Volvió España, volvió el fútbol
España se elevó sobre la fatiga, la incomodidad del viaje y la presunta contaminación de la convivencia por saturación de clásicos en el aire, y dejó un partido para estudiar en Harvard. Esta vez no separó el trigo de la paja, los compromisos oficiales de los amistosos. Fue la mejor versión de sí misma con el mérito añadido de presentar una alineación inicial afeitada, sin Xavi, Puyol ni Iniesta. Pero hay fondo de armario. Silva es un futbolista estupendo a temperatura ambiente y de puntillas, como ayer, tiene muletazos de Messi, arte mayor. Y Cazorla ofreció tanto toque y llegada como Iniesta. Jugadores diferentes pero una misma, y fantástica, idea de juego. También marcó Negredo, que intuye que hay hueco en su espacio aéreo. Hasta ayer, Torres sólo había metido un gol desde el 22 de enero. Su bonus de servicios prestados está agotado. Marcar en Boston fue la primera piedra en su retorno. En cualquier caso, los héroes de ayer no juegan en Madrid y Barça, detalle que concede amplitud de miras a nuestro fútbol.
Boston cayó en una operación relámpago, sin preaviso. España tomó la pelota, que pasada por ese césped improvisado del Foxboro Stadium, se movía con la pesadez de un balón medicinal, y despedazó a los estadounidenses en corto y en largo, por fuera y por dentro, de costa a costa. En quince minutos los estadounidenses agradecieron tener béisbol, baloncesto y fútbol americano de los que hablar hoy.
El jefe. En corto todo lo decidió Silva, con una frescura inesperada, alternando pase y quiebro, eligiendo tan bien como Xavi, recorriendo una y otra costa. Fue el jefe del partido. En largo Xabi Alonso maduró a dos centrales sin demasiada velocidad con el ritmo adecuado y precisión en el envío, como si no hubiesen pasado ya este curso 60 partidos por su piernas. Y el coro resultó estupendo: larguísimo Arbeloa por la izquierda, participativo y llegador Cazorla, emprendedor Villa y soberbio en desmarque, control y definición Negredo. Sólo le fue mal a Reina, premiado por su fidelidad y al que no le hicieron una sola pregunta en este examen. El espectáculo sólo cansó su vista.
La exhibición tuvo traducción aritmética. Dos ocasiones en los siete primeros minutos y un gol mal anulado a Silva (Arbeloa, su asistente, arrancó en posición correcta) y dos palos (Negredo y Villa) en los ocho siguientes. Y después, los goles, el primero y el tercero cocinados en la izquierda por Silva, que midió tiempo y espacio para las puntuales llegadas de Cazorla. Un diez en tiqui-taca. El segundo glorificó un pase-mortero de Xabi Alonso y el control y la definición de izquierda de Negredo. Un diez en contragolpe.
Los cambios, como es habitual en los amistosos, desfiguraron el escenario. Bradley se había guardado a algunos de los mejores de salida (su hijo y Dempsey, sobre todo, porque Donovan se levantó enfermo y no podía jugar) y cuando los metió, contuvo la hemorragia. A los que recurrió Del Bosque desembarcaron menos enchufados, lo que lleva a la conclusión de que la elección del once premió la frescura. Pero Borja Valero tuvo un debut feliz y demostró que trae apetito. Le dio un gol a Fernando Torres que es de esperar que tenga efecto terapéutico. Y también salió Casillas para desmonterarse. Lo mereció la faena.
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