Autor Tema: Tutankamón en el CSI (Leído 1905 veces)

Perfil · Registrado: 23/01/2010 Gracias: 0/2 Mensajes 359

Tutankamón en el CSI

[/b]Los egiptólogos se han apuntado a la genética forense a lo CSI, y sus pesquisas nos han dejado esta semana un nuevo e inquietante retrato robot del famoso faraón Tutankamón: a sus 19 años sufría una cojera, deformidades en los pies, necrosis ósea y malaria. Tan achacoso estaba que a nadie podrá extrañar su prematura muerte. Por entonces, el Dr. House no recetaba. Se ha dicho estos días que la mermada salud de Tut (como también se le conoce) le resta atractivo, pero la pasión con que se ha volcado el público presagia más bien lo contrario.

Es el quinto análisis practicado a la momia del rey cuya fastuosa tumba descubrió intacta Howard Carter, pero el primero que incluye a toda su familia conocida, sobre la que crecen los misterios. Esa gran familia que protagonizó los últimos días de la Dinastía XVIII y que gana reconocimiento popular por el escándalo que causan sus relaciones endogámicas, con la sombra del incesto perturbando el sueño eterno de las momias. ¿Era Tutankamón hijo de su tía o de su hermanastra? ¿Su joven esposa también pertenecía a la familia?

«Tutankamón es todavía el chico de oro y por esa debilidad [de salud] la gente le querrá más», declaró durante la presentación de los hallazgos el más mediático de los egiptólogos, Zahi Hawass, que ha sabido convertir la arqueología en best seller. Las puestas en escenas de sus descubrimientos son espectaculares: los que están en el mundillo saben que cada año Hawass, ataviado con sombrero de Indiana Jones y ropa a lo París-Dakar, rescata de la tumba misterios históricos sin aclarar de faraones tan famosos ya que sus difíciles nombres son capaces de copar portadas. Ellos son la mejor propaganda para el Egipto actual: no olvidemos que el turismo es su primera industria. Y de todos, Tutankamón se ha demostrado como el mejor embajador posible para atraer visitantes.

La precisión del ADN
En esta ocasión, Hawass ha presentado el primer estudio que extrae ADN a momias del Antiguo Egipto, con dos objetivos: hallar las causas de su muerte y establecer su filiación. Estamos ante la «genética forense histórica». Nunca antes habían permitido las celosas autoridades de El Cairo tales técnicas en restos de los cuerpos de sus faraones. Lo hacen bajo su férreo control, con participación mayoritaria de científicos egipcios y la colaboración de expertos en genética molecular de la universidad alemana de Tubingen, y de especialistas italianos vinculados al descubrimiento del Ötzi, el Hombre de Hielo, la momia del 3300 a. de C. que se halló en los Alpes italianos.

«Estas técnicas se han aplicado con éxito a restos arqueológicos más antiguos, como los neandertales, y a escala mayor, como la secuenciación del genoma completo de un inuit de hace más de 4000 años», explica a LA RAZÓN Carles Lalueza-Fox, doctor en biología en la Universidad Pompeu Fabra y especialista en recuperación de ADN de restos del pasado. En la genética forense también ha habido sonados estudios en los últimos años, que enumera Lalueza-Fox: «Tenemos la identificación de los restos del zar Nicolás II, del bandolero Jesse James, del astrónomo Copérnico y del poeta Francesco Petrarca».

El análisis que nos ocupa abarca 16 momias de la época de la Dinastía XVIII, considerada por los historiadores como el cénit del poder egipcio. Precisamente uno de los cuerpos analizados ha sido el de Amenhotep III, bajo cuyo reinado Egipto alcanzó su máxima influencia internacional, además de una inusitada paz y prosperidad, entre los años 1390 y 1352 a. C. El nuevo estudio confirma que él fue abuelo de Tutankamón, dato importante ya que durante buena parte del siglo XX se pensó que era su padre. También se ha identificado a la esposa de Amenhotep, la reina Tiye. Su momia, en la presentación del miércoles pasado, lucía una exuberante melena castaña conservada intacta durante más de tres milenios.

Muy esperada era la identificación de los progenitores del faraón niño. «Tutankamón no dejó ninguna referencia en su tumba sobre quién era su padre», apunta Josep Padró, catedrático de Historia Antigua y Egiptología de la Universidad de Barcelona y director de las excavaciones españolas en Oxirrinco. Al confirmarse ahora que el faraón Akenatón, hijo de Amenhotep III, fue el padre de Tutankamón, se entiende mejor las razones de ese ocultamiento.

Porque Akenatón reinó con enorme polémica: «Fue el gran hereje», recuerda Padró, «que protagonizó una revolución religiosa al querer imponer un culto monoteísta en la religión egipcia con la adoración a Atón [el dios Sol], de hecho fue el primer monoteísmo de toda la historia». Al morir Akenatón, los sectores religiosos que habían perdido poder presionaron para recuperar la tradición politeísta de Isis, Osiris, Amón y otros. «Hemos de tener en cuenta que Tutankamón era una criatura; sobre él debieron influir otros personajes y se consiguió volver a la ortodoxia tras un período muy convulso, por lo que no tenía ninguna razón para querer recordar a su padre», afirma Padró.

Misterios por resolver
El estudio no ha precisado el nombre de la madre: los egiptólogos mostraron a la momia que lo fue, según los marcadores de ADN, pero no está identificada. Sí han encontrado en ella un dato inquietante: era hermana o hija de Akenatón. Así que este tuvo relaciones incestuosas con ella, que dieron origen a Tutankamón. «Era una práctica normal entre la familia real egipcia, pero no existía en el resto de la sociedad», aclara Josep Padró. «Sólo los faraones practicaban el incesto, porque creían que los dioses también lo hacían, para preservar la sangre real». Creían que la madre transmitía el derecho al trono, por lo que resultaba imprescindible que tuviera sangre azul, lo cual arrastraba a la endogamia. Entre las otras momias analizadas también hay una que pudo ser Ankesenamón, la joven esposa de Tutankamón, y que a la luz del ADN resultaría ser su hermanastra.

Y está el controvertido asunto de las causas de la muerte de Tutankamón: los rayos X condujeron en 1996 a la hipótesis del asesinato por un golpe en la cabeza; en 2005 un escáner tomográfico descubrió un tipo de fractura en la pierna que aún hoy es habitual al caerse de un caballo; se cura con antibióticos pero entonces podía ser mortal. Ahora, el análisis de ADN muestra que en su cuerpo había genes del parásito de la malaria, que lo habría matado, en combinación con la lesión mencionada y los otros problemas de salud hallados. Pero muchos especialistas se han mostrado escépticos: «No implica que Tutankamón muriera de malaria», explica Carles Lalueza-Fox, «de hecho, en los países con malaria, aquellos que sobreviven a la enfermedad en los primeros años de la infancia normalmente quedan inmunizados ante ella», lo cual deja un rastro genético. «No creo que puedan afirmar que el faraón murió de malaria», concluye.

Quedan otros cabos sueltos. En una investigación carísima (Discovery Channel aporta cinco millones de dólares por los derechos televisivos), Lalueza-Fox se sorprende de que para identificar a la momia de la madre de Tutankamón no se haya utilizado una técnica genética exitosa con restos más antiguos, la del ADN mitocondrial, que es el que se transmite por vía materna. «Doy por seguro que lo tienen, pero esperan publicarlo más adelante», dice. Y añade: «Mi opinión final es que el lío familiar de la Dinastía XVIII dista de estar resuelto». Los propios autores de la investigación, en el artículo científico que han publicado, escriben con prudencia en las conclusiones: «Usando una aproximación científica multidisciplinaria, mostramos la viabilidad de obtener datos del parentesco faraónico y sus enfermedades y especulamos (sic) sobre causas individuales de muerte».

Más expectación imposible para el próximo capítulo que, si se cumplen los pronósticos de Hawass, será dentro de seis meses. El show de Tutankamón debe continuar.

fuente:mysteryplanet.com.ar