Un piloto llega entre aplausos, sonrisa bajo el casco, máquina naranja, brazo al aire, gloria del mejor. Para la moto y Marc Coma aparece como ganador del Dakar. Cientos de periodistas, novedad americana, el catalán atiende a varios y a varios más, respuestas repetidas con la mirada perdida, entre la gente, busca lo que encontró una vez. Siguen las preguntas, catalán, castellano, francés, inglés Dakar diferente, mundo civilizado, dicen. De repente se gira y la sonrisa se amplía hasta el infinito. "Un minut, por favor", dice alternando idiomas e ideas y se escapa de la masa para llegar a ella. Queralt recibe el abrazo de Marc, emoción y más aplausos, llega vivo y además el primero, llega para besar el triunfo con su medalla de la virgen encontrada, la de la roca alta. Nombre de mujer. No hay nada como lo auténtico. Oportunidad aprovechada. Segundo Dakar.
Marc Coma, ídolo en América ya para siempre, ganador de la primera vez, vencedor de la prueba más dura del planeta, la que te puede romper en el último momento, la que esconde temores en cada esquina, debajo de la arena. "Tengo que hacer mi carrera, seguir mi ritmo, aquí puede pasar de todo". Coma dixit, Dakar 2009. Cada día. Frase repetida no exenta de razón, de trabajo, de programación, frase que explota en una enorme botella de Moet Chandon que se eleva hasta el cielo en la victoria compartida. "Venir, venir todos, the best team", grita agarrando a Viladoms y Farrés, escuderos, amigos, compañía de una carrera, todo un equipo unido.
Marc, de Aviá, 32 años, es el mejor español de la historia del Dakar, el único que ha repetido, tiene dos y podría tener cuatro: uno se quedó mareado cerca de Tambacounda, en Senegal; el otro, en la amenaza de un terrorista loco sin llegar a Mauritania. Podrían ser más, pero tiene más que nadie de su país. Detrás mira de reojo un sonriente Cyril Despres, son los dos titanes, ganadores alternos de las mismas victorias, rivalidad dakariana. Contentos de estar aquí.
Porque para llegar siempre hay que sufrir. Marc empezó demostrando su condición de número uno con el dos en el dorsal, dispuesto a recuperar lo suyo. Victorias por la Pampa mientras el resto se quedaban enganchados por los neumáticos. Suerte de encontrarte, amigo argentino. Con Puerto Madryn aún en la imaginación, Coma se quedaba sin aceite en la moto y un muchacho le echó una mano. Milagro de la medalla con la virgen de la golondrina que siempre le acompaña colgada de su cuello.
Ya con una ventaja que el resto no podría salvar, Marc fue con el puño en la mitad del gas, controlando, vigilando, haciendo su carrera, ya saben. Ganaba un par de etapas el holandés Verhoeven, entraba a Chile victorioso el 'Chaleco' López (mote heredado de su bisabuelo que siempre usaba uno), cogía Viladoms su trozo del éxito o se esforzaba por repetir proeza de la casualidad el ya ex campeón Despres.
Pero Marc siempre ahí, tranquilo, comiendo en el vivac, a veces sólo con el brujo Arcarons, observado por los que brillan menos, ídolo de al lado. Un día, cuando sólo quedaba la prueba más dura y poco más, se le sentó enfrente Carlos Sainz, doble triunfo español en el deseo. Ese día el madrileño acabó con su coche en el barranco, pidiendo el imposible de continuar con su merecida hazaña.
Y dejó su sitio en lo más alto del podio al compañero que esperaba. De Villiers logra su primer Dakar, el estreno de un africano cuando se sale de África. Cosas. Nani Roma, primer español, se contenta con la etapa del talento, 'Córdoba WRC'. Isidre Esteve, antiguo rival y siempre amigo, también acaba desde la voluntad de su corazón de ruedas en una silla. Saluda al campeón, Marc Coma le mira, ojos de agua. Recuerdos, estreno en América, habrá segundo en 2010, con el Lago Rosa en la memoria, África espera.