lo que obtuvo: Svens
Ersson, nativo de Strom Stocken (parroquia de Strom), en la provincia de Jemtland, en Suecia, se
había casado con Sarah Kaiser, había emigrado al Canadá y, una vez establecido, tomó el nombre
de Stromberg; esta última circunstancia es bastante común entre los paisanos de Suecia, donde las
familias no llevan nombres que les sean propios.
Se consultó la mujer del difunto, el médico que lo trató y el pastor.
Todos estaban de acuerdo en decir que el 31 de marzo de 1890, día de su muerte, Stromberg,
dictando su última voluntad, había expresado el deseo formal que sus parientes y amigos de Suecia
fuesen informados de su defunción.
Por razones demasiadas largas a enumerar, sus últimas voluntades no pudieron ser ejecutadas.
La fotografía de Svens Stromberg fue identificada enseguida. Había sido enviada a Strom, donde
fue colgada en la sacristía, con la invitación a las personas que la reconociesen de estampar su
firma. Fue devuelta con numerosas firmas y muchos comentarios.
Queda probado que sesenta horas después de su muerte, sobrevenida en el norte de Canadá, Svens
Stromberg escribió su nombre sobre una hoja de papel en la ciudad de Gothemborg, en Suecia, y
que todas las informaciones que ha comunicado por la intermediación de “Walter” eran de la más
perfecta exactitud.
*
* *
Después de haber pasado revista a los principales fenómenos que sirven de base al espiritualismo
moderno, nuestro resumen sería incompleto, si no dijésemos alguna palabra de las objeciones
presentadas y de las teorías contrarias, con la ayuda de las cuales se ha intentado explicarlas.
El espiritismo, se ha dicho, no es más que un conjunto de fraudes y supercherías. Todos los hechos
extraordinarios sobre los cuales se apoya son hechos simulados.
Es verdad que los impostores han buscado imitar esos fenómenos; sus trucos han sido fácilmente
descubiertos, y los espíritas han sido los primeros en señalarlos. En casi todos los casos citados más
arriba: apariciones, materializaciones de Espíritus, los médiums están sujetos, atados a su silla;
frecuentemente, sus pies y sus manos están inmovilizados por los experimentadores. Algunas veces
también, son instalados en jaulas especialmente preparadas a ese efecto, jaulas cerradas, cuyas
llaves están en manos de los operadores, situados alrededor del médium. Es en tales condiciones
que numerosas materializaciones de fantasmas se han producido.
Resumiendo, las imposturas han sido casi siempre desenmascaradas, y muchos fenómenos no han
sido jamás imitados, por la sencilla razón que escapan a toda imitación posible.
Los fenómenos espíritas han sido observados, verificados, controlados, por sabios escépticos, que
han pasado por todos los grados de la incredulidad, y cuya convicción se ha desarrollado poco a
poco, bajo la presión continua de los hechos.
Esos sabios eran hombres de laboratorio, físicos y químicos experimentados, médicos y
magistrados. Tenían todas las cualidades requeridas, toda la competencia necesaria, para
desenmascarar los fraudes más hábiles, para deshacer las tramas mejor urdidas. Sus nombres están
entre los que la humanidad entera respeta y honra. Al lado de esos hombres ilustres, todos aquellos
que se han librado a un estudio paciente, concienzudo y perseverante de esos fenómenos vienen a
afirmar la realidad, en tanto que la crítica y la negación emanan de personas cuyo juicio, basado en
nociones insuficientes, no es más que superficial.
Les ha sucedido a algunos de entre ellos lo que les ocurre a menudo a los observadores
inconstantes. No han obtenido más que débiles resultados negativos, y se han vuelto tanto más
escépticos. No han querido tener en cuenta una cosa esencial: es que el fenómeno espírita esta
sometido a condiciones que hay que conocer y observar15. Su paciencia se ha agotado demasiado
pronto. Las pruebas que exigen no se obtienen en algunos días. Los sabios que han formulado
conclusiones afirmativas y que hemos citado han estudiado la cuestión durante numerosos años. No
se han contentado con asistir a algunas sesiones más o menos bien dirigidas y provistas de buenos
médiums. Se han preocupados en buscar los hechos, de agruparlos, de analizarlos; han ido al fondo
de las cosas. Así, su perseverancia se ha visto coronada por el éxito, y su método de investigación
puede ser ofrecido como ejemplo a todo buscador serio.
Entre las teorías adelantadas para explicar los fenómenos espíritas, la de la alucinación tiene
siempre el mejor puesto. Sin embargo ha perdido toda razón de ser, ante las fotografías de Espíritus
obtenidas por Aksakof, Crookes, Volpi, Ochorowicz, W. Stead y tantos otros. ¡No se fotografían las
ilusiones!
Los Invisibles no solo impresionan las placas fotográficas, sino también instrumentos de precisión,
como los registradores Marey16; elevan objetos materiales, los descomponen y los recomponen;
dejan impresiones en la parafina caliente. Estas son otras tantas pruebas contra la teoría de la
alucinación, ya sean individuales, ya sean colectivas.
Algunos críticos acusan los fenómenos espíritas de vulgares, de groseros, de triviales; los
consideran ridículos. Esas apreciaciones prueban su incompetencia. Las manifestaciones no pueden
ser diferentes de aquellas que habrían sido, viniendo del mismo Espíritu, cuando vivía sobre la
tierra. La muerte no nos cambia, y solo somos, en el Más allá, lo que hemos sido en vida. De ahí, la
inferioridad de tantos desencarnados.
Por otro lado, esas manifestaciones triviales y groseras tienen su utilidad: son ellas las que mejor
revelan la identidad de los Espíritus. Han convencido numerosos experimentadores de la realidad
de la sobrevivencia, y les han llevado poco a poco a observar, a estudiar fenómenos de orden más
elevado. Porque, lo hemos visto, los hechos se encadenan y se unen en un orden gradual, en virtud
de un plan que parece indicar la acción de una potencia, de una voluntad superior, buscando
arrancar a la humanidad de su indiferencia, a empujarla hacia el estudio y la búsqueda de su
destino. Los fenómenos físicos: mesas parlantes, casas encantadas, eran necesarios para llamar la
atención de los hombres, pero solo hay que ver ahí los medios preliminares, un encaminamiento
hacia un dominio más elevados del conocimiento.
En cada siglo, la historia rectifica sus conceptos. Lo que parecía grande deviene en pequeño, y lo
que parecía pequeño se eleva. Hoy, ya se empieza a comprender que el espiritismo es uno de los
acontecimientos más considerable de los tiempos modernos, una de las formas más remarcable de
la evolución del pensamiento, el germen de una de las más grandes revoluciones morales que el
mundo pueda haber conocido.
En lo que concierne al estudio de las manifestaciones físicas, los espíritas se saben en buena
compañía. Los nombres ilustres de Russel Wallace, de Crookes, de Robert Hare, de Mapes, de
Zöllner, de Aksakof, de Boutlerof, de Wagner, de Flammarión, de Myers, de Lombroso, han sido a
menudo citados. Se ven también sabios, como los profesores Barlett, Hyslop, Morselli, Botazzi,
Williams James, Lodge, el profesor Richet, el coronel de Rochas, etc., que no consideran esos
estudios indignos de ellos. ¿Que pensar, después de esto, de las acusaciones de ridículo, de locura?
¿Que prueban?, sino una cosa entristecedora: que el reino de la ciega rutina persiste en ciertos
medios. El hombre se inclina demasiado a menudo a juzgar los hechos desde el estrecho horizonte
de sus preconceptos y de sus conocimientos. Hay que elevarse más alto, extender más lejos nuestra
mirada y medir nuestra debilidad frente al universo. Aprenderemos así a ser modestos, a no
rechazar nada, ni condenar sin examen.
*
* *
Se ha querido explicar todos los fenómenos del espiritismo por la sugestión y la doble personalidad.
En las experiencias, nos dicen, el médium se sugestiona a si mismo, o bien sufre la influencia de los
asistentes.
La sugestión mental, que no es otra cosa que la transmisión de pensamientos, a pesar de las
dificultades que presenta, se puede dar y establecerse entre dos cerebros organizados, por ejemplo
entre el magnetizador y su sujeto. ¿Pero podemos creer que la sugestión actúe sobre las mesas?
¿Podemos admitir que objetos inanimados sean aptos para recibir y reproducir las impresiones de
los asistentes?
No se sabría explicar con esa teoría los casos de identidad, las revelaciones de hechos, de fechas,
ignoradas del médium y de los asistentes, que se producen frecuentemente en las experiencias, no
más que las manifestaciones contrarias a la voluntad de todos los espectadores. Multitud de veces,
detalles absolutamente desconocidos de todo ser vivo sobre la tierra han sido revelados por
médiums, luego verificados y reconocidos exactos. Encontramos destacables ejemplos en la obra de
Aksakof: Animismo y Espiritismo, y en la de Russel Wallace: El Moderno Espiritualismo, así como
casos de mediumnidad constatados en niños de corta edad, los cuales, no más que los precedentes,
no podrían explicarse por la sugestión.
Según los MM. Pierre Janet y Ferré17 – y es una explicación de la cual se sirven con frecuencia los
adversarios del espiritismo – se debe asimilar un médium escribiente a un sujeto hipnotizado, al
cual se le sugiere una personalidad durante el sueño, y que ha perdido al despertar el recuerdo de
esa sugestión. El sujeto escribe de una manera inconsciente una carta, un relato refiriéndose a ese
personaje imaginario. Es ese, nos dicen, el origen de todos los mensajes espíritas.
Todos aquellos que tienen alguna experiencia sobre el espiritismo saben que esa explicación es
inadmisible. Los médiums, escriben de manera automática, no son sumidos anteriormente en el
sueño hipnótico. Es, en general, en estado de vigilia, en plenitud de sus facultades y de su yo
consciente, que los médiums escriben bajo el impulso de los Espíritus. En las experiencias de M.
Janet, hay siempre un hipnotizador en contacto magnético con el sujeto. No ocurre lo mismo en las
sesiones espíritas: ni el evocador ni los asistentes actúan sobre el médium; este ignora por completo
el carácter del Espíritu que va intervenir. Así mismo y a menudo, las preguntas son planteadas a los
espíritus por incrédulos, más dispuestos a combatir la manifestación que a facilitarla.
El fenómeno de la comunicación gráfica no consiste solamente en el carácter automático de la
escritura, sino sobre todo en las pruebas inteligentes, en las identidades que provee. Sin embargo,
las experiencias de M. Janet no ofrecen nada parecido. Las comunicaciones sugeridas al sujeto
hipnotizado son siempre de una banalidad desesperante, mientras que los mensajes de los espíritus
nos aportan a menudo indicaciones, revelaciones referentes a la vida presente y pasada de seres que
hemos conocido sobre la tierra, que han sido nuestros amigos o nuestros prójimos, detalles
ignorados del médium y cuyo carácter cierto los distingue totalmente de las experiencias hipnóticas.
No se sabría, por medio de la sugestión, hacer escribir a un iletrado, ni recibir de un velador poesías
como aquellas recogidas por M. Jaubert, presidente del tribunal de Carcassonne, y que obtuvieron
premios en los juegos florales de Toulouse. Aún se sabría menos, por ese medio, suscitar la
aparición de manos, de formas humanas, no más que la escritura que cubren las pizarras aportadas
por observadores, sin haberlas soltado.
Hay que recordar que la doctrina de los Espíritus ha sido constituida con la ayuda de numerosos
mensajes, obtenidos por médiums escribientes que estaban totalmente ajenos a esos conocimientos.
Casi todos habían sido mecidos desde la infancia por las enseñanzas de las Iglesias, por las ideas
del paraíso e infierno. Sus convicciones religiosas, sus nociones sobre la vida futura, estaban en
flagrante oposición con los puntos de vistas expuestos por los Espíritus. No existía en ellos ninguna
idea preconcebida de la reencarnación ni de las vidas sucesivas del alma, aún menos de la verdadera
situación del Espíritu después de la muerte, todo ello expuesto en los mensajes obtenidos. Hay ahí
una objeción irrefutable a la teoría de la sugestión.
Es evidente que, entre la enorme cantidad de hechos espíritas actualmente registrados, los hay
débiles, poco concluyentes; otros pueden ser explicados por la sugestión o por la exteriorización del
sujeto. En ciertos grupos espíritas, están demasiado llevado a aceptarlo todo como viniendo de los
Espíritus, y no se excluyen lo suficiente los fenómenos dudosos. Pero, por muy amplia que sea esa
parte, queda un conjunto imponente de manifestaciones inexplicables por la sugestión, el
inconsciente, la alucinación o cualquier otra teoría análoga.
Los críticos actúan siempre de la misma manera contra el espiritismo. Solo se fijan en un género
especial de fenómenos y descartan sin más de la discusión todo lo que no puede ser comprendido ni
refutado. En cuanto creen haber hallado la explicación de algunos hechos aislados, se apresuran en
concluir que el conjunto es absurdo. Sin embargo, casi siempre, su explicación es inexacta, y dejan
en la sombra las pruebas más contundentes de la existencia de los Espíritus y de su intervención en
las cosas humanas.
Los profesores Taine, Flournoy, los doctores Binet, Grasset, etc., han propuesto las teorías de la
doble conciencia y de la alteración de la personalidad, para explicar los fenómenos de la escritura y
de la incorporación; pero sus sistemas no se ajustan con los hechos de escritura en lenguas
extranjeras desconocidas del médium, como fue el caso de la hija del gran juez Edmonds (ver
Problemas del Ser, pág. 139). Concuerdan aún menos con los autógrafos obtenidos de ciertos
difuntos, ni mucho más con los fenómenos de escritura obtenidos por iletrados18.
Ninguna de esas hipótesis pueden explicar los casos de escritura directa, obtenidos por M. de
Guldenstubbe, sin contacto, sobre hojas de papel no preparadas19, no más que la experiencia
relatada por sir W. Crookes20, y en la cual una mano de Espíritu, materializada, descendió del
techo, bajo su mirada, en su propio estudio de trabajo, mientras tenía en sus manos las de la
médium Kate Fox.
En todas esas teorías se confunde casi siempre el subconsciente, o el subliminal, bien con el doble
fluídico, que no es un ser, sino un organismo, bien con el Espíritu puesto al cuidado de toda alma
encarnada en este mundo.
El pastor Benezech, que los hechos han convertido al espiritismo, a mostrado con excelencia todo
lo que tiene de arbitrario y de inverosímil esas explicaciones pretendidas científicas. En un reciente
libro escribe en referencia al tema21:
La mesa nos revelaba algo de lo cual estábamos en la imposibilidad material, absoluta,
incontestable de saber. Alguien lo sabía por nosotros, ya que nos lo decían. La memoria
latente no ha podido intervenir, y si el subconsciente es el único en juego, ¡de que poder no
dispone! Está dentro de nosotros, es una parte de nosotros, y, por un capricho de la
naturaleza que iguala, cuando se reflexiona sobre ello, los prodigios más inverosímiles,
piensa, concibe proyectos, los ejecuta, todo ello a nuestras espaldas, y después nos dice lo
que ha realizado, mientras que estamos, no dormidos ni soñando, sino perfectamente
despierto y en la espera de lo que va a suceder. Los amantes de lo fantástico estarán
satisfechos.
En su último libro22, sir Oliver Lodge relata, en estos términos, un caso que no puede ser explicado
por ninguna de las teorías apreciadas por los adversarios del espiritismo:
“El texto siguiente fue obtenido por M. Stainton Moses, mientras estaba en sesión en la
biblioteca del doctor Speer, y conversaba, con la ayuda de su mano que escribía
automáticamente, con diversos interlocutores supuestos:
S. M. - ¿Puede leer?
Resp. - “No, amigo, no puedo, pero Zacharie Gray asi como Rector pueden.”
S. M. - ¿Se encuentran aquí alguno de esos Espíritus?
Resp. - “Voy a traer uno dentro de un rato. Voy a enviar... Rector esta aquí.”
S. M. - He preguntado si podíais leer. ¿Es eso cierto? ¿Podéis leer un libro?
Resp. - (La escritura cambia.) “Si, amigo, pero con dificultad.”
S. M. - ¿Queréis escribirme la última línea del Primer Libro de La Enéida?
Resp. - “Espere... Omnibus errantem terris et fluctibus aestas.”
[Era exacto.]
S. M. - Esta bien. Pero es posible que yo lo supiese. ¿Podéis ir a la biblioteca, coger el
penúltimo libro del segundo estante, y leerme el último párrafo de la pagina 94? No sé que
libro es, e ignoro así mismo el título.
[Después de un corto lapso de tiempo, obtuvimos esto por escritura automática]: “Probaré
por medio de un corto relato histórico que el papado es una novedad que, gradualmente, se
ha elevado y a crecido desde los tiempos primitivos del Cristianismo puro, no solamente
desde los tiempos apostólicos, sino, también, desde la lamentable unión de la Iglesia y del
Estado por Constantino.”
(El volumen en cuestión resulto ser una extraña obra intitulada: Roger´s Antipopopriestian,
an attempt to liberate and purify Christianity from Popery, Politikirkality and Priestrule.
El extracto dado más arriba era exacto, salvo la palabra narrative sustituida a la palabra
“account”.)
S. M. - ¿Como es posible que haya caído sobre una frase tan apropiada?
Resp. - No sé, amigo mío, es el efecto de una coincidencia. La palabra ha sido cambiada por
error. Me he apercibido cuando ya estaba hecho, pero no he querido corregirlo.”
S. M. - ¿Como lee? Escribís más despacio, de manera irregular y a sacudidas.
Resp. - “Escribía lo que recordaba, y luego leía más adelante. Hay que hacer un esfuerzo
especial para leer. Solo tiene utilidad como prueba. Vuestro amigo tenía razón anoche;
podemos leer, pero solamente cuando las condiciones son muy buenas. Vamos a leer otra
vez aún, escribiremos, y después os daremos nuestra impresión sobre el libro: “Pope es el
último gran escritor de esa escuela de poesía, la poesía de la inteligencia, o mejor dicho de
la inteligencia mezclada con la imaginación.” Esto está de verdad escrito. Ir a coger el
undécimo volumen sobre el mismo estante.
[Cogí de ahí un libro intitulado
oesía, Novela y Retórica.]
“Se abrirá para vos en la pagina requerida. Tomar y leer, y reconocer nuestro poder y el
permiso que nos da Dios, bueno y grande, de mostraros nuestro poderío sobre la materia.
Gloria a El. Amen.” (El libro, abierto en la página 145, mostró que la citación era exacta y
verdadera. No había leído el volumen anteriormente; es cierto que no tenía ninguna idea de
lo que encerraba. S. M.) [Esos volúmenes se encontraban en la biblioteca del doctor Speer.]
En las últimas paginas del mismo libro, concluyendo, después de referir hechos innumerables, sir
Lodge escribe:
Descubrimos que amigos difuntos, de los cuales algunos nos eran bien conocidos y habían
tomado parte activa durante sus vidas en los trabajos de la sociedad, especialmente Gurney,
Myers y Hodgson, pretenden constantemente comunicarse con nosotros, con intención
determinada de probar pacientemente sus identidades y darnos correspondencias cruzadas
entre diferentes médiums. Descubrimos también que responden a preguntas específicas, de
manera característica, sobre sus personalidades conocidas y testimonian de conocimientos
que les eran propios.
Los teóricos del subconsciente hacen de este un ser dotado de propiedades intelectuales
trascendentales. ¿Que hay de extraño si parecen explicar así algunas manifestaciones del Espíritu?
Pero mientras la teoría espírita es clara, precisa y se adapta perfectamente a la naturaleza de los
fenómenos, la hipótesis del subconsciente queda vaga y confusa.
Ante los hechos que acabamos de señalar, podemos preguntarnos en virtud de que acuerdo
universal esos inconscientes ocultos en el hombre, que se desconocen entre ellos y se ignoran ellos
mismos, son unánimes, en el curso de las manifestaciones ocultas, en llamarse Espíritus de los
muertos. ¿Como podrían conocer y comunicar detalles minuciosos sobre la identidad de estos?
Es lo que hemos podido constatar nosotros mismos en innumerables experiencias en las cuales
hemos tomado parte, a lo largo de más de treinta años, en lugares muy diversos, en Francia y en el
extranjero. En ninguna parte, los seres invisibles se han presentado como el inconsciente o yo
superior de los médiums u otras personas presentes. Siempre se han anunciados como
personalidades diferentes, gozando de la plenitud de su conciencia, como individualidades libres,
habiendo vivido sobre la tierra, habiendo conocido asistentes, en la mayoría de los casos, con todos
los caracteres del ser humano, sus cualidades y sus defectos, y, frecuentemente, dando pruebas de
su propia identidad23.
Lo que hay de más remarcable en esto, créanme, es la ingeniosidad, la fecundidad de algunos
pensadores, su habilidad en idear teorías fantásticas, con el fin de escaparse de realidades que les
displace y les molesta.
Sin duda, no han previsto todas las consecuencias de sus sistemas; han cerrado los ojos sobre los
resultados que se pueden esperar de ellos. No se han dado cuenta que esas funestas doctrinas
aniquilan la conciencia y la personalidad dividiéndolas, terminan lógicamente, fatalmente, en la
negación de la libertad, de la responsabilidad y, en consecuencia, en la destrucción de toda ley
moral.
En efecto, con esas hipótesis, el hombre sería una dualidad o una pluralidad mal equilibrada, en
donde cada conciencia actuaría a su guisa, sin preocupación de los otros. Son ese tipo de nociones
que, penetrando en las almas y convirtiéndose para ellas en convicción, en argumento, les empujan
a todos los excesos.
Al contrario, todo en la naturaleza y en el hombre es simple, claro, armonioso, y solo parece oscuro
y complicado por un efecto del espíritu de sistema.
Del examen atento, del estudio constante y profundo del ser humano, resulta una cosa, la existencia
en nosotros de tres elementos: el cuerpo físico, el cuerpo fluídico o periespíritu y, al fin, el alma o
espíritu. Lo que nombramos inconsciente, segunda persona, yo superior, policonsciencia, etc., es
simplemente el espíritu que, en ciertas condiciones de desprendimiento y de clarividencia,
manifiesta en el potencias ocultas, un conjunto de recursos que sus existencias anteriores han
acumulado en el y que estaban momentáneamente ocultos bajo el velo de la carne.
No, ciertamente, el hombre no tiene varias consciencias. La unidad psíquica del ser es la condición
esencial de su libertad y de su responsabilidad. Pero hay en él varios estados de conciencia. A
medida que el espíritu se desprende de la materia y se libera de su envoltura carnal, sus facultades,
sus percepciones, se extienden, sus recuerdos afloran, la irradiación de su personalidad se ensancha.
Es lo que sucede a veces, en estado de sueño magnético. En ese estado, el velo de la materia cae, el
alma se desprende y las potencias latentes reaparecen en el. De ahí, algunas manifestaciones de una
misma inteligencia, que han podido hacer creer a una doble personalidad, a una pluralidad de
conciencias.
Sin embargo, no basta para explicar los fenómenos espíritas; en la mayoría de los casos, la
intervención de entidades extranjeras, de voluntades libres y autónomas, se impone como la única
explicación racional.
Es pues en vano que los críticos se encarnizan en contra del espiritismo. En cuanto se examina con
detenimiento sus argumentos, se diluyen como el humo: alucinación, sugestión, inconsciente
subliminal, no son más que palabras. Cuando se las nombra, se cree haberlo dicho todo. En
realidad, no explican nada y los problemas subsisten en toda su amplitud. La práctica del
espiritismo presenta sombras, dificultades, peligros. Pero no olvidemos que no hay ninguna cosa en
el mundo, por muy bella y aprovechable que sea, que no sea peligrosa si se abusa de ella.
Así ocurre con el espiritismo. Estudiad sus leyes, obedeced sus reglas, no abordéis la
experimentación más que con un sentimiento puro y elevado, y pronto reconoceréis su grandeza y
su belleza. Comprenderéis que se convertirá en la fuerza moral del porvenir, la prueba más certera
de la sobrevivencia, el consolador de los desdichados, el supremo refugio de los náufragos de la
vida. Ya penetra por todas partes. La literatura está impregnada. La prensa periodística le consagra
frecuentes artículos. La ciencia, que tanto tiempo lo ha escarnecido, cambia poco a poco de actitud
hacia el. Las Iglesias, que pensaban acabar fácilmente con el, se ven obligadas a recurrir a todas sus
armas para combatirlo. Es así mismo proclamado en un cierto número de púlpitos; todos los días
vemos venerables curas, pastores y creyentes afirmar su fe en el.
Triunfara, porque es la verdad, a quien nada puede resistirse. Sería igual de difícil detener la marcha
de los astros, de suspender el movimiento de la tierra, que de parar el progreso de esa verdad que se
ha revelado al mundo y de hacer volver a los hombres a sus dudas, a sus incertidumbres, a sus
negaciones anteriores.
*
* *
Resumamos y concluyamos. Se ve, a través de la espesa bruma donde flota, desde tantos siglos, el
pensamiento humano, tanteando en la búsqueda de lo desconocido, el fenómeno espírita abre una
gran brecha de luz. Las quimeras creadas por el pasado se desvanecen: ¡no hay más separación
definitiva, no más infierno eterno! El Más Allá se revela en sus misteriosas profundidades, donde se
despliega la vida infinita, donde se mueven las fuerzas divinas. La angustia de las partidas, la
desesperación de las separaciones deja sitio a la alegría de los retornos y a la embriagadora promesa
de los reencuentros vislumbrados.
Todas las almas que se aman se reencuentran, para perseguir juntas su evolución ascendente, de
vida en vida, de mundo en mundo, y subir hacia la perfección, hacia Dios, en una luz cada vez más
viva, en el seno de armonías siempre crecientes. La revelación de los Espíritus, comunicada en
innumerables mensajes hablados y escritos, obtenidos en todos los puntos del globo, vienen a
mostrarnos la meta suprema de la vida, de todas nuestras vidas24.
Esa meta, es la liberación por el trabajo, por el esfuerzo, por el estudio, por el sufrimiento, por la
lenta educación del alma a través de todas las condiciones de la vida social, que debe sufrir una tras
otra, la liberación del mal, del error, de la pasión, de la ignorancia; es el arte de aprender a pensar
por si mismo, a juzgar, a comprender todas las armonías, todas las leyes del sublime Universo. Es
la conquista de la belleza, de la libertad, de la bondad: la belleza de la forma fluídica, del cuerpo
etéreo que se transforma, se ilumina y se expande a medida que el espíritu se esclarece, se purifica
y se eleva, la belleza del alma que se enriquece de cualidades morales, de fuerzas y de facultades
nuevas.
Así, de ascensión en ascensión, de mundo en mundo primero, de sol en sol después, en el ciclo
inmenso de su evolución, el alma ve acrecentarse su poder de irradiación y de luz. Por la elevación
gradual de sus pensamientos y la pureza de sus actos, consigue poner sus propias vibraciones en
armonía con las vibraciones del pensamiento divino, y de ahí mana hacia ella una fuente abundante
de sensaciones, de percepciones, de gozos, que la palabra humana es impotente para describirlo.
¡Tal es la tarea a cumplir! Pero ello aún no es suficiente. Trabajando para uno mismo, hay que
trabajar para los otros, para su elevación, el desarrollo de las humanidades, la unificación del
pensamiento, de las creencias, de las aspiraciones. Orientado hacia un ideal grandioso de porvenir,
de progreso moral, de luz, en la vida siempre renovada, por la cual todos los seres están unidos en
una estrecha solidaridad, en una comunión de verdad y amor, ¡el hombre llegara a conocer mejor,
comprender mejor, servir mejor a Dios!
A usted que recorre estas páginas, le diré para terminar: en los momentos difíciles de su vida, en las
horas de adversidad, cuando pierda un ser amado, o si sus esperanzas largamente acariciadas se
desmoronan, cuando su salud se derrumbe, cuando su vida se debilite lentamente, y vea acercarse la
hora final, aquella en la que hay que abandonar la tierra; si, en esos momentos, la incertidumbre o
la angustia le estruja el corazón, entonces acuérdese de la voz que hoy os dice: ¡Si, hay un Más
Allá! ¡Si, hay otras vidas! Nada se pierde de nuestros sufrimientos, de nuestros trabajos, de nuestras
lágrimas. Ninguna adversidad es inútil; no hay labor sin provecho, ningún dolor sin
compensación... Tened confianza en vos mismo, confianza en las fuerzas escondidas en su interior,
confianza en el porvenir sin fin que le está reservado. Tenga la certeza que hay en el Universo una
Potencia soberana y paternal, que lo ha dispuesto todo con orden, justicia, sabiduría, amor. Eso os
inspirara más seguridad en la vida, más coraje en la adversidad, más fe en vuestros destinos. Y
avanzaréis con paso firme en la vía infinita que se abre ante vos.
10 Ver, para esos tres casos, los Anales de las ciencias psíquicas, 1º y 16 de enero de 1910, pág. 7
y siguientes.
11 pág. 323 y siguiente.
12 Carta del 9 de mayo de 1912 publicada en el Light.
13 Journal of the American Society P. R. (mayo)
14 Revista científica y moral del espiritismo, febrero 1905.
15 Ver En lo invisible, Cáp. IX y X.
16 Ver Anales de las Ciencias físicas, agosto, septiembre y noviembre de 1907, febrero de 1909.
17 PIERRE JANET, el Automatismo psicológico.
18 Ver AKSAKOF, Animismo y Espiritismo.
19 Ver En lo invisible.
20 Ver CROOKES, Investigaciones sobre el Espiritualismo.
21 A. BENEZECH, los Fenómenos psíquicos y la cuestión del Más allá, 1º Vol.; Fischbacher,
1911.
22 La Sobrevivencia humana, por sir OLIVER LODGE, traducido por el doctor Bourbon. París,
1912, Félix Alcan, editor.
23 Ver En lo Invisible, Identidad de los Espíritus, Cáp. XXI.
24 Ver Después de la Muerte, el Problema del Ser y del Destino, Cristianismo y Espiritismo.
ESTUDIO SOBRE LA REENCARNACIÓN O LAS VIDAS
SUCESIVAS
Respuesta a la encuesta abierta por la Revista internacional
Filosofía de la Ciencia, septiembre de 1912.
I
La doctrina de la reencarnación o vidas sucesivas es la única que ilumina de una viva luz el
problema del destino humano. Fuera de ella, la vida no nos presenta más que contradicciones,
incertidumbre y tinieblas. Ella sola explica la variedad infinita de los caracteres, de las aptitudes, de
la condiciones.
Así como una bellota encierra, en estado de germen, el espléndido roble en su desarrollo
majestuoso; así como una minúscula semilla representa la flor en la eclosión de su belleza y de sus
perfumes, así la más inferior de las almas humanas posee, en estado latente, los elementos de su
grandeza, de su potencial, de su felicidad por llegar, todas las fuerzas del pensamiento, todos los
recursos del genio. Es llamada a desarrollarlos en la sucesión de sus innumerables vidas, en sus
encarnaciones a través de los tiempos, a través de los mundos, por el trabajo, el estudio, la alegría y
el dolor.
El Alma construye ella misma su destino. En cada renacimiento, aporta los frutos de sus trabajos
anteriores. Se revelan por sus aptitudes, sus facilidades de asimilación, sus tendencias, sus gustos.
Aporta también el capital moral acumulado en sus pasadas vidas. Según sus méritos o deméritos,
según el bien o el mal cumplido, su nueva vida será dichosa o desdichada, dominada por la suerte o
la mala suerte. Todo lo que hacemos recae sobre nosotros a través de los tiempos, en felicidades o
en dolores. El purgatorio y el infierno no son más que las penosas existencias terrestres, por medio
de las cuales rescatamos un pasado culpable, purificamos nuestra conciencia, aligeramos nuestra
alma y nos preparamos a nuevas ascensiones.
Únicamente el dolor, en efecto, puede consumir y destruir los gérmenes impuros, los fluidos
groseros que sobrecargan el ser psíquico y retardan su elevación.
Considerada bajo ese punto de vista, la doctrina de las reencarnaciones restablece la justicia y la
armonía en el mundo moral. Así como el mundo físico está regido por leyes ordenadoras, ¿es
posible que el mundo psíquico solo presente desorden y confusión, como resulta de la creencia en
una sola vida para cada uno? La filosofía de las vidas sucesivas viene a restablecer el equilibrio y
mostrarnos que el mismo orden admirable rige las dos facetas del universo y de la vida, que se
reúnen y se funden en una unidad perfecta.
Lo vemos, bajo el punto de vista moral así como bajo el punto de vista social, los resultados de esta
doctrina son inmensos. Por medio de ella, el hombre adquiere una noción más exacta de su valor,
de las fuerzas que duermen en el, una más alta idea de sus responsabilidades y de su devenir. La ley
de las consecuencias de los actos recayendo sobre su autor es la más sólida sanción que se pueda
ofrecer a la moral, y encuentra su demostración en el espectáculo de los males y las pruebas que
asaltan la humanidad. La libertad y la responsabilidad del ser, restringida en el comienzo de su
carrera, se agranda y acrecienta a medida que se eleva en la escala de la evolución, hasta que,
llegado a las supremas alturas, colabora y participa cada vez más en la obra y vida divina.
Al mismo tiempo, el hombre se siente más estrechamente ligado a sus semejantes, peregrinos,
como el, del gran viaje eterno, y que está destinado a reencontrar en las diferentes etapas del
camino. Sabiendo que hay que pasar por todas las condiciones para perfeccionar la educación del
alma, sabiendo también que la devoción, el espíritu de sacrificio, de abnegación y de solidaridad
son los medios más eficaces de progresar, se sentirá mejor dispuesto a aceptar las disciplinas
sociales y a trabajar para la colectividad. Por ahí, la mayor parte de los abusos, de los excesos, de
los crímenes que sufre la sociedad actual, se atenuaran y se desvanecerán poco a poco. La
educación se transformara con el ideal y objetivo esencial de la vida, y el hombre aprenderá a mejor
adaptar sus fuerzas interiores a los verdaderos fines que está llamado a realizar.
Hilos misteriosos ligan todos los seres y todas las cosas. El amor y el odio son fuerzas atrayentes.
Todos los que se han amado, todos los que se han odiado, se reencuentran tarde o temprano, con el
fin de que el afecto que une los unos crezca aún más y se depure, y que la aversión que separa los
otros sea vencida por mejores relaciones y mutuos servicios. Finalmente, libres de sus pasiones
materiales, todos se encuentran reunidos en la vida superior y bienaventurada. Así, la doctrina de
las vidas sucesivas constituye un potente estimulante para el bien, un consuelo y un alivio en la
desgracia.
II
El valor científico de esta doctrina no es menos considerable que su valor moral y social. En efecto,
incitándonos a buscar pruebas experimentales que le sirven de apoyo, nos pone en presencia de los
aspectos más profundos y más ignorados de la naturaleza humana.
En lo que a mi concierne personalmente, he podido recoger algunas pruebas de mis vidas
anteriores. Consisten en revelaciones, que me han sido dadas en lugares diferentes, con la
intervención de médiums que no se conocían ni habían tenido nunca relación alguna entre ellos.
Esas revelaciones son concordantes e idénticas. Por otra parte, puedo verificar la exactitud por la
introspección, es decir por un estudio analítico y atento de mi carácter y de mi naturaleza psíquica.
Este examen me ha hecho reencontrar, muy acusado en mí, los dos principales tipos de hombre que
he realizado en el curso de las edades y que dominan todo mi pasado: el monje estudioso y el
guerrero. Podría añadir numerosas impresiones y sensaciones que me han permitido reconocer, en
esta vida, seres ya reencontrados anteriormente.
Creo que muchos hombres, observándose atentamente, podrían reconstruir su pasado prenatal, sino
en detalle, al menos en grandes líneas.
Pero sobretodo es en la hipnosis, en el trance y el desprendimiento del alma, que el pasado puede
reaparecer y revivir. He experimentado en ese sentido sobre varios médiums. Dormidos, ya sea por
mi, ya sea por Entidades invisibles, reproducían escenas de sus existencias desvanecidas, escenas
angustiosas o trágicas que no habrían podido o sabido inventar, por muchas razones. Algunos
detalles de esas vidas han podido ser contrastado y reconocidos como verídicos. Desgraciadamente,
la naturaleza muy intima de esos hechos no nos permite publicitarlos.
El coronel de Rochas ha hecho, en el mismo orden de estudios, experiencias que he relatado y
resumidas en mi libro: el Problema del Ser y del Destino), páginas 259 a la 290. He añadido otros
testimonios, provenientes de los príncipes Galitzin y Wiszniewsky y de varios experimentadores
españoles.
En resumen, todos esos hechos demuestran que nuestra personalidad es mucho más extensa de lo
que se ha creído hasta ahora. Nuestra conciencia, nuestra memoria tiene profundidades que queda
muda en estado de vigilia, pero, en el sueño hipnótico y en estado de desprendimiento, se despierta
y entra en acción. Ahí reposa todo un mundo de conocimientos, de recuerdos, de impresiones
acumuladas por nuestras vidas anteriores y que el renacimiento a recubierto del velo de la carne. Es
lo que algunos experimentadores y críticos llaman la conciencia subliminal, la subconciencia
superior o el Ser subconsciente. En realidad, solo es un estado del ser que constituye la conciencia
integral, la plenitud del yo. Cuanto más profundo es el sueño, más se acentúa el desprendimiento
del alma; entonces las capas veladas de la memoria entran en vibración: el pasado resucita y revive.
El ser puede reconstruir las escenas lejanas, los cuadros de su propia historia. Este orden de
búsquedas constituyen toda una psicología nueva y engrandecida, donde el estudio atento, junto a
un control riguroso, revolucionara la ciencia del alma y traerá una renovación completa de la
filosofía y de la religión.
A las experiencias indicadas más arriba, conviene añadir las reminiscencias de hombres y niños. He
citado un gran número en el Problema del Ser, páginas 292 a la 307. Podría añadir el caso de varios
niños recordándose de vidas anteriores, que no se explican ni por la imaginación, ni por la
influencia del medio, porque los padres, en la mayor parte de los casos, son hostiles a la idea de la
reencarnación. Esos fenómenos toman fin con el crecimiento, en el momento que la conciencia
profunda, enterrada de alguna forma bajo el capuchón de la carne, deja de vibrar. Las
reminiscencias de hombres célebres se explican por el grado de evolución y el afinamiento de los
sentidos psíquicos.
A esos casos añadiré uno, citado por M. H. de Varigny, en el folleto científico del Journal des
Débats del 11 de abril de 1912:
Según un autor que ha tratado mucho y amado los Birmanos, consagrándoles un libro de gran interés,
M. Fielding Hall ha relatado el hecho siguiente, que no sería más que unum e pluribus. En Birmania,
se encontraban a menudo, en efecto, niños con recuerdos de vidas anteriores. Desgraciadamente, se
atenúan y desaparecen con la edad.
Cincuenta años antes, dos críos, un niño y una niña, habían nacido en el mismo pueblo, el mismo día.
Para abreviar, se casaron y murieron el mismo día, después de haber fundado una familia y practicado
todas las virtudes.
Tiempos turbios llegaron, dice la historia, pero no tienen gran utilidad para esta. Que baste decir que
dos jóvenes, de sexo contrario, debieron huir del pueblo donde se desarrolló el primer episodio, y
fueron a establecerse en otra parte. Habían tenido dos hijos, gemelos. Es aquí donde empieza el
segundo episodio.
Esos gemelos, en vez de interpelarse por sus nombres, se interpelaban por los nombres (bastantes
similares) de la virtuosa y difunta pareja; en consecuencia, uno de los niños recibía del otro un nombre
de niña.
Los parientes se extrañaron un poco, pero pronto comprendieron. Para ellos, la virtuosa pareja se
había reencarnado en los niños. Se quiso probar. Se condujo a aquellos al pueblo donde habían
nacidos. Lo reconocieron todo: carreteras, casas, gente, hasta las vestimentas de la pareja, conservadas
sin que dijeran por que razón. Uno de ellos se acordó haber tomado prestado dos rupias a una persona.
Esta vivía todavía; confirmó el hecho.
M. Fielding Hall, que ha visto los dos niños cuando tenían seis años, encontraba en uno de ellos una
apariencia más femenina: este albergaría el alma de la mujer difunta. Antes de la reencarnación, dicen,
han vivido algún tiempo sin cuerpo, en las ramas de los árboles. Pero sus recuerdos son cada vez
menos claros y se borran: los de la vida anterior, naturalmente25.
III
1. Así como lo hemos demostrado en nuestro Problema del Ser, capitulo XV
Los Niños
prodigios y la herencia), el carácter individual no puede explicarse únicamente por las leyes
del atavismo y de la herencia. Si se encuentra en los niños, a veces fuertemente acusadas,
las cualidades o defectos de los ascendientes, se constatan también trazos distintivos, que
solo pueden provenir de adquisiciones personales, anteriores al nacimiento. Los gemelos
son a menudo de muy distintos carácter, y los niños prodigios poseen talentos de los cuales
sus parientes están desprovistos.
Descartes, Leiniz, Kant, han tenido algunas intuiciones de esos hechos, Descartes sobre
todo, en su teoría de las ideas innatas; pero solo el espiritualismo experimental
contemporáneo ha podido traer luz sobre esos problemas.
2. La ley de las reencarnaciones es conforme al principio de evolución, que aclara y completa.
Solamente, en vez de buscar la causa inicial en la materia, la sitúa en el espíritu, libre y
responsable, quien construye el mismo las formas sucesivas que revestirá para recorrer la
escala magnifica de los mundos.
3. He expuesto, en la obra ya citada, las razones que hacen necesaria y justifican el olvido de
las existencias anteriores durante nuestro pasaje terrestre. En la mayor parte de los casos, el
recuerdo sería una traba a nuestro progreso, una causa de enemistad entre los hombres.
Perpetuaría, a través de las generaciones, los odios, los celos, los conflictos de toda
naturaleza. El alma, después de beber el agua del Léthé, comienza de nuevo otra carrera, con
más libertad para construir su existencia sobre un nuevo y mejor plano, libre de los
prejuicios, de las rutinas, de los errores y de los rencores del pasado.
4. Todas las grandes religiones están basada sobre la creencia de las vidas sucesivas: el
brahmanismo, el budismo, el druidismo, el islamismo (ver Sura II, v. 26 del Corán; Sura
VII, v. 55; Sura XVII, v. 52; Sura XIV, v. 25). El cristianismo primitivo no es una
excepción a esa regla. Se encuentran indicios de esa doctrina en los Evangelios. Los padres
griegos: Orígenes, Clemente de Alejandría y la mayor parte de los cristianos de los primeros
siglos la admitían (ver mi obra Cristianismo y Espiritismo, Cáp. III, IV y anotación nº 5). El
catolicismo a creído su deber dejar esta enseñanza en la sombra y sustituirla por la teoría de
una vida única y el dogma de las penas eternas, mucho más eficaces para la salud de las
almas y quizás todavía más para la dominación de la iglesia. De ahí, creemos, su impotencia
actual en dar una solución satisfactoria al problema de la vida y del destino, una de las
razones de su debilitamiento y de su decadencia.
25 Ver el boletín científico del Journal des Débats, 11 de abril de 1912, por Henri de Varigny.
fuente:www.espiritismo.cc