Asado criollo en Los Candiles
Con un pasado como haras, la estancia Los Candiles ahora recibe a turistas para el día de campo y se especializa en eventos corporativos.
La tercera generación de los Seglin recibe a los huéspedes que quieran pasar el día o alojarse en la estancia Los Candiles de Solís desde hace ocho años, distante a una hora de Buenos Aires sobre la ruta 8, a 12 km de San Antonio de Areco.
“Mi abuelo compró el Haras Don Severo en 1955 a un estrecho colaborador de Juan Domingo Perón. El ya trabajaba con caballos en San Isidro, era el dueño del stud Candilejas. Como ese nombre no estaba disponible le puso El Candil, como el barrio en que se encuentra la propiedad”, cuentan Luciano y Alejandro Seglin.
Ellos están a cargo de la estancia que destina 15 hectáreas a eventos corporativos, días de campo y turistas que se alojan en alguna de las tres habitaciones del casco principal, una casa estilo californiano.
Cuando del haras quedaban pocos caballos y era casi historia para recordar -ahora mantienen algunos animales de carrera y se hacen remates en el galpón de la estancia de 500 metros cuadrados con 55 boxes bien mantenidos-, Luciano fue a un casamiento en una estancia de Entre Ríos. Y se dio cuenta de que ellos podían hacer lo mismo en su establecimiento.
Costillares a la cruz
Desde entonces trabajan en eventos con los dos salones con vista al parque de frondosa arboleda celosamente mantenida (“por mi viejo, que es un amante de las plantas”, confiesa Luciano). Sumados a los turistas que se animen al día de campo que incluye desayuno, almuerzo de asado, pileta y vuelta a caballo en alguno de los 20 criollos de andar que aún disponen, más 50 yeguas reproductoras.
Y es que lo interesante de este campo son las historias de caballos que los dueños cuentan mientras muestran las instalaciones del antiguo haras. O mientras se suben al caballo y se divierten por la tarde con los paisanos que juegan carreras de sortijas como antaño, sólo por el honor, por la más linda y para no lavar la ropa a mano.
Como la historia de la chaqueta del stud Candilejas que usó Irineo Leguizamo enmarcada en el living de la casa… O la de los padrillos veloces que trajeron sus tíos y luego dieron tantas alegrías como Tudor Melody, entre otros.
Una vez que nacen los potrillos se mantienen hasta el año y medio, dos años, cuando se venden, habiéndolos sometido al vareo inicial y al contacto en las exhibiciones para los turistas.
La casa es el típico casco familiar de fin de semana, con juegos de mesa, televisión, música en el living y horarios para las comidas. Los caballos y el sulky esperan a los huéspedes en el palenque, de 10 a 12 y de 15 a 18. Los que salen a cabalgar dentro o fuera del campo lo hacen siempre acompañados por Alberto: si pasan la tranquera van hasta el campo del inglés, donde hay un molino antiguo y puede verse el horizonte infinito. Un máximo de 12 personas pueden alojarse en esta casona de estilo simple, pero muy confortable.
Los mediodías de verduras y carnes a la parrilla asadas con leña de espinillo por Coco Tata y su ayudante Kako son inolvidables. El asador criollo presenta los costillares enteros a la cruz, al fuego desde las 8, con tiempos interminables de fiesta en el campo. En las noches cocina Olga González. Entradas, guacamole o berenjenas, y principales, pastas caseras -ñoquis, ravioles y fideos- y la sabrosa carne al horno con papas y batatas. De postre, el flan casero de 8 huevos para un litro de leche: “Depende el tamaño, porque son huevos de verdad”, aclara la cocinera.
Por las tardes nunca faltan los pastelitos fritos en grasa con masa casera. Y las historias de caballos como Tudor Melody que cuando murió, dicen los que cuentan, lo lloraron hasta los perros