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Chincheta Autor Tema: Abajo Campoamor  (Leído 1216 veces)

24/06/2019, 12:41 -

Abajo Campoamor

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ArribaAbajoCampoamor

- I -

Todas las literaturas cuentan con genios innovadores, que señalan un cambio progresivo en las tendencias artísticas y en los ideales de su tiempo.- Truena Byron en Inglaterra contra las costumbres inveteradas de la ceremoniosa sociedad británica; rompe con las viejas tradiciones de la poesía cortesana; personifica en sí el alma entera de su siglo, y ora envuelto en la corriente de un escepticismo contagioso, exhala dolorido los amargos acentos de la duda y de la incredulidad, ambas desgarradoras, pero también invencibles; ora, henchido de un sentimiento nobilísimo, vibra en su lira el cántico de la libertad y recuerda a Grecia oprimida los hechos gloriosos de su inmortal historia y excita a sus hijos para que devuelvan su pasado esplendor y emancipen de extrañas tutelas a la inspirada madre de las artes.- Leopardi, en Italia, se aparta de las escuelas optimistas, encarna en sí la nueva dirección del pesimismo, lanza a los espacios los ayes que se escapan de su atormentado corazón, y al mismo tiempo lamenta en patéticos tonos y pinta en conmovedores cuadros las desgracias de su patria, como para sacudirla de su sueño de muerte y hacerla levantar, redimida y una, su arrogante y hermosa cabeza, que taladraban las espinas de su martirio y su servidumbre; espectáculo grandioso que hemos visto realizarse más tarde a nuestros propios ojos, testigos ayer de su infortunio y hoy de su resurrección-. En Alemania, lucha Goëthe por identificar la poesía con la realidad, abre nuevos horizontes a la inventiva y al genio germánico, y da comienzo a una nueva era de prosperidad y de grandeza para las letras de su país.- Francia, en fin, sacude el gusto versallés y entra en derroteros artísticos hasta entonces desconocidos, gracias a la fantasía soberana de Víctor Hugo, que olvida las instituciones caducas y se inspira en los vastos problemas sociales y en la epopeya gigantesca de nuestros adelantos maravillosos.

España no podía tampoco permanecer inmutable entre este universal renacimiento, y así como en el siglo XVI, Boscán primero y Garcilaso después introducen en la decadente poesía nacional las formas métricas de la escuela italiana y dan principio al mayor período de esplendor que por entonces alcanzara la lírica española, así también en los albores de nuestra centuria resuena potente la voz de Quintana, que maldice los torpes ídolos de un absolutismo degradante y entona himnos exaltados en loor de las modernas conquistas; y más adelante fulgura el estro de Espronceda, que marca otra dirección a nuestro inquieto pensamiento y expresa un nuevo aspecto del vacilante espíritu de nuestra época renovadora.

Después, no ha quedado estacionaria tampoco la poética castellana: más jóvenes y peregrinos ingenios diéronle gallardo impulso, consagrando su vida a esta empresa meritoria; y hoy, mientras escucha nuestro oído embelesado los acordes armoniosos de sus áureas arpas, tributamos a su inspiración nuestros aplausos y rendimos a su genio el homenaje de nuestro entusiasmo.
- II -

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ArribaAbajoCampoamor

- I -

Todas las literaturas cuentan con genios innovadores, que señalan un cambio progresivo en las tendencias artísticas y en los ideales de su tiempo.- Truena Byron en Inglaterra contra las costumbres inveteradas de la ceremoniosa sociedad británica; rompe con las viejas tradiciones de la poesía cortesana; personifica en sí el alma entera de su siglo, y ora envuelto en la corriente de un escepticismo contagioso, exhala dolorido los amargos acentos de la duda y de la incredulidad, ambas desgarradoras, pero también invencibles; ora, henchido de un sentimiento nobilísimo, vibra en su lira el cántico de la libertad y recuerda a Grecia oprimida los hechos gloriosos de su inmortal historia y excita a sus hijos para que devuelvan su pasado esplendor y emancipen de extrañas tutelas a la inspirada madre de las artes.- Leopardi, en Italia, se aparta de las escuelas optimistas, encarna en sí la nueva dirección del pesimismo, lanza a los espacios los ayes que se escapan de su atormentado corazón, y al mismo tiempo lamenta en patéticos tonos y pinta en conmovedores cuadros las desgracias de su patria, como para sacudirla de su sueño de muerte y hacerla levantar, redimida y una, su arrogante y hermosa cabeza, que taladraban las espinas de su martirio y su servidumbre; espectáculo grandioso que hemos visto realizarse más tarde a nuestros propios ojos, testigos ayer de su infortunio y hoy de su resurrección-. En Alemania, lucha Goëthe por identificar la poesía con la realidad, abre nuevos horizontes a la inventiva y al genio germánico, y da comienzo a una nueva era de prosperidad y de grandeza para las letras de su país.- Francia, en fin, sacude el gusto versallés y entra en derroteros artísticos hasta entonces desconocidos, gracias a la fantasía soberana de Víctor Hugo, que olvida las instituciones caducas y se inspira en los vastos problemas sociales y en la epopeya gigantesca de nuestros adelantos maravillosos.

España no podía tampoco permanecer inmutable entre este universal renacimiento, y así como en el siglo XVI, Boscán primero y Garcilaso después introducen en la decadente poesía nacional las formas métricas de la escuela italiana y dan principio al mayor período de esplendor que por entonces alcanzara la lírica española, así también en los albores de nuestra centuria resuena potente la voz de Quintana, que maldice los torpes ídolos de un absolutismo degradante y entona himnos exaltados en loor de las modernas conquistas; y más adelante fulgura el estro de Espronceda, que marca otra dirección a nuestro inquieto pensamiento y expresa un nuevo aspecto del vacilante espíritu de nuestra época renovadora.

Después, no ha quedado estacionaria tampoco la poética castellana: más jóvenes y peregrinos ingenios diéronle gallardo impulso, consagrando su vida a esta empresa meritoria; y hoy, mientras escucha nuestro oído embelesado los acordes armoniosos de sus áureas arpas, tributamos a su inspiración nuestros aplausos y rendimos a su genio el homenaje de nuestro entusiasmo.



- II -

Don Ramón de Campoamor es uno de los representantes más ilustres de esta pléyade de insignes poetas. En su juventud diose a conocer en el antiguo Liceo de Madrid con algunas delicadas composiciones, llenas de fantasía por una parte y de primores de rima por otra. Después las reunió en colección, y aparecieron sus «Ternezas y Flores» y sus «Ayes del alma». La imaginación meridional del autor se revela en ellas en toda su riqueza; lanza su inspirada lira sones cadenciosos de incomparable armonía, todos espontáneos, todos naturales, y las imágenes florecidas, y los conceptos elegantes y las galas más bellas, forman el conjunto admirable de estas obras afiligranadas. Unas son alegres y risueñas, escritas con todo el fuego del amor impetuoso de los primeros años; otras reflejan ya una nueva faz del alma del cantor, menos crédula que antes y más herida por los pesares.

De estos libros elegimos sus silvas «A la luz», para presentar a Campoamor como poeta descriptivo en sus ensayos juveniles.- En la tercera de ellas pinta el declinar de la tarde, y luego añade:

      «Los árboles sus cúpulas frondosas      
   con verde pompa y majestad inclinan,      
   a impulso, de las auras sonorosas      
   que hacia el ocaso tras la luz caminan.      
      Si alza la noche sus atezado manto,      
   la luz, huyendo, sus horrores dobla;      
   si gime un ave en dolorido canto,      
   el eco gime, y su plañir redobla,      
      Quejas levanta al murmurar doliente      
   fugaz el aura en apacibles giros,      
   y al trasmontar la luz, son de la fuente      
   las aguas llanto, y el rumor suspiros.      
      ¡Ay! no es así cuando a los frescos llanos      
   bajan al alba en celestial decoro      
   sílfides blancas, que con rubias manos      
   la aurora ciñen con guirnaldas de oro.      
      Plácida entonces sin rumor aspira      
   ligera el aura despertando olores,      
   y regalada del frescor, respira      
   amor la selva, y la pradera amores.      
      La niebla entonces, por el manso viento      
   se adorna de los rayos matutinos,      
   y entonces se oyen con sabroso acento,      
   en vez de quejas, amorosos trinos».      



De las facultades del autor en el género festivo, que también ha cultivado, pueden dar idea las siguientes quintillas dedicadas «A una Beata de máscara», y que rebosan picaresca gracia:

      «La del enlutado manto,      
   la de la toca de encaje,      
   la de mil hombres encanto,      
   ¿cuánto va a que no es tan santo      
   tu pecho como el ropaje?      
      En vano ocultarnos trata      
   de tus ojos los destellos      
   el lienzo que te recata;      
   y por Dios que son, beata,      
   para ser santos, muy bellos.      
      Sobre tu nevado seno      
   pesa la cruz de un rosario,      
   y aunque humilde «nazareno»      
   muriera de gozo lleno      
   en tan hermoso calvario».      



Campoamor compuso también una serie de «Fábulas», políticas, religiosas, morales y filosóficas, en las cuales, entre rasgos de ingenio, estampa máximas y consejos de provecho para la vida.

Hasta aquí, Campoamor era ya un poeta muy distinguido; pero aun podía acrecentar su fama con empeños más altos y obras de mayores vuelos; y en efecto, avanzando el tiempo inicia en sus aptitudes una nueva tendencia filosófica y un nuevo y superior progreso, y da a las prensas su poema en dieciséis cantos titulado «Colón»; otro en ocho jornadas que denomina «El drama universal»; y la colección inestimable de sus «Cantares», verdaderos poemas de ternura, intención y sentimiento.

El primero es notabilísimo, tanto en la versificación como en la idea; lo mismo cuando pregunta por los atrevidos navegantes que componían la expedición al Nuevo continente, y dice:

   «-¿Que quiénes son?- Nadie su nombre ha oído.      
   -¿Que a dónde van?- ¡A donde nadie ha ido!»      



y cuando expresa el pensamiento del protagonista con esta frase:

   «- ¿Os espantáis? Yo en vuestro espanto abundo:      
   Marcha a borrar los límites del mundo;»      



que en las, cantos «La Atlántida», «Las nubes» y todos los otros.

«El drama universal» merece también subidos encomios por su pensamiento y por su desarrollo: aquél es digno del ingenio que lo concibiera y así hacemos su mayor elogio; éste se halla de igual modo a la altura de las mejores obras del autor, y al decir de un distinguido publicista, abunda en detalles admirables.

En cuanto a sus «Cantares», los tiene bellísimos: Campoamor es uno de los poetas que con más éxito han cultivado este género, logrando presentarnos gran número de aquellos en los cuales aparece limpia de defectos la forma de las coplas populares, reuniendo a la vez un fondo profundo, que pocas veces se halla en las que son producto espontáneo de la musa desaliñada de los indoctos.

Citaremos sólo unos pocos, para no alargar en demasía este estudio, y en seguida entraremos de lleno en la parte principal y más importante del mismo.

De los siguientes, pertenecen los dos primeros a la sección de los epigramáticos, y el último a la de los filosófico-morales:

      «Mira que ya el mundo advierte      
   que al mirarnos de pasada,      
   tú te pones colorada,      
   yo pálido cual la muerte.      
      Cuando pasas por mi lado      
   sin tenderme una mirada,      
   ¿no te acuerdas de mí nada      
   o te acuerdas demasiado?      
      El tiempo a todos consuela;      
   sólo mi mal acibara,      
   pues si estoy triste se para,      
   y si soy dichoso, vuela».
- III -
Enumeradas ya algunas de las obras por las cuales disfruta Campoamor de justa nombradía, tócanos ahora tratar de aquellas de sus creaciones que constituyen los más brillantes timbres de su gloria. Tales son las «Doloras» y los «Pequeños poemas».

Con ellas, Campoamor ha operado una profunda revolución en el campo de nuestra lírica. Así como Becquer, por ejemplo, encontró en sus «Rimas» el modelo de la poesía del corazón, halló aquél en estas producciones la fórmula de la poesía filosófica; y poniendo al servicio del arte las investigaciones y las conquistas de la ciencia, y adornando a ésta con el hermoso ropaje de la forma artística, realizó a la par dos empresas grandiosas: dar a la poesía verdadera transcendencia, y presentar los descubrimientos modernos bajo el aspecto más agradable y simpático. Todos los problemas de la filosofía los convierte en temas para sus canciones, y los adorna con los primores de la versificación.

Esto ha hecho decir a la crítica que Campoamor es uno de los poetas castellanos que mejor pudieran sufrir una traducción en prosa a cualquier lengua extranjera. Ciertamente, la idea domina sobre todo en sus obras, y las hace más substanciosas y nutridas de pensamiento que las de otros ingenios, dados a la armonía del ritmo más que a la intención e importancia del argumento. Campoamor, por el contrario, procura hermanar ambas cualidades; y porque lo consigue es proclamado poeta insigne.

En cuanto a la originalidad de Campoamor, está ya fuera de duda. Las polémicas suscitadas con este motivo hace algún tiempo, concluyeron dilucidándola claramente, y hoy no es puesta por nadie en tela de juicio. Las «Doloras», tal como él las ha concebido y realizado, forman un género nuevo, que habrá de prevalecer en lo sucesivo. Podrá encontrarse en las obras de ciertos escritores antiguos, alguna que otra poesía a ellas comparable; existirá entre ambas semejanza, y quizá parezcan informadas por la misma tendencia; mas estas inspiraciones sueltas de autores diversos, nunca llegaron a sujetarse a un plan determinado, y la gloria de haber reducido a «sistema» estos elementos dispersos, y de haber constituido con ellos una escuela, corresponde toda entera a Campoamor. Los «Pequeños poemas» se encuentran también en igual caso: lo mismo Heine que Musset, lo mismo Byron que Hugo, cultivaron en sus países este género y le hicieron adquirir gran importancia; pero en nuestra patria, Campoamor es el que los funda, el que los crea, el que les da vida; y además, logra que los suyos a ningunos otros se parezcan y que sean completamente propios y originales.

Ahora podremos preguntar qué es la «Dolora», y lo primero que saltará a nuestra vista, será el neologismo de la palabra. Campoamor la inventó para designar esta clase de poesías a él debidas, y al frente de la primera edición expuso las razones en que hubo de fundarse para ello. Definiéndola, el autor dice que la «Dolora» es «una composición poética en la cual se debe hallar unida la ligereza con el sentimiento y la concisión con la importancia filosófica». Otros escritores han tratado de explicarla también: Ruiz Aguilera opina que es «una composición poética en la cual debe hallarse «constantemente» unida a un sentimiento melancólico, más o menos acerbo, cierta importancia filosófica»; Laverde Ruiz la considera «una composición didáctico-simbólica en verso, en la que armonizan el corte ligero y gracioso del epigrama y el melancólico sentimiento de la endecha, la exposición rápida y concisa de la balada y la intención moral o filosófica del apólogo o de la parábola»; para Revilla, en fin, es «una composición poética, de forma épica o dramática, y de fondo lírico, que, en tono a la vez ligero y melancólico, expresa un pensamiento transcendental». Como se ve, todas estas definiciones convienen en el fondo.

Los temas que Campoamor desenvuelve en sus «Doloras», con ser tan varios, se distinguen casi siempre por su tendencia pesimista, la cual establece una línea divisoria entre sus inspiraciones de los primeros años y sus obras de la edad madura, joviales y placenteras aquéllas, impregnadas éstas de cierto desencanto y cierta tristeza, que retratan el estado de su alma y a la par reflejan el de su época. Uno de sus biógrafos ha escrito que Campoamor va dejando cada día que pasa un girón de sus creencias, que expone en sus «Doloras»; y según la opinión de otro crítico célebre, su escepticismo es aún «más amargo, más desconsolador y más peligroso, que el de Espronceda, por lo mismo que es más sereno y razonado. El de éste revela una época en que la duda era un tormento para el espíritu; el de Campoamor anuncia un estado social en que ya nos hemos connaturalizado con la duda. Aquél arranca del corazón, y es hijo de los desengaños; éste nace de la cabeza, y es fruto de serena y fría reflexión. El primero denuncia una existencia atormentada y dolorosa; el segundo la vida tranquila de un espíritu a quien no molesta gran cosa la falta de creencias. Campoamor no se limita a renegar de los hombres, sino que su duda alcanza a las ideas; no se circunscribe a negar el amor, la poesía y la amistad por virtud de añejos desengaños, sino que lo niega todo, inclusa la realidad del conocimiento. Y lo niega con imperturbable calma, con serenidad pasmosa, a veces nublada por ligero tinte de tristeza.»

No hay más que leer las «Doloras» de Campoamor, para convencerse de la exactitud de estos asertos; en ellas dice «que son humo las glorias, de la vida»; que «vivir es olvidar»; que «todo es sombra, ceniza y viento»; que «tarde o temprano es infalible el mal»; que»el bienestar del hombre es la muerte»; que «todo se pierde»; que «al hombre sólo le afectan el calor y el frío»; que «no hay honor ni virtud más que en la lengua»; que «el placer es la fuente del hastío»; que «el variar de destino sólo es variar de dolor»; y en fin,

      «Que en este mundo traidor      
   nada es verdad ni mentira.      
   Todo es según el color      
   del cristal con que se mira».      



Véase, como cuadro completo, la «Dolora» titulada «Amor y gloria», que elegimos por su corta extensión:

      «¡Sobre arena y sobre viento      
   lo ha fundado el cielo todo!      
   lo mismo el mundo del lodo,      
   que el mundo del sentimiento.      
   De amor y gloria el cimiento      
   sólo aire y arena son.      
   ¡Torres con que la ilusión      
   mundo y corazones llena,      
   las del mundo sois arena      
   y aire las del corazón!»      



No ha mucho que se ha publicado la 15ª edición de las «Doloras», y este número elevado, tan poco frecuente en nuestro país, prueba de cumplido modo la gran acogida dispensada por el público al vate esclarecido de quien tratamos. En esta colección reciente aparecen treinta «Doloras» nuevas, las cuales son gallardo testimonio de que su autor no envejece nunca: la fantasía de Campoamor es eternamente joven, eternamente lozana y vigorosa; los armoniosos acentos de su lira suenan cada día con más cadencia, y bien puede asegurarse que el tiempo, en vez de marchitar, pule y abrillanta las ricas galas de su fecunda imaginación.

Por su brevedad citaremos dos de estas nuevas y preciosas «Doloras»:


Rosas y fresas

      Porque lleno de amor te mandé un día      
   una rosa entre fresas, Juana mía,      
   tu boca, con que a todos embelesas,      
   besó la rosa sin comer las fresas.      

*  *  *

      Al mes de tu pasión, una mañana      
   te envié otra rosa entre las fresas, Juana;      
   mas tu boca, con ansia, y no amorosa,      
   comió las fresas sin besar la rosa.      



Según se ve, aún de los asuntos más sencillos sabe sacar Campoamor el partido posible, y es siempre en ellos el mismo ingenio intencionado.

La otra «Dolora» es todavía más corta, pero no por eso menos substanciosa. Consta de dos solos versos, a saber:



Amor al mal


   «Por más que me avergüenza y que lo lloro,      
   no te amé buena, y pérfida te adoro».      



Pero no resistimos a la idea de transcribir la titulada «Contrastes», aunque sean mayores sus proporciones. Recordamos haberla leído tiempo atrás y que nos produjo singular encanto. Ahora no la tenemos a la vista; pero tal como en nuestra memoria se conserva, hela aquí:


      «Mucho le amaste y te amó;      
   ¿recuerdas por quién lo digo?      
   Era tu amante y mi amigo,      
   amaba, sufrió y murió.      
   Cuando su entierro pasó      
   todos te oyeron gemir;      
   mas yo, Inés, al presentir      
   que le habías de olvidar,      
   sentí, viéndote llorar,      
   la tentación de reír.      


      Al año justo ¡oh traición!      
   al baile fui de tu boda,      
   y allí, cual la villa toda,      
   vi el gozo en tu corazón.      
   ¿Y el muerto?- ¡En el panteón!      
   ¡Ay! cuando olvidada de él      
   a otro jurabas ser fiel,      
   yo al verte reír, gemí,      
   y dos, lágrimas vertí      
   amargas como la hiel.      


      Primero amor, luego olvido:      
   aquí tienes explicado por qué      
   en el baile he llorado,      
   y en el entierro he reído;      
   siempre este contraste ha sido      
   ley del sentir y el pensar;      
   por eso no hay que extrañar      
   que quien lee en lo porvenir,      
   vaya a un entierro a reír      
   y acuda a un baile a llorar».      



Algunas veces Campoamor ha hecho vibrar también en su lira la cuerda del sentimiento, y entre sus mismas «Doloras» -prescindiendo de los «Poemas», que en seguida juzgaremos-, las hay muy bellas y delicadas, como la que se denomina «¡Quién supiera escribir!» Tan magistral y admirable nos parece, que creeríamos no proceder justamente si dejásemos de trasladarla íntegra:

   - Escribidme una carta, señor cura.      
         - Ya sé para quién es.      
   -¿Sabéis quién es, porque una noche obscura      
         nos visteis juntos?- Pues.      
   - Perdonad; mas...- No extraño ese tropiezo.      
         La noche... la ocasión...      
   Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo.      
         «Mi querido Ramón:»      
   - ¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis, puesto...      
         - ¿Si no queréis?...¡Sí, sí!      
   - ¡Qué triste estoy! ¿No es eso?- Por supuesto.      
         - ¡Qué triste estoy sin ti!      
   «- Una congoja al empezar me viene...»      
         - ¿Cómo sabéis mi mal?      
   - Para un viejo, una niña siempre tiene      
         el pecho de cristal.      
   «- ¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura.      
         »¿Y contigo? Un edén.»      
   - Haced la letra clara, señor cura,      
         que lo entienda eso bien.      
   «- El beso aquel que de marchar a punto      
         »te dí...»-¿Cómo sabéis?...      
   - Cuando se va y se viene y se está junto,      
         siempre... no os afrentéis.      
   «Y si volver te afecto no procura      
         »tanto me harás sufrir...»      
   - ¿Sufrir y nada más? No, señor cura:      
         ¡que me voy a morir!      
   - ¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo?      
         - Pues, sí señor, ¡morir!      
   - Yo no pongo «morir.»- ¡Qué hombre de hielo!      
         ¡Quién supiera escribir!      
   Señor rector, señor rector, en vano      
         me queréis complacer,      
   si no encarnan los signos de la mano      
         todo el ser de mi ser.      
   Escribidle por Dios, que el alma mía      
         ya en mí no quiere estar;      
   que la pena no me ahoga cada día...      
         porque puedo llorar.      
   Que mis labios, las rosas de su aliento,      
          no se saben abrir;      
   que olvidad de la risa el movimiento      
         a fuerza de sentir.      
   Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,      
         cargados con mi afán,      
   como no tienen quien se mire en ellos      
         cerrados siempre están.      
   Que es, de cuantos tormentos he sufrido,      
         la ausencia el más atroz;      
   que es un perpetuo sueño de mi oído      
         el eco de su voz...      
   Que siendo por su causa, el alma mía      
         ¡goza tanto en sufrir!...      
   Dios mío, ¡cuántas cosas le diría      
         si supiera escribir!...      

Después de esto, parécenos ya hora de hablar de los «Pequeños poemas», en número aparte y con el debido detenimiento.


06/01/2023, 22:46 -

Re:Abajo Campoamor

#1
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Cantares
Ramón de Campoamor


ArribaAbajoAmorosos
 

AMOROSOS



ArribaAbajo- 1 -
   La amo tanto, a mi pesar,      
que, aunque yo vuelva a nacer,      
la he de volver a querer      
aunque me vuelva a matar.      




ArribaAbajo- 2 -
    Desde que perdí el encanto      
de mi primera pasión,      
no he entrado en mi corazón      
por no morirme de espanto.      




ArribaAbajo- 3 -
    No esperes que una mudanza      
me dé la tranquilidad;      
que amo en ti más la esperanza,      
que en otras la realidad.      




ArribaAbajo- 4 -
    Si hago al juicio una llamada,      
me responde el corazón      
que si hay juicio no hay pasión,      
y si no hay pasión no hay nada.      




ArribaAbajo- 5 -
    Como no vives tú en mí      
vivo en ti, mas no contigo;      
y, hasta no vivo conmigo,      
como vivo sólo en ti.      




ArribaAbajo- 6 -
    Está tu imagen, que admiro,      
tan pegada a mi deseo,      
que si al espejo me miro,      
en vez de verme, te veo.      




ArribaAbajo- 7 -
   Perdí media vida mía      
por cierto placer fatal,      
y la otra media daría      
por otro placer igual.      




ArribaAbajo- 8 -
   Mas cerca de mí te siento      
cuanto más huyo de ti,      
pues tu imagen es en mí      
sombra de mi pensamiento.      




ArribaAbajo- 9 -
   Sueñe o vele, no hay respiro      
para mi ardiente deseo,      
pues sueño cuando te miro,      
y cuando sueño te veo.      




ArribaAbajo- 10 -
   Prometo que te he de amar,      
pero me has de prometer      
que sólo me has de engañar      
si me dejas de querer.      

  —310→ 


ArribaAbajo- 11 -
   Tu bien es mi gran contento,      
tu mal mi mayor sufrir,      
pues siento más tu sentir      
que lo que yo mismo siento.      




ArribaAbajo- 12 -
   ¡Qué razón tiene mi amor      
cuando te jura y rejura      
que, aunque grande, es tu hermosura      
de tus gracias la menor!      




ArribaAbajo- 13 -
   ¿Quién, niña, se te figura      
que amará con más verdad,      
mis sentidos tu hermosura,      
o el corazón tu bondad?      




ArribaAbajo- 14 -
   Cuantos te han tratado y tratan      
en tu amor aprender suelen,      
todos, las penas que duelen,      
yo, los dolores que matan.      




ArribaAbajo- 15 -
   Aunque esté muerto de cierto,      
en nombre suyo llamadme;      
si no respondo, enterradme,      
porque de cierto estoy muerto.      




ArribaAbajo- 16 -
   Marchó a la luz de la luna      
de su sombra tan en pos,      
que no hacen más sombra que una      
siendo nuestros cuerpos dos.      




ArribaAbajo- 17 -
   Me causas tanto pesar,      
que he llegado a presumir      
que mucho me debe amar      
quien tanto me hace sufrir.      




ArribaAbajo- 18 -
   Todos pagan la traición      
con el odio y el puñal;      
yo te pagué el mismo mal      
con el amor y el perdón.      




ArribaAbajo- 19 -
   Si indócil a mis consejos,      
vas de mi cariño a huir,      
yo me voy mucho más lejos,      
porque me voy a morir.      




ArribaAbajo- 20 -
   Nunca, aunque estés quejumbrosa,      
tus quejas puedo escuchar,      
pues como eres tan hermosa,      
no te oigo, te miro hablar.      




ArribaAbajo- 21 -
   Dios, que nos crió a los dos,      
podrá hacer que yo me muera;      
pero hacer que no te quiera,      
Dios podría... porque es Dios.      




ArribaAbajo- 22 -
   Un día a Richmond subí,      
¡y cuán bello lo hallaría,      
que, perdóname, aquel día      
fui feliz hasta sin ti!      




ArribaAbajo- 23 -
   Las malas son esas penas      
que sin matar nos maltratan;      
las que de un golpe nos matan,      
¡ésas si que son las buenas!      




ArribaAbajo- 24 -
   Ten paciencia, corazón;      
que es mejor, a lo que veo,      
deseo sin posesión,      
que posesión sin deseo.      




ArribaAbajo- 25 -
   Así, en inútil porfía,      
pasa esta vida traidora:      
yo pidiéndote que ahora,      
tu diciendo que otro día.      




ArribaAbajo- 26 -
   Aun di poco por tu amor,      
aunque por él di, constante,      
veinte años por un instante,      
la dicha por un favor.      




ArribaAbajo- 27 -
   Vengo a pedirte perdón;      
no puedo luchar contigo,      
pues mi mayor enemigo      
es mi mismo corazón.      




ArribaAbajo- 28 -
   ¡Ay! ¿por qué haciendo, perjura,      
dos veces fatal mi historia,      
me arrebatas la ventura      
dejándome la memoria?      

  —311→ 


ArribaAbajo- 29 -
   Para pintarte, querida,      
mi existencia de una vez,      
lee el resumen de mi vida:      
-Una tarde en Aranjuez.-      




ArribaAbajo- 30 -
   Absorto en ti mi deseo,      
tan sólo en tu amor creí;      
pero ahora en nada creo,      
desde que no creo en ti.      




ArribaAbajo- 31 -
   Si en tu gracia he de creer,      
quiero tus gracias mirar,      
pues mal te podré aprender      
si no te puedo estudiar.      




ArribaAbajo- 32 -
   Ir hacia Atocha la vi;      
la seguí, miré, miró;      
y no vine, vi y vencí;      
yo vine, vi, y me venció.      




ArribaAbajo- 33 -
   Es tanta mi ceguedad,      
que te amo, aunque estoy seguro      
que con amarte aventuro      
mi dicha en la eternidad.      




ArribaAbajo- 34 -
   Tú presumes, y no es cierto,      
que yo te oculto una cosa;      
y sólo te oculto, hermosa,      
el llanto que por ti vierto.      




ArribaAbajo- 35 -
   Porque en dulce confianza      
contigo una vez hablé,      
toda la vida pasé      
hablando con mi esperanza.      




ArribaAbajo- 36 -
   Vuélvemelo hoy a decir,      
pues, embelesado, ayer      
te escuchaba sin oír,      
y te miraba sin ver.      




ArribaAbajo- 37 -
   En la fiesta de San Blas      
reíste tanto con él,      
que desde entonces ¡infiel!      
no he vuelto a reír jamás.      




ArribaAbajo- 38 -
   Mientras bebí descuidado      
el filtro de sus amores,      
me mató, cual los traidores,      
al descuido con cuidado.      




ArribaAbajo- 39 -
   Tus perfecciones al ver,      
suelen los hombres decir:      
-Sólo por verla, nacer;      
después de verla, morir.-      




ArribaAbajo- 40 -
   ¡Pórfida! te odio; mas creo      
que al mismo tiempo te adoro,      
pues maldigo, si te veo,      
y si no te veo, lloro.      




ArribaAbajo- 41 -
   Tras ti cruzar un bulto      
      vi por la alfombra;      
   ciego el puñal sepulto...      
      y era tu sombra.      
      ¡Cuanto, insensato,      
   te amo, que hasta de celos      
      tu sombra mato!      




ArribaAbajo- 42 -
   Que es matarme, confieso,      
       el olvidarme:      
   aborréceme, que eso      
      ya es recordarme.      
      Por Dios te pido      
   que me entregues al odio,      
      mas no al olvido.      



  —312→ 
ArribaAbajoEpigramáticos





ArribaAbajo- 1 -
   Que me vendiste se cuenta,      
y añaden, para tu daño,      
que te dieron por mi venta      
monedas de desengaño.      




ArribaAbajo- 2 -
   Que es corto sastre, preveo,      
para el hombre la mujer,      
pues siempre corta el placer      
estrecho para el deseo.      




ArribaAbajo- 3 -
   Siempre se rinde mejor      
la fuerza de tu conciencia      
a un grano de violencia      
que a cien quintales de amor.      




ArribaAbajo- 4 -
   Porque esté más escondido,      
de tal modo te lo cuento,      
que entre mi boca y tu oído      
no quiero que esté ni el viento.      




ArribaAbajo- 5 -
   El mismo amor ellas tienen      
que la muerte a quien las ama;      
vienen si no se las llama,      
si se las llama, no vienen.      




ArribaAbajo- 6 -
   Sin antifaz te veía,      
y una vez con él te vi;      
sin él no te conocía,      
mas con él te conocí.      




ArribaAbajo- 7 -
   Ni te tengo que pagar,      
ni me quedas a deber;      
si yo te enseñé a querer,      
tú me enseñaste a olvidar.      




ArribaAbajo- 8 -
   A un mármol Pigmalión      
le dio de mujer el ser,      
y en mí cambió una mujer      
en mármol mi corazón.      




ArribaAbajo- 9 -
   Si te ha absuelto el confesor      
de aquello del Cabañal,      
o tú te confiesas mal,      
o él te confiesa peor.      




ArribaAbajo- 10 -
   Por mucho que el tren corría,      
corre tanto un «yo te adoro,»      
que era tuyo en Valdemoro,      
y en Aranjuez ya eras mía.      




ArribaAbajo- 11 -
   ¡Qué bien supiste aprender      
lo que dice cierto autor:      
Que suele en lances de amor      
ser la mentira un deber!      




ArribaAbajo- 12 -
   ¡Que no me conoce, ayer      
juró por no sé qué santo!      
¿Cómo me ha de conocer      
si yo la conozco tanto?...      

  —313→ 


ArribaAbajo- 13 -
   Mira que ya el mundo advierte      
que, al mirarnos de pasada,      
tú te pones colorada,      
yo pálido cual la muerte.      




ArribaAbajo- 14 -
   Cuando pasas por mi lado      
sin tenderme una mirada,      
¿no te acuerdas de mí nada,      
o te acuerdas demasiado?      




ArribaAbajo- 15 -
   Aunque al salir tú del puerto      
quedé más muerto que vivo,      
verás, por ésta que escribo,      
que, con efecto, no he muerto.      




ArribaAbajo- 16 -
   Levanta ese rostro inquieto      
y el mirarme no te asombre;      
que, aunque agraviado, soy hombre      
que muero con mi secreto.      




ArribaAbajo- 17 -
   Yo no soy como aquel santo      
que dio media capa a un pobre;      
ten de mi amor todo el manto,      
y si te sobra, que sobre.      




ArribaAbajo- 18 -
   Es el amor un galán      
que ni hambre ni hartura quiere,      
pues lo mata el mucho pan,      
y con poco pan se muere.      




ArribaAbajo- 19 -
   Con desdén me has molestado,      
y hoy con celos me molestas,      
y más bostezos me cuestas      
que suspiros me has costado.      




ArribaAbajo- 20 -
   No engañarías, a fe,      
su fe con tan buenos modos,      
si éste, y aquél, y ése, y todos      
supieran lo que yo sé.      




ArribaAbajo- 21 -
   Cual vil cazador me trata      
la cazadora a quien amo:      
se esconde, saca el reclamo,      
va la perdiz, y la mata.      




ArribaAbajo- 22 -
   Testigo de eterno amor,      
le di una flor a mi amante;      
mi suerte fue que la flor      
tan sólo duró un instante.      




ArribaAbajo- 23 -
   Quisiera al jardín volver      
de tu cariñoso amor,      
si se pudiera coger      
dos veces la misma flor.      




ArribaAbajo- 24 -
   Pues yo la perdiz anhelo,      
el mochuelo es para ti;      
o bien para ti el mochuelo,      
y la perdiz para mí.      




ArribaAbajo- 25 -
   Como en la iglesia te vi      
después de lo de la fiesta,      
me santigüé y prorrumpí:      
-¿Quién dirá que aquélla es ésta?-      




ArribaAbajo- 26 -
   Sin saber decir por qué es,      
para los malos amantes,      
todas son discretas antes,      
y todas tontas después.      




ArribaAbajo- 27 -
   Con tanto placer cruzamos      
el túnel de Elda los dos,      
que al salir de él exclamamos:      
-¿No habrá otro túnel, gran Dios?      




ArribaAbajo- 28 -
   Lo recuerdo de tal modo,      
que aun creo que estoy mirando      
cómo fuiste colocando      
mano, pie, cabeza y todo.      




ArribaAbajo- 29 -
   Cuando cobrar una de uno      
quiere prenda que aun no dio,      
ésa una vendió a alguno      
lo que alguno no pagó.      




ArribaAbajo- 30 -
   Ya sé que aunque perdí en ello,      
he perdido tu amistad,      
desde que hablando de aquello,      
te dije aquella verdad.      

  —314→ 


ArribaAbajo- 31 -
   Por más que sobre árbol bueno      
otro mejor he injertado,      
nunca hay fruta en mi cercado      
como en el cercado ajeno.      




ArribaAbajo- 32 -
   No hay quien en suerte te venza,      
pues aun cree la multitud      
que es pudor de tu virtud      
el rubor de tu vergüenza.      




ArribaAbajo- 33 -
   En vano al pie de un retablo      
le juras a Dios ser fiel;      
después que fuiste de aquel,      
sólo puedes ser del diablo.      




ArribaAbajo- 34 -
   De noche, solo y a pie,      
voy a tu lado, me acuesto,      
me vuelvo, y nadie me ve...      
Todo en sueños, por supuesto.      




ArribaAbajo- 35 -
   Casi te lo agradecí      
cuando el engaño toqué,      
pues si loco me acosté,      
filósofo amanecí.      




ArribaAbajo- 36 -
   Loca por mí te figuras,      
mas ya ven los que te advierten,      
que nunca haces más locuras      
que aquéllas que te divierten.      




ArribaAbajo- 37 -
   No inquieras con tal constancia      
si soy o no soy leal;      
que toda dicha cabal      
nace de alguna ignorancia.      




ArribaAbajo- 38 -
   Te pintaré en un cantar      
la rueda de la existencia:      
pecar, hacer penitencia,      
y luego vuelta a empezar.      




ArribaAbajo- 39 -
   ¡Cuántos deseos cautivos      
te manda mi corazón      
velados en la expresión      
de estos puntos suspensivos!      




ArribaAbajo- 40 -
   Entonces, con el deseo,      
sin mirarte te veía;      
pasó algún tiempo; y hoy día,      
si te miro, no te veo.      




ArribaAbajo- 41 -
   Diciéndolo, no diré      
lo que aquel pinar esconde;      
allí, ya recuerdas dónde,      
nos pasó, ya sabes qué.      




ArribaAbajo- 42 -
   Pensando que he de morir      
a tal desventura llego,      
que como un muerto me entrego      
a la dicha de vivir.      




ArribaAbajo- 43 -
   Si es fácil una hermosa,      
      voy y la dejo;      
   si es difícil la cosa,      
      también me alejo.      
   Niñas, cuidad      
      de amar siempre con fácil      
   dificultad.      





  —315→ 
ArribaAbajoFilosófico-Morales





ArribaAbajo- 1 -
   Por más contento que esté,      
una pena en mi se esconde      
que la siento no se donde      
y nace de no se que.      




ArribaAbajo- 2 -
   Fui un día a la ciudad,      
y me volví al otro día,      
pues mi mejor compañía      
es la mayor soledad.      




ArribaAbajo- 3 -
   La vida es dulce o amarga;      
lo corta o larga ¿qué importa?      
El que goza la halla corta,      
y el que sufre la halla larga.      




ArribaAbajo- 4 -
   Dejándome en paz sufrir,      
puedes, ventura, pasar,      
pues como te has de marchar,      
no gozo en verte venir.      




ArribaAbajo- 5 -
   Cuando las penas ajenas      
mido por las penas mías,      
¡quién me diera a mí sus penas      
para hacer mis alegrías!      




ArribaAbajo- 6 -
   Menor el tormento fuera      
de esta duda en que me muero,      
si, cual sé lo que no quiero,      
lo que yo quiero supiera.      




ArribaAbajo- 7 -
   Decía yo, de amor loco;      
-¡Penar tan poco por tanto!      
y dije, al perder mi encanto:      
-¡Penar tanto por tan poco!      




ArribaAbajo- 8 -
   Con tantos pesares lidia      
mi corazón en el mundo,      
que cuando ve a un moribundo,      
casi se muere de envidia.      




ArribaAbajo- 9 -
   ¡Qué divagar infinito      
es éste en que el hombre vive,      
que siente, piensa y escribe,      
y luego borra lo escrito!      




ArribaAbajo- 10 -
   Mal hizo el que hizo el encargo      
de hacer las cosas al gusto;      
todo es corto o todo es largo,      
y nada nos viene justo.      




ArribaAbajo- 11 -
   Para divertir su afán      
cantaba a su reja un loco:      
-Unos estamos por poco      
y otros por poco no están.-      




ArribaAbajo- 12 -
   Tanto suelen mi sufrir      
las desdichas apurar,      
que a veces me echo a reír      
por no poderlas llorar.      

  —316→ 


ArribaAbajo- 13 -
   Corro de aquí para allí      
sin que halle mi afán parada,      
y no es porque busco nada,      
es que ando huyendo de mí.      




ArribaAbajo- 14 -
   Tenga penas o contento,      
me nacen a manos llenas,      
por cada placer cien penas,      
por cada pena otras ciento.      




ArribaAbajo- 15 -
   El tiempo a todos consuela,      
sólo mi mal acibara,      
pues si estoy triste, se para,      
y si soy dichoso, vuela.      




ArribaAbajo- 16 -
   Como asegura un autor,      
la muerte es un grande sueño;      
si es bueno el sueño pequeño,      
el grande será mejor.      




ArribaAbajo- 17 -
   ¡Cómo cansan, cómo cansan      
las horas que van pasando,      
y el no descansar, pensando      
cómo los demás descansan!      




ArribaAbajo- 18 -
   Pasa un día, y sabe Dios      
que mi atroz melancolía      
no siente que pasa un día,      
sino que no pasen dos.      




ArribaAbajo- 19 -
   Mi deseo es desear,      
más que alcanzar lo que quiero,      
y mejor que lo que espero,      
lo que quiero es esperar.      




ArribaAbajo- 20 -
   Cuando más desesperado      
voy del cielo a maldecir...      
¡bendigo a Dios, que me ha dado      
la esperanza de morir!      




ArribaAbajo- 21 -
   Con más fe se soportara      
la vida, si se pudiera      
llorar cuando se anhelara,      
morir cuando se quisiera.      




ArribaAbajo- 22 -
   Ya lo gozado y sufrido      
se ha pasado, y claro está      
que si pasó lo venido,      
lo que venga pasará.      




ArribaAbajo- 23 -
   Si ayer tropecé bastante,      
hoy tropiezo mucho más;      
antes, mirando adelante,      
después, mirando hacia atrás.      




ArribaAbajo- 24 -
   La tumba es al lecho igual;      
pero bien sabido ten      
que en uno se duerme mal,      
y en otra se duerme bien.      




ArribaAbajo- 25 -
   Sufro poco, al recordar      
que ha de acabar mi sufrir;      
ni gozo cuando, al gozar,      
recuerdo que he de morir.      




ArribaAbajo- 26 -
   Si, como se sabe ya,      
el que espera desespera,      
quien, como yo, nada espera,      
¡cuál se desesperara!      




ArribaAbajo- 27 -
   Si entre no haber sido y ser      
hubiera el hombre elegido,      
claro es que hubiera escogido      
el no poder escoger.      




ArribaAbajo- 28 -
   Del mundo entré en el bazar;      
mas ¡cuánto he sufrido al ver      
que ya es costumbre vender      
cuanto se quiere comprar!      

  —317→ 


ArribaAbajo- 29 -
   Tengo un consuelo fatal      
en medio de mi dolor,      
y es, que hallándome tan mal,      
nunca podre estar peor.      




ArribaAbajo- 30 -
   Nunca he podido olvidar      
lo que me dijo al partir:      
-Tú piensa para decir,      
mas no hables para pensar.-      




ArribaAbajo- 31 -
   Tarde vi lo inútil que es      
dar gusto a nuestra esperanza,      
pues cuando una cosa alcanza,      
quiere otra cosa después.      




ArribaAbajo- 32 -
   Con permiso del Eterno      
dudo cuál será mayor,      
si aquel dolor del infierno,      
o este infierno de dolor.      




ArribaAbajo- 33 -
   Ya ni por saber trabajo,-      
que es este mundo de prueba;      
quien sabe por qué me trajo,      
ya sabrá por qué me lleva.      




ArribaAbajo- 34 -
   Yo no siento que la suerte      
me abrume cada vez más;      
lo que siento es que la muerte      
no llega a tiempo jamás.      




ArribaAbajo- 35 -
   La dicha es una ilusión,      
pues se puede, en mi sentir,      
una tragedia escribir      
del más feliz corazón.      




ArribaAbajo- 36 -
   Ya de sentimiento llena,      
siente en falso el alma mía,      
pues lo alegre me da pena,      
y lo que es triste alegría.      




ArribaAbajo- 37 -
   No vengas, falso contento,      
llamando a mi corazón,      
pues traes en la ilusión      
envuelto el remordimiento.      




ArribaAbajo- 38 -
   Dame la vida, ¡oh dolor!      
compañero eterno mío,      
pues si no fuera tu amor,      
ya hubiera muerto de hastío.      




ArribaAbajo- 39 -
   Después que ya se ha agotado      
todo humano sufrimiento,      
siempre hay un nuevo tormento      
para un viejo atormentado.      




ArribaAbajo- 40 -
   Llorar de placer se suele,      
y es que en nuestro corazón      
hay siempre una vibración      
que, aun con el placer, nos duele.      




ArribaAbajo- 41 -
   Mucho sabría, en verdad,      
si supiera la razón      
dónde acaba la ilusión      
y empieza la realidad.      




ArribaAbajo- 42 -
   ¡Infeliz del que en la tierra      
las ilusiones perdió,      
y está además, como yo,      
con sus recuerdos en guerra!      




ArribaAbajo- 43 -
   Llaman vida a ir de esta suerte      
hasta que el cuerpo sucumba,      
en agonías sin muerte,      
y en una muerte sin tumba.      




ArribaAbajo- 44 -
   Ayer sudé por ganar      
lo que hoy me causa desgana,      
y hoy sudo por alcanzar      
lo que me aburra mañana.      

  —318→ 


ArribaAbajo- 45 -
   Cuando con fe inextinguible      
pretendas dichoso ser,      
lo primero que has de hacer,      
es discutir si es posible.      




ArribaAbajo- 46 -
   Piensa con ojos serenos      
cómo y cuándo morirás;      
que siendo el morir lo más,      
el cómo y cuándo es lo menos.      




ArribaAbajo- 47 -
   Mi madre, que me amaba      
      con desvarío,      
siempre al verme exclamaba:      
      -¡Consuelo mío!-      
      ¡Y hoy, santo cielo,      
quién consolar pudiera      
      a aquel Consuelo!      




Arriba- 48 -
   Te enseñó, pues quisiste,      
      toda su ciencia,      
   ¿y hoy le preguntas ¡triste!      
      por tu inocencia?      
      ¿Cómo ¡imprudente!      
   querías, siendo sabia,      
      ser inocente?      


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