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Chincheta Autor Tema: El precio de llegar a socio de un bufete  (Leído 1002 veces)

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cotizalia.“Convertirse en socio tiene un coste muy elevado”, asegura Daniel Muzio, profesor de la Leeds University Business School, para quien los cambios en la profesión jurídica, notables en las últimas décadas, están relacionados con un movimiento de autoprotección de los socios senior. Muzio, editor (junto con Stephen Ackroyd y Jean-François Chanlat) de Redirections in the study of expert labour (Palgrave) concluye que los nuevos modos de organización de los despachos han venido producidos, al menos en parte, por la restricción del acceso a los puestos más prestigiosos, un cuello de botella a través del cual intentarían asegurarse que sus ingresos y su estatus sigan aumentando, incluso en tiempos revueltos.

 

Y aunque la lectura realizada por Juan F. San Andrés, director de Recursos Humanos de Gómez-Acebo & Pombo, sea de un tenor muy distinto, sí está de acuerdo con el profesor británico en que cada vez es más difícil alcanzar la sociatura: “Las curvas de evolución de los despachos señalan que es hoy más difícil obtener negocio incremental. Y la posibilidad de hacer nuevos socios está muy ligada a éste...Además, hemos vivido unos años en que los despachos multiplicaron su tamaño, con lo que era más sencillo que alguien ascendiera hasta la sociatura. Ahora no estamos en esa situación”.

 

Y eso que, como reconocen los expertos en recursos humanos del sector, quienes están a las puertas cuentan con una preparación notable y una carrera profesional sólida. San Andrés señala, en ese sentido, que el buen desarrollo de la abogacía en los despachos españoles ha hecho “que haya en el pipeline muchas personas que han llevado casos muy importantes y que tienen un gran desarrollo profesional. Nos están poniendo mucha presión porque están muy capacitados”. Esteban Ciria, director de Recursos Humanos de Cuatrecasas, Gonçalves Pereira, coincide en que las nuevas generaciones superan a las anteriores en cuanto a preparación. “La inversión en desarrollo del talento de los últimos años está habilitando en nuestra firma el acceso a la sociatura a abogados con trayectorias profesionales muy ricas (secondments en despachos extranjeros, experiencias en oficinas internacionales de la firma, másters en universidades de prestigio, etc.)”. 

Pero esa doble situación de mayor preparación de los candidatos y acceso más restringido a los lugares dominantes no es la única novedad que está viviendo el campo jurídico. Como elemento central, ha de destacarse, señala Muzio, que estamos asistiendo a “un proceso de polarización entre las élites (predominantemente masculinas) que controlan las posiciones clave en las más grandes firmas profesionales y una masa en expansión (predominantemente femenina) de trabajadores de base, que componen la plantilla de estas firmas o que trabajan en los mercados más marginales”. En ese contexto, “los primeros actuarán con una capacidad de gestión y estratégica cada vez mayor y obtendrán la mayoría de los beneficios de la práctica profesional, mientras que los segundos se enfrentarán a niveles incrementados de supervisión, control, competición e inseguridad ya sea en lugares de trabajo burocratizados (los trabajadores de las firmas más grandes) o en los abarrotados mercados marginales (pequeñas firmas y abogados en solitario)”.

 

Estructura piramidal

 

En la medida en que confluyen estos elementos, en que se va hacia una estructura cada vez más piramidal, donde las diferencias entre la base y la cúspide serán mayores y donde las oportunidades de promoción serán cada vez menos, estamos ante las condiciones idóneas para que la tensión entre candidatos se multiplique. Algo que los propios despachos saben aprovechar, asegura Muzio, “poniendo en marcha lo que son conocidos como torneos de abogados para sacar partido de esa competencia interna”. De modo que si alguien aspira a la sociatura, más vale que sea consciente, avisa Muzio, de que se trata de una meta por la que pagará “un precio muy alto”. En primer lugar, en tiempo. “Además de las 2.000 horas anuales que el abogado pasa en el despacho, ha de formarse y realizar tareas de administración y marketing, además de representar a la firma en un buen número de funciones sociales. Así, el abogado suele trabajar unas 80-90 horas semanales, incluyendo fines de semana y vacaciones. Además, como las modernas tecnologías de la comunicación lo permiten, y los acuerdos globales lo requieren, pueden y deben estar disponibles 24 horas al día 7 horas a la semana”.

 

Ciertamente, ratifica San Andrés, la disponibilidad sigue siendo “un criterio muy apreciado por los clientes y, sobre todo, por los socios”.  Pero no es el único requisito que se demanda para ascender. Las grandes firmas exigen una buena mezcla de rendimiento y comportamiento, sustentada en cualidades “que suelen ser innatas. Algunas se pueden desarrollar, pero la mayoría de ellas se tienen o no se tienen”. La más significativa es “la orientación a los resultados. Hay personas que tienen sed de resultados, que siempre están buscando alcanzar los objetivos, y otras que no. Eso marca la diferencia”. Esteban Ciria afirma valorar “la capacidad técnico-jurídica, la capacidad comercial, la capacidad de gestión económica y la capacidad de gestión de personas y equipos, además de la máxima deontología profesional y el respeto por los valores de la firma”.  Además de estas cualidades, San Andrés dice tener en cuenta especialmente si el candidato “cuenta con el reconocimiento de compañeros de otros despachos, de abogados que trabajan con él y de otros socios de la casa”; esto es, si estamos ante un líder reconocido. 

 

Cuello de botella

 

Sin embargo, y aun cuando el perfil teórico esté bien dibujado, la realidad del acceso a la sociatura nos habla de frecuentes situaciones difíciles, dadas las expectativas generadas. En tanto existe un  pronunciado cuello de botella en el acceso a las posiciones más elevadas de la profesión jurídica, y puesto que un buen número de optantes, preparados y válidos, no alcanza el estatus que espera, es lógico que aparezcan momentos de fricción en la vida cotidiana de la organización. Ciria afirma tratar este problema preventivamente, “adelantando la valoración del potencial como socios de los futuros candidatos a estadios previos en la carrera profesional para así orientar su proyecto profesional con mayor margen”, mientras que San Andrés prefiere recurrir a “una interlocución frecuente, explicando muy bien los marcos temporales” para diluir esas tensiones latentes.

 

Un objetivo que, sin embargo, no siempre se consigue. Por eso Daniel Muzio aconseja a quienes tengan como objetivo alcanzar la sociatura que “mediten en los momentos iniciales de su carrera acerca de cuáles son sus aspiraciones en la vida (y no sólo en el trabajo) y de cuáles son los sacrificios a los que se está dispuesto para alcanzarlas”. Porque, afirma, a pesar de las recompensas materiales, un trabajo de tanta exigencia siempre “se cobra un peaje. Es un problema para las relaciones personales, y conduce hacia el estrés y una salud pobre. Los abogados corporativos tienen muy poco tiempo para algo distinto del trabajo y ese es un terrible precio a pagar”. Por eso mucha gente está buscando carreras alternativas en lugares de menor presión. Alude Muzio a aquellos profesionales que han optado por situarse como abogados de empresa, por dirigir su carrera hacia el ámbito institucional, pero también a quienes están aprovechando “las ventajas que ofrecen las nuevas estructuras corporativas que están emergiendo en la profesión legal”

 

Los que -parece- no contarán demasiado en el futuro cercano serán los pequeños y medianos despachos, que se verán sometidos a una creciente y dura competencia. Aún así, Olatz Alberdi, socia de Aba Abogadas, el despacho de Cristina Almeida, entiende que es mejor trabajar en una firma de dimensiones más reducidas, ya que “aquí hay una progresión total y puedes llegar a socia pronto”, que en despachos “dirigidos por gurús cuya única intención es tener gente que les lleven los asuntos pero que no dejan evolucionar a sus empleados”. Además, cree Alberdi que el futuro de las empresas jurídicas de este tamaño no es tan negativo, ya que  “también cuenta el boca o boca y el hacer las cosas bien para que un despacho pueda crecer”.

 

En ese sentido, las esperanzas se cifraron en los últimos tiempos en la identificación de segmentos especializados de mercado que permitieran a estas empresas jugar sus bazas con eficacia. Pero Muzio no lo ve tan claro. “Las firmas nicho pueden tener alguna ventaja, beneficiándose además de estructuras con coste más bajo, pero siempre y cuando estas áreas nicho no aparezcan en mercados consolidados, porque entonces entrarán en competencia directa con empresas que cuentan con recursos mucho mejores”.

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