Salgado cierra el año más crítico atenazada por el déficit y la deuda

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Las advertencias de la UE y de las agencias de ráting sobre el gasto público deberían provocar cambios en la estrategia de Economía. La ministra aún tiene que refrendar su posición en el Ejecutivo.
Elena Salgado asumió la cartera candente del Gobierno el 7 de abril. Tomó el testigo de Economía y Hacienda de las manos de un cansado Pedro Solbes, pero sin el bagaje que se le presuponía al ex comisario y ex vicepresidente. Su nombramiento fue recibido con un cauto escepticismo. La recesión española tendía a agudizarse y las negociaciones para aprobar el Presupuesto se antojaban harto complicadas. Muchos pedían un perfil fuerte y Zapatero se decantó por una gestión afín. Nueve meses después, el balance es dispar.

España sigue ahogada en la recesión, al contrario que la eurozona, aunque la debacle tiende a moderarse. Las Cuentas del Estado se aprobaron con menos inconvenientes de los previstos pero sin afrontar decisiones complejas. Salgado no ha logrado quitarse el sambenito de que la política económica se traza en Moncloa y no en la calle Alcalá.

La tramitación de proyectos como el de la Ley de la Economía Sostenible o las subidas fiscales han mostrado la falta de peso de su Ministerio, dadas las promesas que se quedaron por el camino. En 2010, su cartera seguirá siendo la más vigilada.

Déficit y deuda
El principal caballo de batalla que tendrá Salgado es uno de las materias pendientes que le quedan de 2009. El déficit se encamina al 10% y Bruselas exige que retorne al 3% en tres años. Si este trabajo se antoja hercúleo, pasa a casi imposible si se tiene en cuenta que según la propia Comisión Europea, el déficit estructural que tiene España es de un 8,1% del PIB. Esto es, que aunque se retiren las medidas de estímulo que han dopado a la economía, quedarán 50.000 millones de recorte del gasto que tendrá que emprender el Gobierno en un momento en el que todavía no está claro que haya recuperación económica. La deuda pública española podría alcanzar un 80% del PIB.

Insostenible
La clave de la recuperación radicará en una eventual mejora de la competitividad. El Gobierno prometió encarrilarla con una Ley de Economía Sostenible. Este texto, finalmente, ha quedado convertido en una suerte de cajón de sastre, que no ha dejado contento a nadie. No toca ninguna de las reformas estructurales que se le presuponen a una economía que frisa el 20% de desempleo. Eso sí, se retocan reglamentos de muy distinto pelaje cuyo impacto ni siquiera fue presentado junto a una Memoria Económica. Al mismo tiempo, se mantienen medidas como un Fondo de Inversión Local, en este caso de 5.000 millones, en los que se presupone que financiarán proyectos en I+D, aunque se ha abierto la mano a las iniciativas de los alcaldes.

El sistema
Ya no se descarta que se produzca una subida de tipos en el año 2010. Este escenario, que no pillará desprevenidas a las grandes economías europeas, en España puede ser catastrófico. La reestructuración del sistema financiero sigue pendiente. Las fusiones frías que se postulan para las cajas generan muchas dudas y sobre el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria pende la espada de Damocles del Constitucional. Los analistas temen una vuelta más de tuerca en el crédito a familias y empresas.

La confianza
Las agencias de rating han puesto a España en el punto de mira. El excesivo déficit y la falta de alternativas al sector de la construcción inquieta en los mercados. La deuda será más cara y más complicada de colocar. La competencia y el efecto de crowding out deben inquietar a Salgado.

Las reformas olvidadas
Cuando se pregunta a los analistas por una valoración de Salgado durante los últimos trimestres hay una palabra que se repite como una letanía: reformas. A todos les inquieta —con diferencias de matiz— que no se estén abordando los cambios precisos, sobre todo en materia laboral. Los más suaves, como es el caso de José Luis Martínez de Citi, consideran que “las medidas son adecuadas, pero probablemente limitadas”.

Los más críticos, como puede ser el caso del Instituto de Estudios Económicos, abogan por voltear las estrategias y critican ferozmente la Ley de Economía Sostenible. “Para recuperar la confianza de los agentes económicos y propiciar que la recuperación hay que abordar cambios del mercado de trabajo, el sistema financiero y el déficit”, añade Martínez.

Apoyos que van y vienen
La ministra tiene que asistir con cierto estupor a los bandazos que se dan en torno a sus políticas económicas. Es el caso del Congreso de los Diputados, en el que toda iniciativa planteada por el Gobierno es criticada desde las bancadas a izquierda y derecha para, en último extremo, recibir el visto bueno a la mayor parte de ellas. Incluido, en muchos casos, un Partido Popular que sorprende a propios y extraños.

En menor medida, esta esquizofrenia se traslada a la representación de los trabajadores. Los sindicatos son mimados con denuedo por el Ejecutivo, que incluso les abre las puertas de la gestión de los Fondos Locales. A cambio, se evitan las huelgas generales pero no las críticas a muchas de las iniciativas de Salgado. La relación con la patronal está congelada.