as.com.¡Felicidades, maestro!
¡Cuarenta años ya! Hace un montón de tiempo. (La risa le obliga a una pausa). Tenía 22 años y no fue fácil porque teníamos un problema muy serio en el ángulo con el embrague. Estuvimos todo el fin de semana muertos de miedo con él, porque le costaba aguantar sin romperse. Pusimos una primera muy corta para tirar menos de él.
¿Qué anécdota guarda?
Que también estaba Santi Herrero allí jugándose el Mundial de 250 y en esa carrera perdió las opciones de título. Dormíamos en la misma habitación del hotel y uno estaba muy contento y otro muy chafado. Traté de animarle diciendo que sería campeón de 250 más adelante, pero al año siguiente se mató.
¿Cómo celebró ese título?
Cuando volví a casa, había cuatro gatos esperándome, los chavales de mi barrio en Vallecas y mi familia. El motociclismo de hoy está donde tenía que haber estado hace muchos años.
Franco sí que le recibió...
Sí y me dieron la medalla de no sé qué y de no sé cuántos, pero pasta, poca. Al final conseguí que se nos diera una subvención para los del Mundial. Lo arregló Luis Soriano con el Consejo Superior de Deportes, a través de Torcuato Fernández Miranda, que era el Secretario de Deportes del Movimiento.
¿Imaginó que ganaría tanto?
Qué va, ni idea de la que se me venía encima. Después de aquel título, vinieron cuatro consecutivos, con el doblete de Barcelona en 1972, pero la clave fue el del Jarama en 1971. Allí fue donde explotó toda la película de mi carrera. Era el tercero y ese día podía ganar dos, pero el de 50 se me escapó porque me caí y gané lesionado el de 125.
¿El primero supo mejor?
El primero fue la pera y el primer eslabón de todo lo que vino, pero todos son geniales. Lo bonito es que fue con Derbi, marca en la que empecé barriendo y con ella nos enfrentamos a Honda, Suzuki y Kreidler. Una fábrica de Mollet, con una familia súper apasionada por la moto que se llama Rabasa, les ganó. Eso sí, cuando más disfruté fue en la época de Garelli, porque lo tenía muy claro, aunque una de las cosas que mejor hice a lo largo de mi carrera fue saber dormir.
¿Cómo?
Al principio, era un pila, me pasaba toda la noche haciendo carreras en la cama y me levantaba doblado. Tenía que cambiar y pasé a irme a dormir cuando me aburría o estaba cansado.
Como Rossi.
Por ejemplo.
¿Siente nostalgia?
Me hace ilusión por cómo ha ido todo de bonito. Lamentablemente, hay algunos que empezaron conmigo en aquella época y que ya no están, pero se ha hecho un gran trabajo. Van 337 victorias españolas en el Mundial y hoy se habla de motos como se tiene que hacer. Cuando yo gané mi primer y segundo título se hablaba de nosotros como unos zumbados.
¿Cuál fue su secreto?
Yo gané el primero, pero Santi Herrero y Ramón Torras merecieron ser campeones antes que yo y tenían todas las papeletas para haberlo sido en 250. Yo era fan suyo, pero era una época muy peligrosa y se dejaron la vida en los circuitos, en la Isla de Man y en Comarruga...
¿Por qué siempre supo elegir la moto buena?
Entendí que había que pensar, saber tener los mejores técnicos y la mejor gente, algo que siempre he buscado bien, y meterle ilusión hasta al que barría.
¿Qué es lo que más añora?
El compañerismo que había fuera de la pista.
Sólo se me quedó en el tintero haber probado una quinientos en plan serio y correr el Mundial. Lo digo por cómo me fue cuando probé la Suzuki y la Honda de Lucchinelli. Sin entrenar ni nada, en el Banco Atlántico 500 subí al podio No era una carrera del Mundial, pero estaban todos.
¿Le deben algo las motos?
Nada. Ha sido un binomio perfecto y lo más importante es tener el reconocimiento de los 45 millones de españoles. Aún me viene un chaval de diez años al que su padre le ha hablado de mí y alucino con su manera de mirarme.