Autor Tema: Los manuscritos inéditos de Sor María de Ágreda (Leído 2046 veces)

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Los manuscritos inéditos de Sor María de Ágreda

Obras como el Tratado de la Redondez de la Tierra, el Tratado de la Mapa y descripción breve de los orbes celestiales, el de la Región celeste, el Tratado de los seis ángeles o su incuestionable Relación escrita para los inquisidores, en donde matiza y corrige errores del Memorial de Benavides, ofrecen aspectos desconocidos de la concepcionista franciscana.
Cuando los frailes de la Custodia de Nuevo México comenzaron a oír historias acerca de apariciones de una mujer que los catequizaba, vistiendo el hábito de las concepcionistas franciscanas, pensaron que podría deberse a la Madre María Luisa de Carrión, famosa en la España de Felipe IV por su aureola de santidad. Pero esta religiosa era una mujer madura y los indios insistían en que quien los había visitado entre 1620 y 1623, en más de quinientas ocasiones, era muy joven. Incluso los envió en busca de una de las misiones, dándoles señas del camino que tenían que seguir para encontrarse con los frailes franciscanos.
Ocho años después de aquellas insólitas conversiones multitudinarias, el fraile Alonso de Benavides, custodio de aquellos lugares, emprendió un viaje a España con el ánimo de aclarar el misterio. Le contó lo vivido al general de la Orden, quien conocía ya la incipiente fama de otra monja castellana, Sor María de Jesús. Le dio cartas autorizándole a emprender una investigación, y junto con el provincial Sebastián Marcilla y el confesor de la joven, Andrés de la Torre, inició las pesquisas. El resultado de aquello fue el muy conocido Memorial de Benavides, escrito a partir de declaraciones de la propia Sor María y de otras aportaciones de religiosas de su entorno.
Pero el perfil de la religiosa excedía al de muchas mujeres de su tiempo, la mayoría iletradas. Y, si por un lado fue la supuesta artífice de las conversiones en Nuevo México, Arizona y Texas, destacó como consejera del rey Felipe IV, con quien se cruzó más de seiscientas cartas durante veintidós años. Alcanzó extraordinaria fama por su Mística Ciudad de Dios, voluminoso tratado sobre la vida de la Virgen María en el que ya se anticipaba al dogma de la Inmaculada, definido en 1854 por Pío IX, y exponía revolucionarias ideas acerca de la tarea de corredención de la Virgen, otorgándole un papel mucho más relevante del que tenía entonces, pero que se ha reconocido siglos después en el Concilio Vaticano II.
“Las mujeres no habían de escribir en la Santa Iglesia”
Ese fue el ácido comentario de un confesor provisional que le obligó a destruir sus escritos, como refiere la misma Sor María de Jesús en la introducción a la Mística,la obra que por adelantarse a su tiempo supuso el principal escollo para agilizar su proceso de canonización, una vez fallecida. Un atrevido texto con afirmaciones que tenían divididos a los teólogos ¡escrito por una mujer!
Gaspar Navarro, quien en 1631 nos dejó unas cuantas “perlas” en su Tribunal de superstición ladina, escribía acerca de las pesquisas para dar por buenas unas revelaciones en cualquier posible místico o mística: “…más crédito se ha de dar a las revelaciones del hombre que de la mujer, porque este sexo femenino es más flaco de cabeza… Y para colmo, la lengua romance no es vista con muy buenos ojos en los textos religiosos católicos, frente a la corriente protestante de publicar todo en lenguas vernáculas. Así estaban las cosas para la intrépida religiosa. En este contexto hay que suponer que textos tan atrevidos como el Tratado de la Redondez de la Tierra y otros se dieran en Roma por apócrifos.

Fuente: Año Cero