Caliente como tano con fiebre
Lejos de aplacarse, la ira del día después por la eliminación de Italia del Mundial de fútbol va camino de convertirse en una creciente avenida que amenaza con inundarlo todo.
De los quioscos repartidos por la geografía italiana sale humo de guerra, procedente de los incendiarios titulares con los que la prensa, sin excepciones, denuncia la existencia de una conspiración contra la selección "azzurra".
La rabia y la indignación, orquestada por avezados maestros de ceremonias, han pasado a convertirse en consistentes materiales para edificar una cruzada sin precedentes que, si alguien no para, podría llegar a convertirse en un sesudo asunto de Estado.
Arbitros en el ojo de la tormenta
Con el fútbol en Italia no se juega, es una religión que se vive apasionadamente, con mucha fe y la única razón de los goles, y eso lo saben bien en los palacios romanos de la política, donde por mucho menos ha caído en el pasado un gobierno.
A la espera de que regresen los agraviados héroes, con su general Giovanni Trapattoni al frente, la ceguera de la desesperación ha hecho que se reciba con un aplauso unánime una auténtica veleidad, como la de echar a patadas del Perugia al coreano Ahn por marcar el gol de oro que certificó la eliminación de la selección italiana.
Así de encendidos están los ánimos, atizados por andanadas como la del director de ´La Gazzetta dello Sport´, Pietro Calabrese, que denuncia en el rotativo deportivo mas importante de Italia los "trucos" del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, para deshacerse de Italia.
Claro que resulta cuando menos sospechoso que quien protesta contra "ese contubernio" sea capaz de escribir, a renglón seguido, que el problema es que Italia ahora no cuenta "donde se deciden los resultados y se tejen negocios millonarios".
Los coros de lamentaciones se escuchan también en la calle por parte de los mas exaltados de entre esos 23 millones de italianos que, de cara al televisor, juraron ayer venganza eterna contra el árbitro ecuatoriano Byron Moreno.
El colegiado sudamericano se ha convertido en cabeza de turco y pim-pam-pum contra el que disparan sus críticas subidas de tono, y sus correspondientes insultos, la legión de comentaristas que hoy se asoman a las primeras páginas de todos los diarios italianos.
"Bellaco", "Arbitro asesino", "El carnicero de las tarjetas", son algunas de las calificaciones que recibe el trencilla ecuatoriano, al que no se le perdonan ni su físico ni el color de sus ojos.
En el ´Corriere della Sera´, el diario más vendido del país, Giorgio Tosatti habla de Mundial sucio, "donde árbitros y jueces de línea son utilizados como sicarios" y trata de "capos" -jefes de la mafia- a los presidentes federativos de los países que se han clasificado para cuartos de final, incluido el español Angel Villar.
El mismo Tosatti, conocido y reconocido comentarista de espíritu más bien tranquilo, pierde toda la mesura al quejarse de la inoportunidad de la conjura con el argumento de que "éramos los mejores".
Españoles descontrolados
Poco más o menos piensa Gianni Mura, en su comentario de portada publicado por el periódico romano ´La Repubblica´, cuando escribe: "Ha sido como circular en automóvil por una zona peligrosa con un Rolex en la muñeca y el brazo fuera de la ventanilla".
A este vendaval patriótico se subió hoy a medias el ministro de Cultura y Deporte, Giuoliano Urbani, quien dijo que el Gobierno, de momento, no puede declararle la guerra a la FIFA, pero que sí puede hacerlo la Federación Italiana de Fútbol (FIGC).
El presidente federativo, Franco Carraro, está en todos los disparaderos y la petición de dimisión crece por momentos, mientras se aguardan sus explicaciones cuando pise suelo italiano, como ayer mismo dijo tras la derrota ante Corea del Sur.
En medio de tanta unanimidad sobre el complot, choca escuchar comentarios como el que esta mañana hizo el ex internacional Gianni Rivera: "La responsabilidad es más nuestra que del árbitro, si hubiésemos marcado el gol que debíamos, hubiésemos vencido". EFE
Arbitros en el ojo de la tormenta
Españoles descontrolados